Sortear la curva de los 40

Sortear la curva de los 40

Por Ludmila Moscato
Tener un buen trabajo, óptima salud, haber formado una familia, estar enamorado, ganar plata, contar con casa propia, sentirse realizado y todo, a los 40. Sí, parece mucho y difícil de conseguir. Sin embargo, aun en un escenario ideal en el que todas estas metas que suelen buscarse en la llamada “crisis de la mediana edad” se lograsen, nada sería suficiente para evitar la crisis en cuestión. Ocurre que, según economistas de la felicidad, los niveles de satisfacción en la vida de los individuos van declinando con el paso del tiempo, alcanzando su pico más bajo, precisamente, entre los 40 y los 50, para luego repuntar, emulando la forma de la letra U.
Así, la llamada “crisis de los 40” tan en boga en estos tiempos (son variados los libros y películas que abordan el tema) tendría en la curva de la U su correlato científico. ¿Qué afirma este descubrimiento? A grandes rasgos, que existe una relación entre edad y felicidad, según detalla a LA NACION Andrew Oswald, famoso economista que estudia la U Curve desde que realizó este hallazgo en los 90 junto con David Blanchflower.
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La buena noticia para los que la atraviesan es que la felicidad tiene un repunte llegando a los 50. Como aducen Sebastián Campanario y Martín Lousteau en su libro Otra vuelta a la economía -en el que analizan la economía de la felicidad, y también a la U Curve- “a medida que madura, la gente tiende a encontrar mejores soluciones a los conflictos, a controlar más las emociones y a aceptar los golpes de la vida con otra filosofía”.
David Settembrino, que hoy tiene 45, cuenta que fue a los 39 clavados cuando decidió dar un vuelco a su profesión, disconforme con lo que venía haciendo: de realizador musical y audiovisual a emprender una tecnicatura en consultoría psicológica, que hoy está por terminar en el Centro Integral de Buenos Aires. En realidad, cuenta David, hacía rato que se sentía así, pero por alguna razón no se terminaba de hacer cargo.
“Yo creo que la crisis de los 40, en mi caso, pasa por poner en acción el plan que se generó en una disconformidad anterior -explica-. Según mi vivencia, la gravedad o no de esta crisis pasa por el tipo de diálogo que mantenés con vos mismo. A los 18 es difícil vislumbrar el propósito y trabajar para conseguirlo pero, si pertenecés a la clase media en adelante, tenés el tiempo suficiente y no cargás con la responsabilidad de una familia; la paradoja es que a los 40, tal vez vislumbrás finalmente el propósito de tu vida, pero peleás a contrarreloj y con las responsabilidades en la espalda”.
Ahora bien, si de conformidad y satisfacción se trata, ¿qué nos haría felices, según estos estudios? “Las relaciones familiares y sociales son el factor más importante, es allí donde la mayoría de los argentinos se siente mejor -sostiene Marita Carballo, socióloga, presidenta de la consultora Voices! y autora de La felicidad de las naciones-. Aunque hay personas que están solas y son felices, para la mayoría es más fácil en compañía.”
Fueron las relaciones familiares, justamente, las que pusieron en jaque a María Silvina Lanuza al culminar sus 40: en un mismo período su marido sufrió un quiebre en su salud (hoy está en proceso de recibir el alta), sus hijos dejaron la casa, sus padres también comenzaron a requerir cuidados y su mascota de toda la vida se murió. “La sensación fue de vacío, todo se derrumbaba”, relata esta arquitecta que hoy tiene 56 y que, tiempo después, encontró en su profesión, en el coaching, en el Feng Shui y la meditación, herramientas para estar mejor: “Pude volver a centrarme en mi cuerpo y en mi eje”, destaca.
Ciertamente, en un reciente artículo de la revista norteamericana The Atlantic titulado “The real roots of midlife crisis” (“Las verdaderas raíces de la crisis de la mediana edad”), el periodista Jonhatan Rauch señala que la mediana edad suele ser un momento estresante en el que conviven simultáneamente demandas de trabajo, hijos chicos, padres más viejos, y que el cuidado requerido por parte de todos ellos puede resultar extenuante. Sin embargo, estas variables no alcanzarían en sí mismas para poder explicar la crisis, ya que ésta no está determinada por causas circunstanciales.
¿Por qué la gente sería entonces menos feliz en la mitad de la vida? Andrew Oswald afirma que, si bien no hay una explicación certera, “una teoría es que la gente haya tenido aspiraciones imposibles y eso es lo que los hace infelices al llegar a la mitad de la vida. Luego, se abandonan los sueños imposibles y se puede aprender a ser felices. Pero como la curva parece confirmarse también en chimpancés, no terminamos de estar seguros, continúa siendo misterioso”.
Paralelamente, Pablo Shciaffino, profesor de UTDT e investigador de la Universidad de Palermo que estudió la idoneidad de la curva en nuestro país junto con el economista Martín Tetaz, entiende que esto ocurre porque “cuando uno es más joven, es más ansioso y busca resultados más inmediatos, ahí es cuando se genera una cierta frustración, porque nunca se está a la altura de las expectativas. A medida que vas envejeciendo, vas adquiriendo una cierta experiencia que te va permitiendo entender más de qué se trata la vida”, lo cual explica que la curva vuelva a ascender.

LA HORA DEL REPLANTEO
“La crisis en mi caso va por el lado de cumplir 50, siento que es una edad bisagra, que ya estás del otro lado de la chapita. Se me da por pensar estás grande y preguntarme ¿qué hiciste hasta acá? -analiza Fabián Gutmacher, a pasos de alcanzar las cinco décadas-. Y el replanteo es más que nada no haber encauzado mi profesión; por otro lado, que me hubiese gustado más, me cuestiono haberme apachorrado. Soy banquero desde hace 24 años y me fui quedando, ya conocía el trabajo, no ganaba mal, estaba cómodo, sabía qué decir, qué no hacer, me había hecho una cierta fama de profesionalismo; y bueno, me estanqué. No terminé la carrera de Comunicación y me hubiese gustado escribir.”
En efecto, según los psicoanalistas, los 40 y 50 son momentos de repaso y replanteo sobre la propia vida, y la tarea no siempre es sencilla: detectar qué cosas se pueden cambiar y amigarse con la idea de que otras jamás podrán llevarse a cabo, echando por tierra expectativas propias y mandatos heredados.
“Algo que los psicoanalistas comprobamos siempre es que hay expectativas de los padres puestas regularmente en los sucesores, para bien y para mal. Es muy importante poder diferenciarse y rescatar las que tienen que ver con uno y las que son mandatos transmitidos. Hay gente que cambia de carrera, de trabajo, en función de darse cuenta de que eso que venía haciendo tenía más que ver con satisfacer deseos ajenos”, señala Eduardo Drucaroff, médico psicoanalista de APA.
Sin embargo, según se afirma en el artículo de The Atlantic mencionado, las circunstancias objetivas en la vida de un individuo no determinan la satisfacción subjetiva experimentada. Asimismo, la U Curve surge de analizar la satisfacción de la gente en su vida como un todo, y no solamente un estado de ánimo. Además, las edades exactas en las que la felicidad toca su punto mínimo varían según el país, las preguntas y los métodos investigativos.
Hablando específicamente de la Argentina, los estudios confirman la U en las mediciones sobre felicidad. Según especifican Schiaffino y Tetaz, quienes analizaron los resultados surgidos del estudio sobre felicidad a cargo de la Facultad de Economía de la UP y con datos de TNS Gallup, “en nuestro país, la satisfacción que la gente tiene con su vida nos da que a medida que va creciendo se reportan menores niveles de satisfacción. Eso se cumple más o menos desde los 18 hasta los 40. Entre los 42 y los 48 es cuando se llega al punto mínimo, y a partir de ahí se inicia una etapa de recupero, donde la satisfacción empieza a crecer”.
En el mismo sentido, Marita Carballo apunta: “En nuestros estudios en Voices! y el World Values Survey 2013, se corrobora que los jóvenes en la Argentina son los más felices; luego la felicidad disminuye en las edades medias y repunta entre los adultos mayores. Así, se declaran muy felices el 39% de los jóvenes hasta 34 años; 28% de los que tienen entre 35 y 60 años, y sube al 34% entre los de más de 60”.
Si bien la U se comprueba, Shciaffino advierte que el repunte en los años de madurez no es tan fuerte como puede verse en otros países: “Cuando la curva empieza a subir de vuelta, por ahí podría subir mucho más fuerte si las condiciones fuesen distintas. Esto es una conjetura mía, a nivel local, si viviéramos en una sociedad más inclusiva con sus mayores y que pagara buenas jubilaciones, posiblemente, esa curva repuntaría con mucha mayor fuerza”.

¿UNA TRANSICIÓN?
La licenciada Adriana Guraieb, psicoanalista de APA, sugiere trabajar en esta dirección: “Podemos hablar de crisis de la mediana edad como transición en tanto hagamos un balance de lo vivido y aceptemos que aquellos proyectos que teníamos décadas atrás, hoy no son los mismos. Todo eso será posible si hemos aprendido de la experiencia y vamos encontrando un sentido positivo a nuestra vida, es una etapa de aceptación de que somos seres transitorios y que es bueno aprovechar el encanto de cada crisis vital”.
Además, según Guraieb, lo fundamental en esta etapa es que la persona pueda resignificar su vida mediante nuevas propuestas y proyectos. Y esto es precisamente lo que le ocurrió a Eleonora, diseñadora gráfica de 40 años. “Desde los 37 que entré en crisis, me sentía estancada en lo personal y en lo profesional, sabía que tenía todo el potencial para dar más de mí, pero me frustraba no poder lograrlo”, confiesa. Como si de un símbolo con mucha carga se tratara, cumplir 40 fue lo que la motorizó a proponerse cambiar todo aquello que la perturbaba. “En el mes de mi cumpleaños, me decidí a congelar mis óvulos, me puse en pareja, aprendí a manejar, pinté mi casa y tomé la decisión de cambiar de trabajo”, dice. En su caso, el hecho de haber solucionado un tema que tenía pendiente, le alivianó otros ámbitos de su vida: “En este momento, no tengo un proyecto de maternidad a corto plazo y necesitaba sentir alivio con ese tema. Es una edad crítica y no quería tener un peso más con la maternidad. Y cuando liberás algunas cosas de tu vida, se destraban también otras. Me estoy repensando en varios aspectos”, analiza.
De eso se trata: si bien según la U Curve la crisis de la mediana edad es algo así como un estadio por el que a muchos les toca pasar al promediar la vida, la mejor manera de transitarla parece ser, primero, asumirla; tener luego la valentía de enfrentarla y poder así realizar balances realistas, con expectativas renovadas, acordes con la etapa actual. Una vez recorrido este camino, encontrar proyectos que se condigan con el momento presente, soltando y dejando ir ideales a los que ya no se podrá (¿o ya no se quiere?) llegar.
En estos términos y desde esta órbita, la crisis de la mediana edad no sería más que una transición natural hacia un nuevo equilibrio, al que se llega por medio de la sabiduría y la experiencia que, evidente y afortunadamente, sólo los años son capaces de brindar.
LA NACION