03 Jun La salida de Blatter no resolverá los problemas de la FIFA
Por Simon Kuper
Al igual que Fidel Castro, Sepp Blatter tenía un clase de don: no para administrar cosas, sino para mantenerse montado sobre el caballo. Al igual que Josef Stalin en el Partido Comunista Soviético, este suizo tan poco carismático construyó su base de poder en la autoridad del fútbol mundial, la FIFA, siendo un burócrata, antes de tomar el control de la organización en 1998. Al igual que Saddam Hussein, Blatter ahora fue removido por una cruzada norteamericana. Al igual que los gobernantes antes mencionados, no deja ningún legado que valga la pena. Para cuando renunció como presidente ayer a la tarde, su organización era golpeada por un escándalo diario. Pero la partida de Blatter no es es si misma una cura para la FIFA, de la misma manera en que la captura de Saddam en su cueva no resolvió los problemas de Irak.
A Blatter le gusta hacer alarde de que él “desarrolló” el fútbol global. Eso es falso. Es cierto que su reinado coincidió con un crecimiento en los ingresos del deporte y con un mayor interés por el fútbol en regiones que nunca antes le había prestado atención. Pero eso se debe no al escaso trabajo de desarrollo de la FIFA sino a la televisión. Desde fines de los ochenta, la nueva ola de canales comerciales de TV descubrió la magia del deporte. Por primera vez, partidos de ligas regulares empezaron a transmitirse en directo en muchos países. Al fútbol le fue tan bien en TV que muchos espectadores estuvieron dispuestos a pagar suscripciones. Luego con la globalización el fútbol llegó a nuevos países.
No sorprende que más gente haya descubierto el deporte desde 1998, y que los ingresos de la FIFA hayan subido bajo la conducción de Blatter. La organización todavía es apenas un “gran negocio”, tal como dijo la semana pasada. Los u$s 5.700 millones que recaudó la FIFA en el último ciclo de cuatro años apenas iguala los del Manchester United, Real Madrid y Barcelona juntos en el mismo período. Pero ese monto fue suficiente para la FIFA. Una gran parte del dinero fue desembolsado a las asociaciones nacionales de fútbol, a menudo en cheques entregados a los presidentes de las asociaciones de cada país. Parte de eso habrá terminado en cuentas bancarias offshore. No importa: 133 de las 209 agradecidas asociaciones nacionales de todos modos votaron por Blatter el viernes.
El resto de los ingresos de la FIFA quedaron en las arcas de Blatter en Zurich para hacer lo que él quisiera. Se pagaba a él mismo y a otros ejecutivos de la organización elevados salarios que no eran revelados.
Llevaba una vida alejada de la realidad. Todos los demás miembros de “la familia del fútbol”, compuesta sólo por los altos directivos del fútbol internacional y no por los hinchas también vivían en primera clase. Casi todas las personas que Blatter conoció en esos 17 años como presidente lo adulaban.
Quizás tenga ahora que acostumbrarse a vivir una vida más sencilla. O puede ser que tenga que prepararse para lo peor. La semana pasada, Estados Unidos acusó a nueve dirigentes de la FIFA y cinco ejecutivos de marketing deportivo. Seguramente sigan los procesamientos. Los fiscales norteamericanos supuestamente ofrecerán a estos desdichados hombres que colaboren con la pesquisa a cambio de una rebaja en la condena: cuenten quién es el pez más gordo, y cerramos un acuerdo. El pez más gordo de todos sería Blatter.
La mayoría de los occidentales, al menos, están festejando la persecución norteamericana a la FIFA y la investigación suiza de los procesos de elección de las sedes de los Mundiales 2018 y 2024. La Copa del Mundo se convirtió en el principal evento para los medios, demasiado importante como para que su sede sea elegida por 22 ancianos que no rinden cuentas, varios de los cuales están más preocupados por abultar sus cuentas bancarias personales. Qatar y Rusia niegan cualquier tipo de comportamiento indebido.
Pero la renuncia de Blatter es sólo el primer paso. La FIFA todavía tiene una estructura que favorece la corrupción. Cada asociación del fútbol nacional tiene un voto en su congreso. Esa estructura incentiva a cualquier presidente a entregar obsequios a las asociaciones más chicas a cambio de sus votos. Además, si un par de docenas de dirigentes del comité ejecutivo pueden tomar decisiones sobre temas importantes como quién alberga un Mundial, los intentos de coimas son inevitables.
Aunque se limpie la FIFA, es difícil pensar en que quitará los mundiales a Rusia y a Qatar. Eso podría provocar fricciones geopolíticas entre Occidente, Putin el aliado de Blatter, y partes del mundo islámico.
Si hay algo que aprendimos desde que Saddam se fue, es que deshacerse del tirano es sólo el comienzo. De hecho, a menudo la expulsión se convierte en el momento más dulce de una historia lamentable.
EL CRONISTA