Casas fantasma: Japón se pregunta qué hacer con sus viviendas vacías

Casas fantasma: Japón se pregunta qué hacer con sus viviendas vacías

Por Jonathan Soble
Desde que su vecina se mudó, hace una década, Yoriko Haneda hizo todo lo posible para que la casa que quedó vacía no se convirtiera en una ofensa para los ojos. Haneda poda regularmente los arbustos para que no interfieran con la vista del mar.
Sin embargo, no extendió su trabajo voluntario de jardinería a la siguiente vivienda, que también está desocupada y tapada por cañas de bambú. En este barrio de colinas a una hora de Tokio, las casas abandonadas se cuentan por decenas.
“Hay casas vacías por todas partes, lugares donde no vive nadie desde hace 20 años, y cada vez son más”, dice Haneda, de 77 años, y luego se queja de los ladrones que ingresaron dos veces a la casa vacía de su vecina y del tifón que causó daños en el techo de la otra vivienda.
A pesar de que la aversión por el dispendio está arraigada en la idiosincrasia japonesa, los hogares abandonados se esparcen por todo Japón como reguero de pólvora. El índice de inmuebles residenciales desocupados por largo plazo escaló significativamente por encima de las cifras de Estados Unidos y Europa, y en la isla hay actualmente alrededor de 8 millones de viviendas vacías, según datos del gobierno. Casi la mitad de ellas fueron abandonadas y olvidadas por completo. No están ni en venta ni en alquiler. Simplemente están ahí, con sus variados grados de deterioro.
Esas casas fantasma son el signo más visible del retroceso poblacional en un país cuyo número de habitantes alcanzó su máximo hace cinco años y que, según las previsiones, se reducirá en una tercera parte durante los próximos 50 años. La presión demográfica ha sido un lastre para la economía, ya que una población económicamente activa cada vez más reducida debe financiar a la creciente proporción de ancianos, y ha generado un intenso debate sobre propuestas para fomentar la inmigración o para alentar a las mujeres a tener más hijos.
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Por el momento, y tras décadas de luchar contra la superpoblación, Japón enfrenta el problema inverso: cuando una sociedad se achica, ¿qué debe hacerse con las edificaciones que ya no necesita?
Muchas de las casas desocupadas en Japón fueron heredades por personas a las que no les sirven, pero que tampoco pueden venderlas por falta de compradores interesados. Pero demolerlas plantea cuestiones sensibles sobre los derechos de propiedad y sobre quién debería solventar ese gasto. Este año, el gobierno aprobó una ley de impulso a la demolición de la mayoría de las viviendas en avanzado estado de abandono, pero, según los expertos, la oleada de nuevas casas vacías sería difícil de frenar.
“Tokio podría terminar rodeada de muchas Detroit”, dijo Tomohiko Makino, experto inmobiliario que estudió el fenómeno de las viviendas vacantes. Ese fenómeno que se limitaba a localidades remotas hoy alcanza a las ciudades regionales y a los suburbios de las grandes metrópolis. Incluso en la bulliciosa capital el porcentaje de viviendas desocupadas está subiendo.
La localidad de Yokosuka está en la línea de fuego. A tiro de Tokio para ir a trabajar y cercana a bases navales y fábricas de automóviles, supo atraer a miles de jóvenes en busca de trabajo en la época de pujante crecimiento económico de la posguerra. En ese entonces, la tierra era escasa y costosa, así que los recién llegados construyeron hogares pequeños y sencillos.
Pero ese boom se invierte inexorablemente. Los jóvenes trabajadores de la posguerra son ahora jubilados, y muy poca gente, ni siquiera sus propios hijos, quiere ocupar esas viviendas. “Los hijos de esa generación ahora viven en las torres del centro de Tokio”, dice Makino. “Para ellos, el hogar familiar es un lastre y no una propiedad.”
La tasa de nacimientos en Japón está clavada desde la década de 1970 por debajo del número necesario para mantener la población, consecuencia de que los jóvenes cada vez se casan más tarde, y de que al ingresar en el mercado de trabajo las mujeres posponen la maternidad.
La localidad de Yokosuka está intentando revertirlo, alentando a los propietarios de casas abandonadas a limpiarlas y sacarlas al mercado, mediante un “banco de viviendas vacantes” online, donde pueden mostrar propiedades a las que las inmobiliarias ni se acercan.
Los escasos interesados se quedarían con una verdadera ganga, pero hasta ahora se vendió una sola vivienda, una casa de madera de una sola planta y 60 años de antigüedad con un pequeño jardín que estaba publicada en unos 5400 dólares.
Y hay lotes más altos, sobre la ladera, que se pueden comprar por unos cientos de dólares. Cuatro casas fueron alquiladas, una de ellas a estudiantes de enfermería, que obtuvieron un descuento a cambio de estar atentos a la salud de los ancianos de la zona.
Otras ciudades probaron con sus propias soluciones creativas, como ofrecerles reembolsos en efectivo a los forasteros que deciden comprar una casa y mudarse a ella. Algunas localidades lograron seducir a grupos de artistas y trabajadores independientes que pueden seguir conectados con sus clientes urbanos a través de Internet.
Incluso existe un floreciente proyecto artístico, el Echigo-Tsumari Art Field, que tomó edificaciones desocupadas en una hilera de localidades del noroeste para convertirlas en obras de arte. Los visitantes pueden pasar la noche en una “casa de sueño”, diseñada por la artista Marina Abramovic, que tiene camas con forma de ataúdes y luces de colores para estimular los sueños, o pueden recorrer otros edificios que fueron profusamente tallados, pintados o llenados de instalaciones escultóricas.
“Tal vez ya no sean utilizadas con su propósito original, pero es importante que se conserven físicamente”, dijo el fundador del proyecto, Fram Kitagawa. “Lo importante es preservarlas para algo positivo.”
Sin embargo, los números crudos sugieren que la cantidad de viviendas que pueden rescatarse para ser reutilizadas es limitada. Se espera que la población actual de 127 millones de personas de Japón se contraerá en un millón por año durante las próximas décadas. Los esfuerzos para aumentar la bajísima tasa de natalidad del país han sido apenas exitosos, y la gente no parece ávida de abrirse a la inmigración masiva. “Tenemos demasiada infraestructura”, dice Takashi Onishi, profesor de planificación urbana y presidente del Consejo de Ciencias de Japón.
El gobierno, según Onishi, terminará por cortar los servicios públicos, como el agua o el mantenimiento de rutas y puentes de las zonas más deshabitadas. “No podemos mantener todo esto. Tendremos que tomar decisiones duras.”
La solución más directa para las casas abandonadas es demolerlas antes de que se conviertan en un peligro o de que esos barrios se ganen la fama de inhabitables. Pero muchas veces, sus dueños son difíciles de rastrear, y no quieren hacerse cargo de los gastos de demolición.
Hidetaka Yoneyama, especialista en vivienda del Instituto de Investigaciones Fujitsu, dice que hasta hace poco, los hogares de Japón eran construidos para durar apenas unos 30 años, para luego ser demolidos y reconstruidos. La calidad de la construcción está mejorando, pero el mercado de inmuebles usados sigue siendo diminuto. Los desarrolladores inmobiliarios siguen construyendo más de 800.000 casas y condominios al año, a pesar de la abundancia de viviendas vacías.
“En la era del boom económico, eso le convenía a todo el mundo”, dice Yoneyama. Pero dentro de 20 años, según sus cálculos, más de un cuarto de todas las casas de Japón estarán vacías. “La cosa se invirtió. La población se achica y nadie quiere vivir en esas casas viejas.”
LA NACION