16 Sep Más breve, gratuita y apoyada en los obispos: cambió la nulidad matrimonial
Francisco dejó atrás 300 años de burocracia vaticana al presentar una radical reforma del proceso de nulidad matrimonial, que introduce un inédito “proceso breve” para los casos en que la causa para anular es muy evidente, les da más poder a los obispos y la vuelve gratuita.
La reforma de uno de los procesos más largos y costosos para los fieles fue adoptada tras la creación de una comisión de expertos y anunciada el 8 de septiembre con la publicación de dos motu proprio, uno para la Iglesia romana y otro para las Iglesias Orientales. En ellas, Francisco hace referencia al “gran número de fieles” que no pueden anular sus matrimonios “debido a la distancia física y moral” con las “estructuras jurídicas” de la Iglesia.
El Papa dijo que los procedimientos necesitan acelerarse para que quienes buscan la anulación no sean “oprimidos durante largo tiempo por las tinieblas de la duda”. La reforma de un proceso asentado en la tradición de 300 años empezará a regir en sólo tres meses, el 8 de diciembre.
Una de las principales novedades que introduce el Papa es la institución de un “proceso breve” para conseguir la nulidad con la condición de que los dos cónyuges estén de acuerdo y que las condiciones para ello sean evidentes. En estos casos, la reforma da la potestad al obispo local para que se encargue de juzgar “los casos de nulidad más evidentes”, o que nombre un juez único bajo su responsabilidad.
En los procesos ordinarios, como hasta ahora, los casos serán estudiados por un tribunal formado por tres jueces, cuyo presidente debe ser un religioso, mientras que los otros dos pueden ser laicos. El plazo para la primera audiencia, que puede ser también la última si las dos partes están de acuerdo, será de 30 días desde el momento en el que se presente el pedido y se podrán requerir otros 15 días más si falta algún documento.
Además, para acelerar el proceso otra de las novedades más importantes es la introducción de una sola sentencia. Hasta ahora, el derecho canónico exigía que cada causa fuese analizada por dos tribunales en instancias sucesivas, por lo que tras terminar una primera fase, un tribunal inmediatamente superior tenía que confirmar la de primera instancia para que la sentencia pudiese ser considerada en firme.
Francisco explica que un juicio breve puede “poner en riesgo el principio del que el matrimonio es indisoluble” y por tanto se ha introducido la posibilidad de “apelación”, pero directamente a la sede metropolitana. Aunque también existirá la posibilidad para quien lo solicite de realizar el recurso de apelación a la sede apostólica, es decir, al llamado Tribunal de la Rota Romana.
Otro de los puntos principales de la reforma de Francisco es el tema de la “gratuidad” de los procesos, que ahora estarán a cargo de las diócesis.
El gasto para tramitar la anulación es tan costoso que a los ojos de muchos fieles era un privilegio para los más acaudalados. Varias celebridades, como la princesa Carolina de Mónaco, obtuvieron la nulidad de su matrimonio.
Según fuentes vaticanas, el proceso en la actualidad puede prolongarse hasta una década. Según la Universidad de Georgetown, el año pasado se presentaron unos 50.000 pedidos de nulidad, la mitad de ellos en Estados Unidos.
Esta ambiciosa medida democratiza el anacrónico trámite de anulación, pero no modifica los motivos que la justifican. Ya el cambio se había echado a rodar en octubre pasado, durante un sínodo sobre la familia, donde una mayoría de obispos se pronunció a favor de un trámite más fácil y rápido. El matrimonio católico puede anularse por varias razones, entre ellas la infidelidad reiterada, esterilidad acreditada, enfermedades contagiosas, ausencia de deseo de tener hijos o falta probada de fe. Fuera de casos bien fundados, el Vaticano insiste en que el matrimonio es para toda la vida, aunque Francisco siempre se mostró comprensivo con los divorciados vueltos a casar.
Pio Vito Pinto, decano de la corte del Vaticano que rige sobre las anulaciones, dijo ayer que las nuevas normas constituyen los cambios más sustanciales en el proceso desde el papado de Benedicto XIV, que se extendió entre 1740 y 1758.
El Papa actuó “con gravedad pero con gran serenidad, y puso a los pobres en el centro”, dijo Vito Pinto. Y en otra comparación histórica, señaló que la reforma de la nulidad expresa una orientación fundamental del Concilio Vaticano II, que otorga un papel central a los obispos.
La nueva norma vuelve a poner a Francisco en curso de colisión con los sectores más conservadores de la Iglesia. Según ellos, facilitar la nulidad equivale a un divorcio disimulado. Ambas visiones estarán frente a frente el mes próximo, durante un nuevo sínodo sobre la familia, donde se tratarán temas como el matrimonio, las adopciones, los homosexuales y el aborto.
LA NACION