El último partido de Guillermo

El último partido de Guillermo

Por Sebastián Fest
Todo comenzó en París. Era junio de 2007 y Guillermo Vilas hablaba tan entusiasmado como muda permanecía en la silla de al lado Piang Pathu, su esposa tailandesa, que cada tanto jugaba con la pequeña Andanin. Tenía 54 años y se había convencido de que ser el jugador más grande de la historia del tenis argentino no le alcanzaba. Era sólo una dimensión de su carrera, faltaba la otra. Vilas quería que se hiciera justicia, que se lo reconociera como el número 1 del mundo que el ranking de la ATP nunca le dio.
¿Fuiste el 1, Guillermo? El dueño de una de las zurdas más poderosas que se recuerden miró socarronamente al periodista de la agencia alemana DPA que lo interrogaba. “En el 77 fui el 1, el 2, el 3, el 4 y el 5…” Y entonces reveló algo que tenía guardado, que nunca había dicho: “Le pedí a la ATP que hiciera todo el ranking de aquellos años con el mismo sistema de hoy, que hicieran todo el ranking para atrás. Dijeron que iba a traer demasiados problemas. Lo van a hacer cuando estemos muy lejos en el tiempo, pero algún día van a tener que hacer eso”.
Ese “algún día” no llegó aún, lo que no quiere decir que Vilas se haya rendido. Nada de eso. En silencio, resguardado en su casa de Buenos Aires y apoyado por un periodista argentino y un matemático rumano, Vilas sigue creyendo. Dejó de jugar en el circuito en 1989, pero nunca anunció oficialmente su retiro, quizás porque se preparaba para este último encuentro, el más largo y extraño que haya jugado nunca. Un partido diferente a todos en el que la victoria no depende sólo de él, porque tiene todas las de perder, aunque la razón lo asista.
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El argentino solía aferrarse a aquella tapa de la revista “World Tennis” en 1977, que tras su título en el US Open tituló con “He is the one”, un juego de palabras traducible como “él es ?el’ hombre” y “él es el número uno”. Un tema que lo obsesionó durante su carrera y en los años del retiro. El que quiera enfurecer a Vilas tiene un atajo sencillo: describirlo como “el ex número 2 del mundo”. Le sucedió a Jimmy Connors, el hombre señalado oficialmente como número 1 en 1977. Ya retirado, el estadounidense organizaba y comentaba por televisión una serie de exhibiciones en las que jugaba Vilas. El argentino se negó a entrar en la cancha si el anunciador no lo presentaba en el estadio como “número 1 de la temporada 1977”.
Todo un desafío en el terreno de “Jimbo”. La discusión no fue menor. Un acuerdo a mitad de camino solucionó el problema: “Vilas, que fue considerado el número 1 del mundo en 1977?” Y con esa frase el zurdo entró a jugar.
Se equivocaba en 2007 al pretender que la ATP (y la ITF, añadía) le reconocieran el número 1 de entonces aplicando el sistema, diferente, con el que se elabora hoy el ranking. Ninguna organización deportiva seria haría algo así. Pero aquel pedido público del zurdo llegó en el mismo año en que la WTA reconocía, 31 años después, que se había equivocado en una serie de cálculos y que a la australiana Evonne Goolagong le correspondía el número 1 durante dos semanas de 1976. El ente rector del tenis femenino se enteró gracias a la investigación personal de un ex empleado suyo, John Dolan. Y no hubo drama: se chequearon los datos, Chris Evert perdió dos de sus por entonces 262 semanas como líder del ranking y la historia del tenis femenino sumó un nombre a la lista de las mejores.
La WTA se había equivocado y lo reconocía. Había hecho mal las cuenta y corregía el error. Impulsados por el “caso Goolagong”, dos obsesivos unieron fuerzas: Eduardo Puppo, un riguroso periodista que vive el tenis con el alma, y Marian Ciulpan, un matemático rumano,
La investigación fue abrumadora: 1100 páginas y 1200 pruebas que sus autoresconsideran “irrefutables”. Son datos muy verosímiles, pero si finalmente no se le diera el “1” a Vilas, algún premio habría que entregarle a Puppo y Ciulpan, capaces de revisar el tenis de buena parte de los 70. Analizaron torneo por torneo, jugador por jugador, semana por semana y resultado por resultado hasta detectar cientos de encuentros entre 1973 y 1978 que sencillamente se habían esfumado en los archivos del ente rector del tenis masculino. ¿Conclusión? Pese a que ganó dos Grand Slam y 17 torneos en total en 1977, el año que desvela a Vilas es ahora 1975, en el que el recálculo de Puppo y Ciulpan marca que fue el mejor durante cinco semanas.
Hay una aclaración básica que los propios investigadores hacen: el tenis de entonces no funcionaba ni por asomo con la profesionalidad del de hoy. No había rankings semanales, mucho dependía de las decisiones de gente dispersa en un circuito fragmentado. Así fue que entre septiembre y octubre de 1975 la ATP pasó 43 días sin difundir un ranking. Precisamente las semanas en que Vilas fue el 1. ¿Conspiración? No. Simplemente, otros tiempos.
Chris Kermode es un británico de pasado modesto como jugador que hoy, a sus 50 años, dirige la ATP. Cuando se habla con él queda claro que le importan mucho la imagen y el negocio del circuito, al que quiere alejar de cualquier polémica o asunto escabroso. El “caso Vilas” no encaja en sus planes, pese a que en enero la propia ATP calificara de “verosímil” y “gran trabajo” la investigación. Ya no es así, aunque parte de ella se haya aprovechado para corregir datos fundamentales. Un ejemplo: la ATP insistía en que Vilas había ganado 46 torneos sobre polvo de ladrillo. Hoy habla de 49. Incluso se recalculó el ranking del español Feliciano López.
“Desafortunadamente no hay manera de establecer hoy con 100 por ciento de certeza las razones para las decisiones tomadas hace 40 años. Sin esos datos es imposible que la ATP contemple hacer cambios”, dijo Kermode a La Nacion.
“Respetamos el trabajo hecho y respetemos mucho la extraordinaria carrera de Guillermo Vilas, pero no podemos tomar eso como un ranking oficial”.
Kermode se dice dispuesto a “tomar un café” con Vilas, algo que difícilmente suceda en un futuro cercano. El marplatense, que durante años frecuentó Roland Garros para jugar con pasión de juvenil los torneos de veteranos, sigue el asunto desde la retaguardia. Si la investigación no es suficiente, quizás se necesite algo más. Y en eso está. Los abogados suelen ser más persuasivos que los matemáticos.
Que una dupla conformada por un argentino y un rumano ponga nuevamente en los titulares deportivos del mundo el nombre de Vilas no deja de ser una llamativa jugada del destino cuatro décadas después de que Ion Tiriac fuera la clave de la carrera del zurdo. Entrenador, manager y socio de Vilas, Tiriac pierde la paciencia cuando escucha que Kermode reitera su “no” en The New York Times y en La Nacion.
“Hay mucha gente que considera a Vilas como el número 1 de aquellos años, y no sólo de 1977”, dijo Tiriac en una conversación telefónica. “Con todo respeto, no creo que el señor Kermode entienda este problema. No sé si había nacido por entonces, no sé si estaba en el tenis. ¿Qué vale que el señor Kermode, Nikimoto o cómo se llame le dé la razón o no a Guillermo. Él sabe exactamente quién fue en el mundo”, se enoja Tiriac.
“En la Argentina Vilas seguirá siendo Vilas, porque él empezó la historia del tenis argentino. Con todo respeto para lo anterior, es después de él que vinieron todos. Es muy lindo decir que uno fue número 1. Y que Guillermo lo diga tranquilo, porque lo fue. Es el mayor trabajador que haya habido en el tenis de todos los tiempos”, concluye Tiriac.
LA NACION