El padre Mario Pantaleo, en el largo camino hacia la beatificación

El padre Mario Pantaleo, en el largo camino hacia la beatificación

Por Silvina Premat
“¿Ahora o después le cantamos feliz cumpleaños?”, preguntó el cura al terminar la misa por el centenario del nacimiento del padre Mario Pantaleo, muerto hace 23 años. “Ahora”, no dudaron los fieles que colmaban en la mañana del sábado último las instalaciones de la obra educativa y social creada en González Catán por ese sacerdote, conocido por su don de curar, y que sus amigos quieren llevar a los altares. Para eso, cuentan con centenares de inexplicables curaciones, que los fieles dicen haber obtenido después de rezarle a Pantaleo, y con el impulso inicial del ex arzobispo porteño, el papa Francisco.
“Le pedimos a Perla que sople las velitas”, propuso el padre Eugenio Mazzeo, señalando la torta junto al altar a Aracelis Gallardo de Garavelli, que con sus 89 años, participó de la misa en el primer banco. Perla, como todos conocen a la socia natural de Pantaleo en la realización de la OPM (Obra del Padre Mario), con su hijo Carlos consultó al entonces cardenal Jorge Bergoglio sobre la oportunidad de iniciar un proceso de beatificación.
“Pocos días antes de que viajara al cónclave fuimos a consultarle qué hacer ante tantos pedidos de la gente para que el padre Mario fuera beatificado”, confió Perla a LA NACION.
“Bergoglio no abrió juicio sobre el padre Mario, pero dijo que lo conocía y que veía razonable que se comenzara la causa en la arquidiócesis de Buenos Aires porque es donde murió”, contó Carlos Garavelli, albacea testamentario de Pantaleo que considera su beatificación un asunto “de estricta justicia”. Aunque admite: “No somos los que tenemos que decidirlo”.
Esa consulta a Bergoglio fue a principios de 2013. “Si tenemos suerte, quien inició el proceso va a tener que designar en el Vaticano al abogado del diablo como se dice”, agregó Carlos Garavelli, que suplió a Pantaleo en la conducción de una de las dos fundaciones que siguen su obra.
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A los pocos meses los amigos de Pantaleo pidieron autorización al sucesor de Bergoglio en el arzobispado porteño, el cardenal Mario Poli, para crear una asociación privada de fieles para estudiar la vida del padre Mario y difundir su figura.
“Estamos preparando un dossier con los datos históricos, algunos testimonios y otros documentos para probar las virtudes heroicas. Se espera que pronto pueda ser presentado al arzobispado de Buenos Aires y luego el padre Mario sea admitido como siervo de Dios”, informó el sacerdote y abogado canonista Daniel Medina a cargo de la presentación de la información requerida por la Iglesia para iniciar el proceso de beatificación.
Medina, que también es promotor de justicia en el Tribunal eclesiástico nacional, dependiente de la Conferencia Episcopal Argentina, agregó: “A diferencia de otros para quienes el mayor problema es tener casos que puedan presentarse como milagros, tenemos muchísimos”.
Se refería a curaciones que desafían la ciencia médica, como la de Leandro Gabach, que dialogó con LA NACION a metros del mausoleo por el que habrían pasado unos 5000 peregrinos sólo el sábado.
Gabach tiene 30 años y es médico. El sábado pasado también participó de la misa, en González Catán, a unos 30 kilómetros de su casa, en el centro porteño. Un trayecto que hizo en remise dos o tres veces por semana en los últimos seis meses desde que le diagnosticaron una severa afección en un riñón provocada por una enfermedad hematológica. “Venía a rezarle al padre Mario. Me curé y ahora sigo viniendo a agradecer”, contó. “No sólo me curé de esa enfermedad en la sangre sino que en una nueva imagen del riñón no aparecen señales de lo que tuve, algo que no pueden explicar”, contó sorprendido y agradecido.
En clima de oración los fieles hacían una extensa fila que pasaba junto a la casa del sacerdote -hoy, museo- y llegaba hasta la iglesia Cristo caminante, una de las primeras edificaciones que levantó.
El otro punto de atracción de los peregrinos es una figura de Pantaleo, en un patio seco en el que el cura solía atender a los enfermos. De poco más de un metro y medio de altura, como la del sacerdote, la estatua del artista cordobés Carlos Benavídez fue hecha con las miles de llaves donadas por los peregrinos y pintada de negro. Lo muestra como un hombre sonriente con las manos extendidas hacia adelante. “La pusieron en 2012, por los 20 años de su muerte, y a los pocos meses las manos ya estaban gastadas de tanto ser tocadas por la gente”, dijo Selma, una de las colaboradoras de la OPM.
“Cuando el padre vivía, cada 1° de agosto, reunía a los colaboradores y se informaba lo hecho y lo que se pensaba hacer”, contó Betty Rivero que, desde 1974 viaja regularmente a González Catán desde Liniers, para dar una mano.
Rivero recuerda que en algunos de esos 1° de agosto el padre Mario los llevó a recorrer lo que no era más que un baldío barroso. “Acá habrá un edificio con una escuela”, les decía señalando el lugar donde ahora se levanta el secundario y el primario al que asisten unos 3000 alumnos.
LA NACION