09 Aug Harper Lee frente al misterio inagotable del ruiseñor de las letras
Por Marc Bassets
Uno de los mayores misterios de las letras contemporáneas se esconde tras las paredes de una residencia de ancianos en un pueblo de 6500 habitantes en el sur de Estados Unidos. La residencia se llama The Meadows (las praderas) y es un edificio modesto de una planta en una calle próxima al centro de Monroeville (Alabama). Un día de principios de mayo, dos guardias de seguridad, uno blanco y otro negro, vigilaban la entrada de The Meadows. Su misión era impedir el paso de extraños.
-No puedo responder ninguna pregunta -dice uno de los guardias.
Hace tiempo que no se acerca ningún periodista, pero están preparados. Allí, custodiada por los guardias de seguridad y protegida ante el asedio de desconocidos, vive Harper Lee, la autora de una novela perfecta, Matar a un ruiseñor. La historia se ubica en Maycomb, un lugar ficticio inspirado en Monroeville, durante los años de la segregación racial. Publicada en 1960 y premiada con el Pulitzer, la novela vendió más de 30 millones de ejemplares y ha marcado a generaciones de lectores en todo el mundo. La versión cinematográfica, con Gregory Peck como protagonista, ganó tres Oscar en 1963.
Lee, que tiene 89 años y problemas de oído y visión desde que sufrió un ictus en 2007, se prodiga poco en público. Después de Matar a un ruiseñor no volvió a publicar. No concede entrevistas desde 1964, aunque en la década pasada trabó amistad con una periodista de Chicago, Marja Mills, que después publicó un libro sobre ella y su hermana, Alice.
-Harper no permitiría que Barack Obama la entrevistase, aunque se lo pidiese -avisa por teléfono el historiador Wayne Flynt, amigo de la escritora y profesor emérito de la Universidad de Alabama.
Por el empeño en preservar su intimidad y por su silencio literario, Harper Lee pertenece a la misma estirpe que J. D. Salinger: escritores que en una época de sobreexposición mediática rehuyeron los focos y dejaron de publicar. A estos dos misterios -por qué Harper Lee sólo publicó una novela y por qué se escondió después- se añade uno nuevo. En febrero, la editorial Harper Collins anunció que el 14 de julio publicará Go Set a Watchman (Ve y pon un centinela), un título sacado del Libro de Isaías en el Antiguo Testamento. La nueva novela se ha presentado como una secuela de Matar a un ruiseñor. En realidad, fue escrita antes. Tonja Carter, la abogada de Lee, descubrió en otoño de 2014 el manuscrito y se lo mostró a Lee, según un comunicado de la editorial Harper Collins. “No era consciente de que [el manuscrito original] había sobrevivido, así que fue una sorpresa y una alegría cuando mi querida amiga y abogada Tonja Carter lo descubrió -dice Lee, citada en el comunicado-. Después de mucho pensar y dudas, lo compartí con un puñado de personas en quienes confío y me alegró escuchar que lo consideraban digno de publicación.”
Matar a un ruiseñor narra tres años en la vida de Maycomb, entre 1932 y 1935, a través de la mirada de Scout, una niña de casi seis años que vive con su hermano, Jem, a punto de cumplir los diez, y su padre viudo, el abogado Atticus Finch. Ve y pon un centinela es la historia de Scout de mayor. En los años cincuenta vive en Nueva York, como Harper Lee en la misma época, y vuelve a Maycomb para ver a su padre. El regreso la obliga a afrontar y entender las actitudes de su padre ante una sociedad cambiante y su propio lugar en el pueblo de su infancia. Éste es el punto de partida. Nadie, excepto los editores de Harper Collins y un puñado de personas, conoce más detalles del contenido. Nadie ha aclarado tampoco por qué, después de medio siglo de silencio, Lee ha decidido publicar esta novela oculta, o perdida, cuando durante todo este tiempo la escritora dio a entender que su obra comenzaba y terminaba con Matar a un ruiseñor. “Primero, por todo el dinero del mundo no estoy dispuesta a someterme a toda la presión y la publicidad por las que pasé con Mockingbird”, dijo una vez Lee a un amigo.
Éste es el tercer misterio, el que divide a Monroeville y extiende una sombra sobre la noticia literaria del año, posiblemente de la década. ¿Por qué ahora? ¿Decidió Harper Lee por su propia voluntad publicar la novela o alguien la manipuló?
Si no fuese por la industria turística ligada a Matar a un ruiseñor, Monroeville sería hoy un pueblo más en el deep south, el sur profundo de Estados Unidos. La carretera que conduce a Monroeville está flanqueada por bosques, casas destartaladas, campos de algodón e iglesias: baptistas, metodistas, pentecostales. Ir a la iglesia, dice la narradora de Matar a un ruiseñor, “era el principal recreo de Maycomb”. La South Alabama Avenue, que lleva al centro del pueblo, es como tantas calles de cuatro carriles en los pueblos y ciudades de este país: restaurantes de comida rápida, unos grandes almacenes Wal Mart. En 2009 cerró la fábrica de la empresa textil Vanity Fair. “Es un pueblo en declive”, constata Wayne Flynt. Woody Bullard, vendedor en el concesionario local, saluda a todos los vecinos que circulan en coche por South Alabama Avenue, la misma calle donde vivía Harper Lee y donde pasaba los veranos su amigo de infancia, el escritor Truman Capote.
-Era una mujer directa -dice Bullard-. Decía lo que tenía en la cabeza.
Matar a un ruiseñor es más que una novela: es un monumento nacional. Se lee en las escuelas y sigue reimprimiéndose. Atticus es un modelo de padre, de abogado, de ciudadano. El libro, lleno de consejos para la vida práctica (“Nunca entenderás a una persona de verdad hasta que veas las cosas desde su punto de vista…”), es un manual ético, una Biblia cívica.
La relación entre Harper Lee y Monroeville siempre fue incómoda. Matar a un ruiseñor, pese a la mirada benévola de la niña sobre sus conciudadanos, es un retrato implacable de un pueblo racista y clasista. Lee abandonó Alabama en 1949. Nueva York la esperaba. Al contrario que su hermana, Alice, una figura activa en la comunidad, la señorita Nelle -su nombre completo es Nelle Harper Lee- no se sentía a gusto en el pueblo: lo consideraba un lugar “sofocante”. La tensión saltó en 2013, cuando Lee demandó al Museo del Condado de Monroe, alojado en la sede del viejo juzgado, por intentar “capitalizar la fama” de la novela y vulnerar sus derechos de autor al vender merchandising inspirado en el libro. Ambas partes llegaron a un acuerdo en 2014.
Tras el anuncio de la publicación de la novela, la denuncia anónima de un médico que aparentemente conocía a Lee llevó a los servicios sociales del estado de Alabama a abrir una investigación por fraude a una persona vulnerable. Aunque el estado de Alabama cerró la investigación, no se han acallado las sospechas. La mayoría de los rumores los dicen en privado personas que no conocen directamente a la señorita Nelle; sólo unas pocas lo hacen a cara descubierta.
A la entrada de un acto religioso de la jornada nacional de oración, en la sala de audiencias del juzgado, una mujer dice haber visitado recientemente la residencia de ancianos donde vive Lee. Explica que aquel día la saludó y que cinco minutos después no se acordaba de ella:
-Solo le diré una cosa. No está bien de salud.
Todas estas conjeturas apuntan a Tonja Carter, la abogada del despacho Barnett, Bugg, Lee and Carter que descubrió el manuscrito de la nueva novela y negoció su publicación con Harper Collins. El bufete tiene historia. Fundado en 1901, tuvo entre sus socios a A. C. Lee, padre de Harper y Alice e inspirador de Atticus Finch. Alice trabajó en la oficina desde 1944. A los 100 años seguía activa. Murió en noviembre de 2014 a los 103. Tonja Carter, que llevaba tiempo en el despacho, pero no se graduó en la Escuela de Derecho de la Universidad de Alabama hasta hace poco, ha tomado el relevo. Barnett, Bugg, Lee and Carter se encuentra en una calle perpendicular a South Alabama Avenue. Es jueves por la mañana y el paso al bufete está libre. Detrás de la mesa de la recepción no hay nadie. Una puerta abierta conduce a unas oficinas. Pasan unos 20 segundos y, al final, una mujer responde a los saludos de los recién llegados.
-¿Podríamos hablar con Tonja Carter?
-Hoy no está -responde.
No habrá forma de hablar con Tonja Carter. Dos correos electrónicos quedan sin respuesta.
Una manzana más lejos del venerable bufete se encuentra el Courthouse Cafe, uno de los tres o cuatro restaurantes del centro de Monroeville. La propietaria, Janet Sawyer, se sienta en una mesa para exponer su opinión sobre el caso.
-No creo que ella [Harper Lee] lo haya decidido -dice, en alusión a la publicación de la nueva novela. Sugiere que Tonja Carter quiere sacar un beneficio, sin concretar cuál.
En el funeral de Alice, algunos amigos vieron a Harper “divagando y hablando consigo misma”, dice Sawyer. Sospecha que la escritora “no está en sus cabales”. “La mantienen como si estuviese prisionera.” Sawyer destaca la anomalía de que una de las personas más ricas del mundo literario viva en la residencia de ancianos del pueblo: “Debería estar viviendo en casa con una persona que la cuidase”.
-¿Por qué iba a decidir publicar un libro cuando tiene 89 años y vive en The Meadows? -se pregunta-. La codicia mueve muchas cosas.
A la pregunta sobre si, pese a todas las acusaciones que lanza, leerá Ve y pon un centinela, responde: “¡Claro que sí!”.
La librería Ol’Curiosities & Book Shoppe ha encargado 5000 ejemplares de la nueva novela. Tantos, que ha tenido que alquilar un local para almacenarlos cuando lleguen. Piensen lo que piensen sobre los motivos de Harper Lee o de su abogada para publicar Ve y pon un centinela, todos los entrevistados en Monroeville esperan impacientes el 14 de julio.
Quizá se lleven una decepción.
Wayne Flynt, el profesor emérito de la Universidad de Alabama, pronostica que el retrato de Monroeville -el Maycomb ficticio- no será nada amable en la nueva novela, menos incluso que el de Matar a un ruiseñor, en la que la mirada era la de una niña; en Ve y pon un centinela es la de una adulta que ha vivido en Nueva York, que se ha empapado de las noticias, sobre la segregación y la violencia antinegra en Alabama. Quizá, y esto es una especulación, advierte Flynt, Atticus Finch ya no aparezca como el padre idealizado. Pocas personas han tratado tanto, en los meses recientes, a Lee como Flynt. Él y su esposa la han visitado una docena de veces desde principios de año. Incluso se han visto fuera de la residencia The Meadows. Acudieron juntos a ver una representación de El rey Lear en el Festival Shakespeare de Alabama, en Montgomery. El historiador cuenta que, en sus conversaciones, la escritora recuerda historias de sus antepasados que participaron en la guerra civil. Que le cuesta oír y sus amigos tienen que escribirle lo que quieren decirle. Pero que no ha perdido la lucidez mental ni el sentido del humor. Cuando, en uno de sus encuentros con Lee, Flynt le habló de la nueva novela, ella replicó:
-¿Qué nueva novela?
-La que se ha encontrado y se va a publicar.
Por un momento, Flynt pensó que sí, que la memoria de Lee flaqueaba y le fallaban las capacidades mentales.
-No sé nada de una nueva novela -respondió Lee.
-Go Set a Watchman.
En efecto, Harper Lee escribió Ve y pon un centinela antes de Matar a un ruiseñor.
-No es mi nuevo libro. Es mi viejo libro.
LA NACION