15 Jul Wolfgang Schäuble: un lobo con piel de lobo
Para entender la crisis de Grecia.
Por Mariano Schuster
Dieter Kaufmann se levantó de su taburete y apuntó con su revólver a la cara de Wolfgang Schäuble. Era agosto de 1990 y el político conservador debatía con dirigentes y militantes en una cervecería de Oppenau. Sin amenazas previas, Kaufmann, un ezquizofrénico de 37 años, disparó dos veces al dirigente derechista. Una bala le atravesó el rostro y la otra acabó en la espina dorsal. Fue entonces cuando su vida cambió para siempre: le diagnosticaron una parálisis que lo condenó a la silla de ruedas para siempre.
Sin embargo, a este hombre duro e incansable, que mira al mundo detrás de unas gafas redondas mientras exhala el humo de su pipa con displicencia, nada lo paraliza definitivamente. Es el político más temido en la Unión Europea y uno de los más respetados de su país. No es un tecnócrata ni un advenedizo, sino un hombre de Estado que representa a la perfección la voluntad de Alemania. Tiene la compleja tarea de dirigir las finanzas de su país y, por consiguiente, de ser el malo de la película. Schäuble es el amo de Europa.
Nacido en Friburgo en el bélico año de 1942, recibió una educación protestante que lo marcó para siempre. Su padre, asesor fiscal en una empresa textil, era un hombre de férreos principios luteranos: ahorrar todo lo posible, trabajar lo máximo y alcanzar el éxito a través del esfuerzo. Wolfgang asumió esos atributos y, tras estudiar Derecho y Economía, desarrolló una carrera política imparable. Afiliado desde principios de los 60 a la Unión Democrática Cristiana (CDU), consiguió su primera banca en el Parlamento en 1971. Su despegue definitivo llegó en 1984, cuando Helmut Kohl lo designó como ministro de Asuntos Especiales, lo que lo llevó a negociar con la Alemania Comunista. Tras la caída del Muro, se hizo cargo del ministerio del Interior e impulsó la reunificación del país. Entonces, empezó a perfilarse la imagen de político duro que es hoy.
Su carrera sufrió, sin embargo, una profunda crisis en 1998. En aquel año, Gerard Schröder, líder de los socialdemócratas, ganó las elecciones y Schäuble sucedió a Kohl al frente de la CDU. Estaba listo para ser el próximo canciller, pero un escándalo manchó su carrera. Los medios descubrieron que su partido había aceptado 100.000 marcos alemanes de un traficante de armas. Fue así que, con Schäuble caído, Angela Merkel tomó el aparato partidario.
Cuando todos lo daban por muerto, Merkel lo rescató del abismo. En 2005, la canciller alemana lo convirtió nuevamente en ministro del Interior y, en 2009, le asignó la conflictiva cartera de Finanzas.
Si Merkel es considerada la dueña de la construcción europea, Schäuble es su arquitecto principal. No por nada, cuando la Dama de Hierro alemana integró a los socialdemócratas en la Gran Coalición, dio una orden precisa: que los socialistas tengan cualquier ministerio, pero que el dinero quede en manos de Schäuble. Él le ha correspondido con hechos, llevando el déficit, eterna preocupación del país, a cero.
Ahora, desde su despacho en el edificio berlinés, durante años cuartel general de Hermann Göring, el ministro ordena las políticas para enderezar la crisis económica manteniendo la unidad europea. Es considerado como uno de los últimos europeístas comprometidos, pero su Europa no tiene más bandera que la alemana. De hecho, fue él quien, junto a Karl Lammers, formuló la idea de Kerneuropa o Europa de las dos velocidades. Una, con núcleo en Alemania y acompañada por los países ricos, y otra que se integraría en el proceso como furgón de cola.
Schäuble sigue defendiendo ese modelo con rigurosidad protestante. Para superar la crisis de la zona euro, exige más ahorro, más austeridad y más recorte social. Y asegura que Alemania será solidaria con los europeos débiles solo si recibe ajustes presupuestarios como contrapartida.
El referéndum en Grecia fue una respuesta a la Europa disciplinada que pretende construir el todopoderoso ministro. No por nada, ya anunció que los alemanes quieren recuperar el dinero prestado. No ha tenido inconvenientes en declarar que desea a los griegos adentro de la Unión, pero no necesariamente en el euro. Hace unos meses llegó a afirmar: “En Alemania hay muchas dudas sobre si puede confiar en Atenas”.
El pasado domingo, los griegos votaron y dijeron No al ajuste. Según parece, en Atenas las cosas suceden al revés: hay muchas dudas sobre si se puede confiar en Alemania. Sobre todo, cuando la dirige un lobo… con piel de lobo.
EL CRONISTA
El default de Grecia
El default en que Grecia ha caído al dejarle de pagar al FMI unos 1600 millones de euros, no ha sorprendido a nadie. Hace cinco años que viene negociando con sus acreedores (representados por la denominada Troika) y cada vez se acerca más al precipicio, dado que los diferentes ajustes que se han venido aplicando han dejado un tendal de pobres, de desocupados, de jubilados pasando penurias y no lograron solución alguna. Con el resultado del referéndum del domingo 5/7, muy festejado por la derecha neofascista europea y los partidos marginales como Podemos, en España, el Partido Syriza se hizo más fuerte, aunque su posición ante la futura negociación con la Troika parece complicarse aún más.
Si bien el 61,5 % de los votantes le han dado a Alexis Tsipras, Primer Ministro griego un gran apoyo también es cierto que las condiciones objetivas internas en Grecia no se han modificado un ápice (sigue el corralito y la imposibilidad de retirar más de 60 euros diarios de los bancos).
La actual situación griega se originó por la actitud irresponsable de sus gobiernos que en la euforia de su ingreso en la ex CEE (hoy Unión Europea) contrajeron alegremente deudas durante más de veinte años, incumpliendo las exigencias que el tratado de Maastricht exigía a los Estados al ingresar.
Alemania, el Estado más poderoso de la Unión no quiso seguir prolongando el rescate a Grecia si el gobierno de ese país no se decidía a realizar nuevos ajustes en su economía. El dilema es que a la Unión Europea no la ayuda para nada el largo tiempo que lleva la crisis griega y pone en duda su proyecto de construcción europea. Es decir el drama griego no es solamente económico-financiero es político y en su solución se encuentra el futuro de la construcción europea, utopía que todavía no ha logrado constituirse en una sólida y compacta unidad política.
El gobierno griego lo sabe por eso ha estado jugando al filo de la navaja sabiendo que esta es una negociación de suma cero y que todos pierden si Grecia abandona el euro y sobre todo si se va de La Unión Europea.
Aquí encontramos una gran diferencia respecto de la deuda externa que había contraído nuestro país previa al default, los fondos a Grecia fueron fundamentalmente otorgados por países europeos o por el Fondo Común Europeo y un porcentaje menor (20% aproximadamente) por el FMI y los banco privados.
Aquí son Italia, Alemania, España y Francia, los grandes acreedores de Grecia, no son los fondos buitres, como maliciosamente afirman algunos funcionarios del gobierno argentino.
También se debe tener presente que si Grecia patea el tablero y decide no pagar e irse del Euro (y eventualmente también de la Unión Europea) creando una nueva moneda, no lograría mágicamente eludir sus deudas en euros contraídas con sus socios actuales, al contrario elevaría su monto al tener una moneda nacional mucho más débil y su situación política internacional se tornaría muy difícil. El tema griego es como defender su dignidad como nación y no destruir más el tejido social al rebelarse y quedarse sola.
El problema es muy complejo, el gobierno y la mayoría de los griegos, más allá del NO (OXI) quiere seguir siendo europeo, formar parte de la Unión Europea, mantener el euro como moneda pero sin ajustar más su economías personales y dejar de pagar las deudas contraídas por sus sucesivos gobiernos.
Ello es imposible.
Si bien en el gobierno griego hay voces que consideran que se podría seguir como Estado Miembro de la Unión Europea pese a abandonar el euro, tal como lo son, Gran Bretaña, Suecia o Dinamarca, que son parte de la UE pero no adoptaron nunca el euro como moneda, ello es un tema dudoso y cuya decisión le correspondería al conjunto de los Estados de la Unión Europea, no solamente a Grecia. Es una situación inédita, sin antecedentes y no hay manera, a priori, de conocer su solución.
En este tablero internacional las grandes potencias muestran claramente sus intereses ante la crisis griega. Para el Reino Unido el debilitamiento del Euro y de la Unión Europea, es un dato favorable teniendo en cuenta su histórica posición aislacionista y que el gobierno del PM David Cameron tiene previsto llamar a un plesbicito para definir si continuará siendo Estado Miembro de la Unión Europea o dejar de serlo.
Para los Estados Unidos la situación es compleja, Grecia es una puerta muy cercana hacia el Medio Oriente y un referente de la OTAN en la región, su inestabilidad complica aún más la situación en una zona fácilmente inflamable. La debilidad de la Unión Europea otorga mayor influencia a otras potencias no europeas, quitándole poder de acción.
Por su parte Rusia que tiene una afinidad histórica y cultural con Grecia ve con cierto morboso placer el drama griego que le permite seguir incrementando su influencia en Europa, como lo hizo después de apropiarse de Crimea. La eventual salida de Grecia de la Unión consolidaría el papel de Rusia como actor en parte de la Europa del este y ahora del Sur.
China por su parte insiste ante la Unión Europea para que ayude a que Grecia pueda permanecer en el euro y no se dañe el volumen económico de la Unión por las factibles repercusiones negativas en otros países de la eurozona, a la que China prefiere ver unida y no a merced del poder financiero del dólar.
Para finalizar cabe recordar que la salida de la Convertibilidad en la Argentina en el año 2002 y el posterior default, más allá de haber sido por un monto enorme y haber hecho trizas el sistema de partidos políticos que existía desde hacía medio siglo, no llegó a poner a nuestro país en el primer plano geopolítico global y si bien modificó el eje de la discusión política en toda la región, que abandonó el denominado consenso de Washington para pasar a economías con mayor presencia de los Estados, no conmovió el tablero internacional como lo está haciendo la crisis griega actualmente.
Los griegos, deberán seguir padeciendo, más allá de cualquier negociación porque ellos son un país con pocos recursos naturales y no tendrán la ayuda inestimable de nuestro yuyo, ni a Brasil creciendo a tasas altas y demandando durante una década millones de automóviles, ni se encuentran en la zona dólar que creció mucho más rápido que lo que lo está haciendo la Eurozona, que muy lentamente intenta saldar la crisis del 2007.
En síntesis el drama griego seguirá estando presente en el firmamento europeo por largo tiempo lamentablemente y más allá de posiciones heroicas la deuda contraída por los griegos deberá ser pagada para salir del actual default, en un ciclo que confiamos no destruya los cimientos económico-sociales del país donde nació la civilización occidental.
Su examen permite advertir a los gobernantes que solamente actuando con responsabilidad y visión de futuro se pueden sortear eficazmente los grandes dilemas que presenta la agenda internacional en este siglo XXI.
EL CRONISTA