20 Aug Un llamado que valía un Premio Nobel
Por Juan Pablo Cinelli
En una entrevista concedida al diario El País de España, María Kodama, viuda y albacea universal de la obra de Jorge Luis Borges, volvió a contar la historia conocida del llamado telefónico que en 1976 alertó al escritor de que viajar a Chile para recibir un premio de manos del dictador Augusto Pinochet ponía en riesgo la posibilidad de recibir el Premio Nobel ese mismo año. La anécdota forma parte de una entrevista que tiene su centro en un asunto mucho menos espinoso que la relación entre Borges y la Academia Sueca: en ella Kodama recuerda los detalles de una travesía en globo que realizaron con el escritor a comienzos de la década de 1980 y que luego acabó formando parte del itinerario literario que Borges propone en su libro Atlas, de 1984. Kodama refiere también la historia en la que Borges se sentó con ella frente al televisor para ver la transmisión de la llegada del hombre a la Luna. Para un hombre que llevaba 15 años ciego, ese ver significaba otra cosa, más cercana a su oficio de narrador: tener el relato que la propia Kodama le iba haciendo de las imágenes televisivas a medida que estas iban teniendo lugar en la pantalla. “Le iba describiendo paso a paso lo que hacían los astronautas. No le gustaba la tele, pero aquello le gustó”, contó la viuda al diario español. Cuando el periodista la consultó acerca de cómo se llevaba el escritor con su ceguera, ella responde que cuando lo conoció él ya “no podía ver para escribir” pero que sin embargo nunca le oyó una queja, volviendo a subrayar la faceta épica del mito borgeano, en donde el ciego acepta estoicamente la fatalidad que el destino le impone.
Aunque la entrevista versa sobre aquella experiencia aérea de Borges, un recuadro destaca la historia del llamado telefónico bienintencionado que intentó disuadir al escritor de cruzar la cordillera para ir a estrechar la mano de Pinochet. En la reiteración de dicho recuerdo también es posible reconocer, de manera más evidente, la intención de abonar al recién aludido mito borgeano, esta vez señalándolo como un hombre de principios éticos insobornables, capaz de persistir en sus ideas, incluso en las menos altruistas, antes que ceder a presiones que consideraba extorsivas. Kodama cuenta que poco antes de viajar a Chile en 1976, donde iba a recoger el doctorado honoris causa en la Universidad de Chile, Borges recibió una llamada en la que desde Estocolmo le recomendaban no ir, haciéndole saber que no aceptar el consejo significaría ser apartado de toda consideración para ser tenido en cuenta en la selección del Premio Nobel de Literatura. Única testigo presencial de ese diálogo telefónico, Kodama recuerda que el autor de El Aleph dio por terminada la llamada diciendo: “Mire señor, le agradezco su amabilidad, pero después de lo que acaba de decirme mi deber es ir a Chile. Hay dos cosas que un hombre no debe permitir: sobornar o dejarse sobornar”. Y que después colgó el teléfono.
Con esta historia que lleva contando varios años (de hecho está incluida en el libro La furtiva dinamita, en la que el periodista y escritor Juan Pablo Bertazza reúne una antología de anécdotas en torno a los Premios Nobel y cuyo título cita parte del discurso que Borges diera al recibir finalmente el premio en Chile), Kodama intenta confirmar que si el escritor no recibió el prestigioso galardón se debió exclusivamente a cuestiones extra literarias. Y se suma así a otros relatos orientados en esa dirección. El escritor chileno Volodia Teitelboim afirma en su libro Los dos Borges, vida, sueños, enigmas, que el poeta sueco Artur Lundkvist, quien era miembro del jurado del Nobel, máximo experto de esa entidad en literatura latinoamericana y traductor al sueco de la obra borgeana, le reveló en 1979 que el argentino nunca recibiría ese premio. “Soy y seré un tenaz opositor a la concesión del Premio Nobel a Borges por su apoyo a la dictadura de Pinochet”, habrían sido sus palabras. En su edición del 7 de octubre de 1976, el mismo diario El País se hacía eco del rumor que indicaba que Vicente Aleixandre y Jorge Luis Borges compartirían el premio Nobel de Literatura ese año, ambos propuestos por Lundkvist. Borges estrechó la mano de Pinochet y aceptó el reconocimiento en Chile el 21 de septiembre de 1976. Aleixandre recibió el Premio Nobel un año después.
TIEMPO ARGENTINO