05 Aug Ultrasecreto: el poderoso y controvertido Equipo 6 de los Navy Seals
Por Mark Mazzetti y C. Drew
Planearon misiones letales desde bases secretas en los páramos de Somalia; participaron de enfrentamientos cuerpo a cuerpo de los que emergieron cubiertos de sangre ajena en Afganistán, y para sus incursiones nocturnas y clandestinas, usaron armas que van desde carabinas personalizadas hasta primitivas hachas de guerra.
Alrededor del mundo, manejaron bases de espionaje disfrazadas de barcos mercantes; se hicieron pasar por empleados civiles de empresas fachada y, en las embajadas, como parejas hombre-mujer de agentes encubiertos, rastrearon a quienes Estados Unidos quería matar o capturar.
Esas operaciones son parte de la historia jamás contada del Equipo 6 de los Navy Seals, una de las organizaciones militares más mitificadas, secretas y menos controladas de Estados Unidos. El que alguna vez fuera un reducido grupo reservado para misiones muy específicas y poco frecuentes, más conocido por haber matado a Osama ben Laden en Paquistán, se ha ido transformando, al calor de una década de combates, en una máquina de cacería a escala global.
Esa función refleja la nueva estrategia bélica de Estados Unidos, en la cual un conflicto no se dirime por las pérdidas o victorias en el campo de batalla, sino por el asesinato sistemático de combatientes sospechosos.
Casi todo lo que rodea al Equipo 6 de los Navy Seals, una unidad de la Fuerza de Operaciones Especiales, es un secreto, a tal punto que el Pentágono ni siquiera reconoce públicamente su existencia. Sin embargo, en los últimos años trascendieron relatos, en su mayoría elogiosos, de sus proezas. Pero un examen de la evolución del Equipo 6, a partir de decenas de entrevistas a actuales y ex integrantes del equipo, otros oficiales militares y documentos del gobierno, revela una historia mucho más compleja y polémica.
Mientras enfrentaba cruentas guerras de desgaste en Irak y Afganistán, en otros lugares el Equipo 6 llevaba adelante misiones que borraban la línea que tradicionalmente separa a un soldado de un espía. La unidad de francotiradores del Equipo 6 fue reformulada para hacer operaciones clandestinas de inteligencia, y soldados del Navy Seal se unieron a agentes de la CIA en el llamado Programa Omega, que les confería enormes libertades para la cacería de enemigos.
El Equipo 6 ha llevado a cabo con éxito miles de peligrosas incursiones gracias a las cuales, según los altos mandos militares, las redes terroristas se han visto debilitadas, pero las actividades del equipo también han generado constantes reclamos por las muertes excesivas y las bajas civiles.
Aldeanos afganos y un comandante británico acusaron a los Navy Seals de una matanza indiscriminada en el interior de un poblado. En 2009, miembros del equipo se unieron a la CIA y a las fuerzas paramilitares afganas en una escaramuza que terminó con un grupo de jóvenes muertos, y que agudizó las tensiones entre las autoridades de Afganistán y funcionarios de la OTAN. Hasta un rehén norteamericano liberado tras un dramático operativo de rescate cuestionó que los Navy Seals hayan matado a todos sus captores.
Y cada vez que surgieron sospechas sobre negligencias o excesos, se puso límite a la supervisión externa. El Mando de Operaciones Especiales de Estados Unidos, que supervisa las misiones del Equipo 6, llevó adelante su propia investigación de más de media docena de casos, pero rara vez las remitió a los investigadores de la Armada.
“El que investiga a Operaciones Especiales es Operaciones Especiales, y ése es parte del problema”, dijo un ex alto oficial militar, con amplia experiencia en operaciones especiales, que, al igual que muchos otros entrevistados, habló bajo condición de anonimato debido al carácter secreto de las actividades del Equipo 6.
Ni siquiera los supervisores civiles de las actividades militares examinan regularmente las operaciones de esa unidad. “Es un área en la que es evidente que el Congreso mucho no se quiere meter”, dijo Harold Koh, ex máximo consejero legal del Departamento de Estado, que asesoró al gobierno de Obama sobre operaciones militares clandestinas.
Desde 2001, el Equipo 6 recibió una lluvia de fondos y recursos que le permitieron incrementar significativamente sus filas para atender sus nuevas obligaciones: actualmente cuenta con alrededor de 300 tropas de asalto, llamados “operativos”, y cuenta con 1500 empleados de apoyo. Pero algunos de los integrantes del equipo cuestionan que con el vertiginoso ritmo de las operaciones, se ha ido erosionando la cultura de elite de la unidad, y que se malgastó al Equipo 6 en misiones de combate de poca monta.
El grupo fue enviado a Afganistán para cazar a los líderes de Al-Qaeda, pero, sin embargo, se pasaron años en enfrentamientos cuerpo a cuerpo con talibanes de segunda y tercera línea y otros combatientes enemigos. Los miembros del Equipo 6, según un ex “operativo”, funcionaron como “comodines con armas”.
El costo fue enorme: durante los últimos 14 años, murieron más miembros del equipo que durante toda su historia anterior. Las repetidas tomas por asalto, los saltos en paracaídas, las escaladas riesgosas y el fuego de los explosivos dejaron malheridos a muchos, tanto física como mentalmente.
IDIOSINCRASIA
El vigilado cuartel general del Equipo 6 en el Anexo Dam Neck de la Estación Aeronaval Oceana, al sur de Virginia Beach, alberga lo más secreto de la estructura militar. Totalmente fuera de alcance del ojo de la opinión pública, esa base no es sólo el hogar de los 300 operativos enlistados en el equipo (que rechazan el nombre de “comandos”), de sus oficiales y comandantes, sino también de sus pilotos, de los constructores de la unidad Seabee, de los técnicos en desactivación de explosivos, de los ingenieros, equipos médicos, y una unidad de inteligencia equipada con sofisticada tecnología de vigilancia y de rastreo global.
Navy Seal (sigla de Mar, Aire y Tierra, en inglés) es una evolución de los hombres rana de la Segunda Guerra Mundial. El Equipo 6 surgió décadas más tarde, en 1980, tras la misión fallida de rescate de los 53 rehenes norteamericanos capturados durante la toma de la embajada estadounidense en Teherán. La falta de planificación y el mal tiempo obligaron a los comandantes a abortar la misión, y ocho efectivos murieron en el choque de dos aeronaves sobre el desierto iraní.
La Armada le encargó entonces al comandante Richard Marcinko, un enérgico veterano de Vietnam, la formación de una unidad de mar, aire y tierra de pronta respuesta ante una crisis terrorista. El nombre mismo de la unidad era un intento de desinformación propio de la Guerra Fría: si bien en ese entonces sólo existían dos equipos Navy Seal, Marcinko llamó a su unidad Equipo 6 con la esperanza de que los soviéticos pensaran que esa fuerza era más numerosa.
Inicialmente, el Equipo 6 contaba con dos grupos de asalto, llamados Azul y Dorado, por los colores de la Armada. La insignia de los azules era la bandera pirata, y muy pronto se ganaron el apodo de “los chicos malos de azul”, por su abuso de las drogas, sus excesos de alcohol al volante y sus choques con vehículos alquilados durante sus ejercicios de entrenamiento, todo con una casi total impunidad.
Actuales y ex “operativos” del Equipo 6 afirman que ahora el perfil del grupo ya no es el mismo. Hoy sus miembros tienen mayor formación, están físicamente más entrenados, son de mayor edad y más maduros.
Muy a principios de la guerra de Afganistán, al Equipo 6 se le asignó la tarea de proteger al líder afgano Hamid Karzai, y uno de los efectivos norteamericanos recibió un disparo que le rozó la cabeza durante un intento de asesinato del futuro presidente afgano.
Pero en los años que siguieron, Karzai se convirtió en un duro crítico de las tropas de Operaciones Especiales de Estados Unidos, y se quejaba de que esas fuerzas mataban sistemáticamente a civiles durante sus incursiones. Para Karzai, las actividades del Equipo 6 y otras unidades norteamericanas terminaban alentando el reclutamiento de seguidores de los talibanes y, finalmente, decidió prohibir por completo los raides nocturnos.
La mayoría de las misiones no tenían un propósito letal. Varios miembros del Equipo 6 dicen haberse ocupado de escoltar a mujeres y chicos hasta sus hogares, impidiendo que los hombres se les acercaran a fuerza de empujones o a punta de pistola. Usualmente, tomaban prisioneros. Un oficial dijo que varios detenidos terminaron con la nariz rota después de recibir los trompazos de un agente para someterlos.
Los integrantes del Equipo 6 suelen operar bajo la atenta mirada de sus comandantes -los oficiales de los centros de operaciones de ultramar y de la base Dam Neck tienen las imágenes en vivo que les transmiten los drones de vigilancia durante los operaciones-, pero también tienen una amplia libertad para matar.
Si bien los enfrentamientos con el enemigo de las tropas de Operaciones Especiales estaban reguladas por las mismas normas que el resto del personal militar en Afganistán, los miembros del Equipo 6 solían hacer sus incursiones durante la noche y, por lo tanto, las decisiones de quién vivía y quién moría eran tomadas en el interior de lugares cerrados, frente a escasos testigos y lejos del escrutinio de los drones.
Los “operativos” usaban armas con silenciador para matar a sus enemigos mientras dormían, una acción que ellos defienden asegurando que no es diferente de arrojar una bomba sobre una barraca enemiga. “Me escurría en la casa de la gente mientras dormían”, dice Bissonnette en su libro No Hero (Nada de héroes), escrito con el seudónimo de Mark Owen. “Si los encontraba con un arma, los mataba, al igual que el resto de mis compañeros del comando.”
Y esa decisión no tenía vuelta atrás. Al señalar que tiraban a matar, un ex suboficial agregó que las tropas disparaban “rondas de seguridad” sobre los abatidos, para asegurarse de que estuvieran muertos.
Según ese mismo suboficial, las reglas se reducían a lo siguiente: “Si en esa décima de segundo en la que evaluás la situación te sentís amenazado, quiere decir que vas a matar a alguien”.
El suboficial relató que tras matar a tres personas desarmadas, incluida una chica, en episodios separados, un francotirador les dijo a sus superiores que los había percibido como una amenaza. Desde el punto de vista legal, con eso alcanza. “Pero en el Equipo 6, eso no corre”, dijo el suboficial. “La amenaza tiene que ser real.” Y agregó que el francotirador en cuestión fue separado del Equipo 6.
ESPIONAJE
Desde la cadena de bases de fuego en la frontera afgana, el Equipo 6 enviaba rutinariamente a algunos lugareños a reunir información de inteligencia en las zonas tribales de Paquistán. El Equipo transformaba los pintorescos ómnibus multicolores tan populares en la región en verdaderas unidades móviles de espionaje, donde ocultaban sofisticados equipos de escuchas y vigilancia, y luego los enviaban del otro lado de la frontera.
Más allá de Afganistán y Paquistán, los miembros del Escuadrón Negro del Equipo 6 se desplegaron por el mundo en misiones de espionaje. El Escuadrón Negro, la unidad original de francotiradores del Equipo 6, fue reestructurado luego de los ataques del 11 de Septiembre, para llevar adelante “operaciones de fuerza avanzadas”, que en la jerga militar no es otra cosa que la recolección de información de inteligencia y otras actividades clandestinas que antecede a una misión de Operaciones Especiales.
Ése era un concepto particularmente popular en el Pentágono durante el mandato del ex secretario de Defensa, Donald Rumsfeld. Hacia mediados de la década pasada, McChrystal había establecido que el Equipo 6 tendría un rol más activo en las misiones de inteligencia en todo el mundo y a partir de entonces los “operativos” del Escuadrón Negro se desplegaron en todas las embajadas de Estados Unidos, desde el África Subsahariana, Medio Oriente y también hasta América latina.
El Equipo 6 usaba las valijas diplomáticas para el traslado de armas para los agentes del Escuadrón Negro desplegados en el extranjero, según un ex integrante de la fuerza.
En Afganistán, los “operativos” del Escuadrón Negro vestían atuendos tribales y se infiltraban en las aldeas para instalar cámaras y dispositivos de escucha, así como para extraer información de los lugareños en los días y semanas previos a una incursión nocturna, según varios ex integrantes del Equipo 6.
En Medio Oriente, la unidad arma empresas fachada en las que se encubren los “operativos”, y maneja estaciones de espionaje flotantes, disfrazadas de barcos mercantes, frente a las costas de Somalia y Yemen. Los miembros del Escuadrón Negro que trabajan en la embajada de Estados Unidos en Saná, la capital yemenita, fueron cruciales en la búsqueda de Anwar al-Awlaki, clérigo extremista y ciudadano norteamericano que se había asociado con Al-Qaeda en la Península Arábiga (AQPA) y que fue asesinado por un drone de la CIA en 2011.
El Escuadrón Negro tiene algo que el resto del Equipo 6 no tiene: agentes mujeres. Las mujeres de la Armada pueden ingresar en el Escuadrón Negro y son enviadas a reunir información de inteligencia en el extranjero, donde suelen trabajar en las embajadas con un compañero varón.
El Escuadrón Negro cuenta actualmente con 100 efectivos, y su crecimiento coincide con la expansión de la sensación de amenaza en todo el mundo. También refleja un giro en la política norteamericana. Tras la debacle de 1993 en la Batalla de Mogadiscio, en Somalia, los funcionarios norteamericanos eran reticentes al uso de “guerreros en las sombras”, pero actualmente se muestran predispuestos a enviar a los conflictos a unidades como el Equipo 6, por más que Estados Unidos prefiera no reconocer el rol que cumplen.
“Cuando yo era parte, siempre estábamos a la búsqueda de alguna guerra”, dijo Zinke, congresista y ex miembro del Equipo 6. “Y estos tipos las encontraban.”
LA NACION