Lo imposible según Cruise

Lo imposible según Cruise

Por Marcelo Stiletano
Desde hace casi dos décadas, gracias al talento de Hollywood para transformar en un gran espectáculo las intrigas más complejas de la agenda internacional, que no hay desafío, peligro o amenaza para la paz del mundo que el agente especial Ethan Hunt no pueda resolver. Pero en los últimos días, ese personaje tan longevo y rendidor, que todavía está muy lejos de enfrentar su última misión, ayudó al actor que lo interpreta para alcanzar su máximo objetivo, mucho más allá de la ficción.
En las vísperas del estreno de su quinta película en 19 años como Ethan Hunt, Tom Cruise logró lo imposible: que la atención mediática que siempre recibe por su condición de estrella globalizada en el momento de un nuevo gran estreno tenga que ver más con el cine que con su vida privada, que tuvo mucho de accidentada en los últimos años.
A los 53 años, el perseverante Cruise parece dispuesto a demostrar que dispone de armas eficaces y rendidoras para conservar su lugar en el firmamento hollywoodense. Su rostro exhibe un aire de satisfecha victoria mientras recorre el mundo presentando Misión: imposible- Nación secreta, el más importante de los estrenos en la Argentina. Sin ir más lejos, hay más atención por Cruise y la película que por Cruise y la cienciología.
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La cuestión se realza si tenemos en cuenta que la película se estrenó a fines de julio en 40 países al mismo tiempo, lo que implicó una atención virtualmente planetaria sobre un hombre que ayer nomás (en 2013) era capturado por la cámara con notas al pie que hablaban de supuestos problemas con la hija que tiene a su cargo, de nuevas derivaciones de su divorcio con la madre de la pequeña (la también actriz Katie Holmes) y, sobre todo, de la influencia que la cienciología supuestamente ejerció en algunas de las decisiones menos felices de su vida.
Lo cierto es que Cruise no se parece en este tiempo feliz al hombre atribulado por los aparentes efectos nocivos que las cuestionadas enseñanzas de L. Ron Hubbard habría ejercido sobre su temperamento. El Cruise de estas horas es la réplica exacta del que conocimos en Buenos Aires en marzo de 2013, regalando simpatía y gestos seductores a todo el que se acercaba a saludarlo durante la premiere mundial de Oblivion: el tiempo del olvido. La imagen acaba de repetirse en Viena (lugar clave de la trama de Misión: imposible 5 y sede de su estreno global), así como en Toronto y en Nueva York. Cruise no dejó allí sin su selfie o su autógrafo a ningún fan: empleó en cada ciudad varias horas sobre la alfombra roja para cumplir el sueño de todos.
¿Y cuál es el sueño del propio Cruise? Por lo que se ve en la película, explorar hasta el fondo los límites de su propia resistencia. Si Ethan Hunt, al cabo de dos décadas, vuelve a aceptar las misiones que se le encomiendan a través de mensajes “que se autodestruirán en 30 segundos” es porque siente en carne propia la adrenalina del lugar en el mundo que ocupa el personaje.
En cada nuevo episodio de Misión: imposible en la pantalla grande, Hunt se reinventa. Hay datos insoslayables que no pueden dejar de repetirse (como la invocación al inmortal leitmotiv musical creado en los años 60 para la serie de TV por el gran Lalo Schifrin), pero el hábil Cruise, tan consciente de su identidad de productor como de actor, resuelve dar una vuelta más al engranaje de la aventura. Y esa intuición lo lleva a recurrir en cada ocasión a miradas distintas detrás de las cámaras. Un antídoto para los previsibles riesgos de repetición, desgaste y anquilosamiento.
Así pasaron Brian De Palma, John Woo, J. J. Abrams y Brad Bird, ilustres nombres de directores que precedieron al que parece ser el destinado a cerrar la aventura. Cruise volvió a contar esta vez con la ayuda de Abrams (brillante artífice de una aventura, la tercera, de alto vuelo creativo y poca suerte en la taquilla) como productor, pero sobre todo con la de Christopher McQuarrie como guionista y director.
Queda claro por lo visto en la magnífica Jack Reacher (de la que fue guionista y director) y en la no menos lograda Al filo del mañana (que sólo escribió), que McQuarrie escribe al servicio de la cabeza y del corazón de Cruise. No sólo eso: es probable que Misión: imposible- Nación secreta haya inaugurado un nuevo camino en el modelo del thriller cargado de conspiraciones internacionales e intrigas ligadas al terrorismo global y al comportamiento de las grandes potencias que tantas muestras nos entregó en los últimos años. Hunt y sus pares (habitantes de un mundo ambiguo lleno de políticos cínicos y calculadores, lealtades dudosas y dobles agentes) quedan a la vista más que nunca como títeres de grandes poderes inalcanzables que muestran los dientes como en los tiempos de la Guerra Fría.
El otro factor que McQuarrie decidió estimular todavía más al influjo de los deseos de Cruise es el del riesgo extremo para la máxima estrella de la película. A la manera de Jean-Paul Belmondo, que en su etapa de rey indiscutido del cine de acción europeo filmaba sus éxitos de los años 80 sin recurrir a dobles de riesgo, Cruise renuncia a la ayuda de la fábrica de efectos especiales y al aporte de los stunts para mostrarse definitivamente como el actor más temerario del momento.
“Ya se dijo muchas veces que Cruise, de no haber sido actor, hubiese elegido trabajar de doble de riesgo”, admitió hace poco el coordinador de los stunts de Misión: imposible 5, Wade Eastwood. Apuntó sobre todo al par de secuencias de las que ya habla todo el mundo antes del estreno de la película. Una muestra a Cruise aferrado a la puerta de un Airbus AA400, el avión de transporte militar más popular del mundo, en pleno despegue a toda velocidad. La escena se rodó ocho veces en una base aérea militar británica: Cruise primero corre sobre una de las alas y luego se afirma sobre una puerta lateral de la aeronave (sostenido por un arnés) mientras ésta despega. “Siempre hay una reacción más visual y más intensa de parte del espectador cuando se sabe que lo que se mira es real”, dijo McQuarrie.
La otra muestra al actor zambulléndose unos 40 metros hacia un hueco lleno de agua, prólogo de una escena en la que permanece sumergido mucho tiempo. “Llegó a estar casi seis minutos sin necesidad de respirar”, precisó Eastwood.
En Marruecos, donde filmó una larga persecución vial gracias a que el gobierno local dispuso el cierre de la principal autopista durante 15 días, Cruise aprovechó para explorar futuras locaciones. Ya está pensando en una sexta película, que imagina de nuevo a cargo de McQuarrie. En ella, según Variety, Cruise sueña con cruzar el cielo de Corea del Norte atado sobre el aparato en el que se trasladan e impulsan los misiles. ¿Una locura? Cruise volvió a demostrar que es capaz de alcanzar lo imposible. ¿Por qué no creer que puede ir todavía más allá?
LA NACION