11 Jun Facebook y Google, nueva amenaza para el periodismo
Por Julio E. Muñoz
El 3 de mayo se celebró el Día Mundial de la Libertad de Prensa, proclamado en 1993 por las Naciones Unidas. La fecha tiene especial relevancia para América. La Unesco entrega en este día el Premio Mundial Guillermo Cano de Libertad de Prensa, que recuerda al director colombiano asesinado por el narcotráfico. La celebración se instituyó para que coincidiera con la Declaración de Windhoek, documento que recoge los principios de la libertad de prensa, preparado en un seminario realizado en Namibia.
Este día sirve para evaluar la libertad de prensa mundial y exhortar a gobiernos autoritarios a que respeten la independencia de los medios y el derecho a informar libremente.
Quienes estuvimos en Namibia en aquel seminario no podríamos haber imaginado cómo estas amenazas seguirían vigentes hoy. Freedom House (FH) acaba de revelar que este año la libertad de prensa cayó a los niveles más bajos de los últimos 15 años. Los motivos son conocidos: arrestos, censuras, secuestros y asesinatos de periodistas. FH identifica entre los peores infractores de la libertad de prensa a Corea del Norte, Cuba, Irán, Siria y Guinea Ecuatorial.
En América, la calificación de los Estados Unidos bajó dos puntos debido al tratamiento rudo de periodistas que cubrieron las protestas en Ferguson, Missouri.
No es raro que FH haya puesto en su lista de las calificaciones más bajas a Ecuador, Honduras, México, Perú y Venezuela. La región cayó a su nivel más bajo en los últimos cinco años. Uruguay y Costa Rica siguen siendo los únicos que se ubican entre las 63 naciones con prensa libre, lista que lideran Noruega y Suecia.
Hoy, las amenazas también vienen de empresas supranacionales que manejan el entorno de Internet y que podrían llegar a dominar el libre flujo de la información en todo el mundo.
Preocupa leer que Facebook ha llegado a un acuerdo para que empresas de medios (entre ellas, The New York Times, Buzzfeed y National Geographic) publiquen su contenido directamente en su plataforma.
Da para pensar el anuncio de Google, esta semana, sobre un convenio con ocho de los principales editores europeos para desarrollar proyectos “que muestren nuevas formas de pensar en la práctica del periodismo digital”.
Para cualquiera es una tentación irresistible tener acceso a los 1300 millones de usuarios que tiene Facebook. Esos volúmenes potenciales de audiencia resolverían cualquier problema económico de un medio. El precio es caro, porque entregan todo el poder a una empresa que puede decidir, a través de la manipulación de algoritmos, qué noticias enfatizar, reemplazar o eliminar.
En empresas como Facebook y Google prevalece el sentido comercial. Y podría ocurrir que un gobierno ejerciera presión sobre éstas para eliminar contenidos o manipular los motores de búsqueda e impedir que algunas noticias se diseminen libremente. Antecedentes ya existen. En diciembre de 2014, Sony, tras recibir amenazas directas, decidió no lanzar al mercado una película sobre Kim Jong-un, líder de Corea del Norte.
La palabra profética es de Jeffrey Rosen, Brookings Institution (2010): “Facebook tiene más poder que un miembro de la Corte Suprema, un rey o un presidente en determinar quién puede hablar y quién puede escuchar alrededor del mundo”.
Y pareciera que cinco años más tarde los medios están sucumbiendo ante el poder de Facebook y Google.
Es paradójico que en este 3 de mayo, la Unesco programe un seminario para discutir cómo construir la seguridad digital para el periodismo y analizar las amenazas que los periodistas y sus fuentes enfrentan en la era digital.
Sería novedoso que se agregaran las amenazas de compañías supranacionales de tal modo que el mundo pudiera avanzar con un periodismo libre no sólo de controles internos y de violencia, sino también de empresas que mezclan el poder y el control tecnológico sobre los principios. Así podemos soñar con conseguir uno de los objetivos de la Unesco en esta celebración, que es contar con un periodismo de calidad, libre e independiente, algo que sigue siendo una panacea en un paisaje mediático que se mantiene en constante cambio, bajo la presión de cambios tecnológicos e intereses comerciales.
LA NACION