Abel Pintos: “No me sacrifico para intentar ser genuino”

Abel Pintos: “No me sacrifico para intentar ser genuino”

Por Horacio Bilbao
Como el protagonista de Eclipse, el libro de John Banville que está leyendo, Abel Pintos se busca y pierde en sí mismo para crear su música. También busca las palabras precisas en esta charla, las que le permitan reflejar sus emociones frente a los serenos festejos por sus 20 años de carrera. Un DVD y un CD, una gira por España y América latina, los por ahora 20 shows que dará en el Opera Allianz en noviembre y diciembre (la mayoría con entradas agotadas), y la programación de los festivales le auguran un final de año sin respiro. Tranquilo, respira, se quita el sombrero -uno de los 30 que integran su colección- y se dispone a hablar de él y de su música, que es casi lo mismo.
Milagros del marketing, hace tres años festejaste los 15 y ahora los 20 años carrera, ¿qué clase de calendario manejás?
(Risas) Con mi disco Sueño dorado cumplí 15 años de carrera discográfica. Ahora son 20 años de carrera. Hace 20 años, un 17 de agosto, para un acto de San Martín me subí al escenario a cantar y ahí supe lo que quería ser. Lo tomo como mi primer recital.
Como buen sanmartiniano, ahora te toca ir a España para luego volver a tu América latina, ¿no?
Me agrada que lo digas, soy un gran admirador de San Martín. Una buena manera de saber a dónde se va es saber de dónde se viene. El pasado nos permite ver cosas que no queremos repetir.
En esta charla, en tus discos, en los cientos de shows que darás hasta fin de año, ¿te preocupa repetirte?
Tengo el ejercicio de lo reiterativo. Escucho una y mil veces lo mismo, buscando errores. Y le encontré el encanto a hacer muchas veces el mismo show.
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¿Qué provoca ese encanto?
La reinvención. Tratar de encontrar la manera de estar siempre fresco, es una nueva interpretación cada vez.
¿Cómo querrías que tu público decodifique esa reinvención tuya?
Me enorgullece mi transformación de un disco al otro, sobre todo en estos 20 años, y en retrospectiva, viendo el estilo más ecléctico de hoy. Siento que cada disco habla muy claramente de cada etapa de mi vida. Sobre todo desde que empecé a escribir mis canciones. En cada disco hay palabras reiterativas en las que hago pie, mi propio vocabulario. Con la música busco eso, compartir las cosas que a mí me pasan, en el momento en el que me pasan, de la forma en que me pasan.
¿Cuándo sentís la necesidad del cambio?
Cuando empiezo a trabajar en un nuevo álbum. Es el momento en el que me pregunto de qué quiero hablar y cómo quiero hacerlo.
¿De qué querés hablar?
En Abel, mi último disco de estudio, empecé a hablar mucho de empezar a aceptar. Cómo los paisajes cambian su forma y su imagen cuando uno acepta o no una situación. Ahora estoy experimentando la crudeza de la autosinceridad. Escribo sobre eso. Con las sensaciones diversas que me provoca: momentos de profunda alegría y otros de profundas contradicciones y conflictos.
¿Esa búsqueda interna cambió tu manera de crear?
Cuando empecé a escribir canciones se abrió una puerta emocional, un mundo nuevo. Antes de Sueño dorado, mi primera canción, creía que iba a hacer toda mi carrera como intérprete. Mi ídolo máximo, Mercedes Sosa, lo había hecho. Pero de repente todo cambió. Encontré formas de expresarme mucho más viscerales, abiertas y sinceras. Y también cambió mi forma de ver la música. Cuando logro resolver alguna emoción, tengo la ilusión de que alguien pueda encontrar en esa canción una herramienta para resolver una emoción propia.
Desembarazado de los géneros, ¿sentís que aportás una renovación al folclore, desde el ritmo y el lenguaje?
Cuando escribo una canción con una estética folclórica me encuentro renovando mi propia visión del folclore. Luego, si eso funcionara como una arista nueva para el folclore, me haría muy feliz. Pero no tengo como intención revolucionar un género, o decir que vengo a darle un nuevo aire. Al contrario, pienso que es fundamental sostener, defender y alimentar lo que ya existe tradicionalmente para tener una base desde la cual crear nuevas formas.
El mensaje social fue perdiendo terreno en el folclore, ¿en tu caso es así?
Es curioso lo que preguntás, porque las cosas que acontecen socialmente me afectan como nos afectan a todos, y entonces las canalizo más desde la emoción que me provoca que desde el punto de vista analítico; más que marcar pautas sociales.
¿Qué te ofrece la literatura, Banville o Karl Ove Knausgard, tus lecturas viejas y actuales?
Poder encontrar la manera de describir un aroma, una textura, un paisaje. Ver cómo las cosas que nos rodean pueden hablar de nosotros mismos. Leer me permite entrar al juego de las distintas estéticas. Veo las distintas formas de abordar determinado tema a través del tiempo. Y presto atención a eso también en lo cotidiano, en cómo hablo, en lo que leo en los diarios. Estoy enganchado con sondear lo que pasa en el idioma de los Youtubers. Lo comparo con mi lenguaje cuando era más chico. Me interesa mucho ver cómo el ser humano adapta el lenguaje a sus necesidades, cómo se rompen y crean nuevas estructuras.
¿Te considerás un rupturista, un buscador del cambio?
No creo que sea una cuestión mía. El ser humano es cambiante, es inherente a nosotros cambiar esas estructuras. Me doy cuenta de que hay ciertas estéticas que no me identifican tanto como en otras épocas. Soy un fanático de la música tradicionalista, pero ya no me identifica tanto para comunicar lo que tengo que comunicar hoy. A lo mejor llega una etapa de mi vida en la que necesite volver al tradicionalismo.
Tu naturalidad para manejar la fama, ¿es genuina?
No me sacrifico para intentar ser genuino, porque empezaría a pensar que estoy dejando de serlo. Voy al pulso de las cosas que me pasan y me expreso como puedo hacerlo. Pero más como una necesidad propia. Todo lo que pasa con la popularidad y con la fama lo siento venir más desde afuera que desde adentro mío. Mis hábitos, mis formas no cambiaron mucho.
¿Te pesan los 20 años de trayectoria y el éxito, al componer?
Pretendo mantener la frescura y la emoción frente a lo desconocido. Abel ganó un Gardel de oro, pero cuando yo estaba grabándolo no tenía idea de lo que iban a opinar del disco. Ponerme a componer pensando en lo anterior me impediría hacer un álbum nuevo. Quiero que cada disco sea un camino, un rasgo mío.
¿Cómo fue crecer junto al público?
Me provoca orgullo la conformación multigeneracional del público. Cuando tenía 14, venían los chicos y chicas con sus padres, ahora vienen con sus padres y sus hijos. Hemos crecido juntos verdaderamente.
¿No es mucho tener 20 años de carrera a los 31?
Me queda muchísimo por aprender. Recién hace tres años empecé a estudiar instrumentos, guitarra y piano. Que me falte tanto me hace sentir más joven dentro de la música que lo que soy.
CLARIN