Padre hay uno solo

Padre hay uno solo

Por Por Gaby Zaragoza
En la segunda mitad del siglo XX y cada vez con mayor presencia, el varón tiene, finalmente, el “permiso” de entregarse a la paternidad con todo el bagaje emocional y presencia que estaba cuasi mal visto en épocas de antaño. Lo cierto es que, a pesar del cambio concreto que se dio y que vemos a diario, escaso es el marco teórico y pocas son las investigaciones en psicología sobre este vínculo tan fundante. De cualquier manera, las sugerencias para ayudar a los hombres en el camino de la paternidad nunca podrían generalizarse ni manualizarse porque, lo cierto es que a ser padres se aprende transitando la experiencia. Es que, como casi todo en la vida, no hay posibilidades de prueba y error. La salida a escena es sin ensayos y tan pronto el chiquito nace comienza la obra. Muchos padres refieren que no les es fácil sentirse útil entre la madre y el niño recién nacido. Es que, biológicamente, los nueve meses de cobijo intrauterino y luego la lactancia hacen que el vínculo con la madre sea fortísimo. Y simbiótico. Está claro, sobre todo en este período, que madre y padre no son intercambiables. Un padre con ganas de entregarse a la experiencia de “serlo” debería, en ese momento, estar disponible física y emocionalmente para apoyar a la madre en los primeros meses. Esto iría forjando el lazo con el niño que, escuchando su voz y sintiendo su olor, va asimilando una de las figuras que, sin duda, tendrá muchísimo que ver en su desarrollo y evolución. Es evidente que cuando se da una relación significativa y presente, el padre es el primer “enamoramiento” del chiquito y el facilitador para que comience a poder diferenciarse de ese vínculo simbiótico con la madre.
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A medida que el chiquito crece, va aumentando la importancia de su vinculación directa y el hecho de que exista un rol materno y un rol paterno es sumamente importante. Según las investigaciones sobre la influencia de los padres, estos son vitales al promover la autonomía en los niños. Cuando un padre está disponible para el hijo, a éste le resulta más fácil crecer. Al varón parece resultarle más atractivo imaginar a su hijo en el futuro, mientras que a las mujeres les cuesta más imaginar el crecimiento de sus hijos y sienten mayor nostalgia al despedir al niño que está creciendo. Esto indica la importancia de la presencia del padre en las ganas de “crecer” y hacerse adulto de los hijos.
A medida que los hijos crecen, la relación del padre va modificándose y tomando diferentes formas, pero siempre sigue modelando a su hijo a través de la relación, del ejemplo y de las vivencias compartidas. Y todo lo que pueda dejarle al hijo es la estructura emocional que lo ayudará en su capacidad de ser feliz, el padre le enseñará lo que ningún colegio ni casa de estudios podrá darle jamás.
Un padre adulto y feliz que acompaña a su hijo a crecer es garantía de una autoestima saludable y un futuro que vale la pena vivir.
EL CRONISTA