04 Oct Los gusanos de Waitomo, estrellas luminosas en la noche cerrada
Por Irene Hartmann
Como la medusa de la mitología griega cuando seducía con su peculiar fisonomía y convertía en piedra a todo el que osara mirarla a los ojos, el gusano que habita en las cuevas de Waitomo, en Nueva Zelanda (en el sureste de la región Waikato, a dos horas de Auckland), emite una luz brillante con la que busca atraer a sus presas: primero las convoca, las cautiva y luego las conduce, con su lumínica belleza azul, a un hilo mucoso del que no podrán despegarse. ¡Claro que no nos ocurriá a nosotros! Los únicos que corren peligro son los pobres insectos distraídos de las Waitomo Glowworm Caves (www.waitomo.com; en inglés, glow significa “brillante”; y worm, “gusano”).
Como se presume, estas cavernas no serían tan especiales de no ser por este particular gusanito que, brillante como una luciérnaga, despliega un espectáculo fascinante sobre las paredes de roca calcárea. Ciertamente es un espectáculo nocturno, incluso de día. Porque entre la oscuridad subterránea y las larvas del insecto arachnocampa luminosa, cualquier intuición de semejanza con una imagen lograda del cielo estrellado, si bien sería pura coincidencia, no dejaría de ser totalmente acertada. Lo mejor: el tour para ver el show luminiscente se hace sobre un barquito que surca las cuevas por ríos subterráneos.
Un plan completo
Como se trata de una serie encadenada de cavernas, hay varios atractivos además de los gusanos brillantes. En primer lugar, los tours incluyen la chance de hacer rapel y tirolesa. Pero además hay otras dos cuevas increíbles para no perderse. Es el caso de Ruakuri, una caverna que se destaca por el enredado espiral de roca que se atraviesa al ingresar. Además, hay varias cascadas para ver adentro: el eco del agua, allá abajo, ofrece una experiencia sonora totalmente distinta a la de los saltos de agua comunes. Finalmente se aprecian caprichosas formaciones de piedra caliza.
Otra increíble cueva para ver está a cinco minutos en auto desde lo que podríamos llamar “la casa de los gusanos luminosos”: nos referimos a la cueva Aranui, dentro de la reserva natural Ruakuri. Por cierto, estos nombres tienen una razón de ser: Ruruku Aranui fue un maorí que descubrió el lugar, a comienzos del siglo XX. Si bien el pasadizo de la entrada es el más pequeño de las principales cuevas de Waitomo, adentro posee una colección increíble (y bella, no puede negarse) de estalactitas y estalagmitas, con formas de todo tipo.
Eso sí, quienes no resistan ver una cucaracha en la cocina deberían evitar el paso por Aranui. Es que ahí vive una importante colonia de “wetas”, unos desagradables insectos originarios de Nueva Zelanda, cuya genealogía se remonta a la época de los dinosaurios. Un dato esencial para graficarse en la cabeza el escenario es que “weta”, en maorí, significa “el feo”.
Pero sin dudas el plato fuerte bajo las colinas de Waitomo son esas grutas luminiscentes, o como dicen algunos, esa magnífica galaxia azul brillante de insectos en su fase larvaria. A bordo de la embarcación, surcando las aguas subterráneas, con los ojos en la cueva plagada de puntos brillantes, algún paseante quizás sienta oportunos estos versos de “El día que me quieras”, de Gardel y Le Pera: “La noche que me quieras/ desde el azul del cielo,/ las estrellas celosas/ nos mirarán pasar./ Y un rayo misterioso/ hará nido en tu pelo,/ luciernagas curiosas que verán/ que eres mi consuelo”.
CLARIN