25 Jun El reto de gestionar el error
Por Andrea Linardi
En las organizaciones escuchamos hablar sobre la necesidad de una gestión con actitud de flexibilidad frente a los cambios y generadora de innovación en los negocios. Ahora bien, ¿qué marco de acción damos a nuestros colaboradores para promover la flexibilidad e innovación anhelada? ¿Creemos que la creatividad se desarrolla sin necesidad de una cultura organizacional que la facilite?
La creatividad camina de la mano con el fracaso y el error. No es posible innovar sin asumir los costos de la equivocación. Para crear es necesario tener el permiso de equivocarnos hasta llegar al resultado esperado. Comprendemos estos conceptos. Sin embargo, al momento de reaccionar frente al error, los solemos olvidar.
Si solo enfrentamos los errores con el único fin de enmendarlos, haciendo más hincapié en el mismo que en la oportunidad de aprendizaje que produce, provocaremos que los colaboradores no se animen a buscar nuevos aportes. Nuestras respuestas hacia sus equivocaciones “marcan la cancha”, establecen reglas no escritas e incluso contradictorias con las que están establecidas, en base a las cuales el empleado definirá su futuro comportamiento. Si los sancionamos ya no podremos esperar que continúen buscando mejoras y tratarán de evitar el error u ocultarlo. Si los respetamos, les estamos dando el campo propicio para que continúen, aprendan y lleguen a resultados exitosos para nuestro negocio. Así como para que un niño aprenda a caminar es inevitable que se caiga hasta lograrlo, cuando buscamos innovación hay un costo inevitable en su búsqueda. Entenderlo y operar en consecuencia es el camino para animarnos a más.
Versus negligencia
Sin embargo, es preciso clarificar la diferencia entre el error y la negligencia. Un error se comete cuando operamos sin evaluar todas las consecuencias de nuestro accionar. La negligencia, en cambio, significa que, conociendo las derivaciones, avanzamos de igual modo. Claramente, la negligencia debe ser sancionada en una organización, pero si operamos de igual modo con el error, debemos saber que nos enfrentaremos a continuar con lo conocido y comprobado, que en algunos casos puede ser lo buscado.
Las sanciones abarcan lo explícito pero también lo tácito: la ausencia de feedback, dejar de consultar el parecer del empleado, no invitarlo a ciertas reuniones, el “ninguneo organizacional”, un gesto o una mirada desaprobatoria, participarlo pero no incluirlo en el debate. Se llega a las mismas cuando el líder no está en condiciones de afrontar una conversación honesta.
Frente a la desmotivación
Es importante resaltar que estos comportamientos, además del cambio en la conducta del empleado, producen una enorme desmotivación. Aunque las personas conozcan su tarea, si no encuentran motivación para hacerla, su compromiso se ve deteriorado. Este un tema de gran impacto en el desarrollo de las generaciones jóvenes donde la motivación es un valor clave para el engagement con la organización. Si el colaborador desmotivado decide irse de nuestra empresa, nos significa un costo en reemplazo y en capacitación; sin embargo, el costo es más alto cuando define quedarse brindando lo mínimo requerido para cumplir su tarea.
En un contexto de cambios y de incertidumbre, la atención y el involucramiento del equipo de trabajo casi siempre hacen la diferencia. Necesitamos estar en permanente estado de alerta, analizando y buscando encontrar la ventaja diferenciadora que nos permita ser exitosos en un contexto de gran oferta, o lograr mejorar procesos que nos acerquen a la rentabilidad necesaria para mantenernos en carrera. Para lograrlo, será vital contar con la motivación y el involucramiento de cada uno de los colaboradores.
A principios de este año, Klaus Schwab, fundador del World Economic Forum, dijo que “en el nuevo mundo, no es el gran pez el que se come al más chico, sino que es el pez más rápido el que se come al más lento”. La rapidez en los negocios es nuestra gran ventaja competitiva y la innovación es factor clave para llevarla adelante. Entonces, vale la pena preguntarse: ¿Estarán nuestras organizaciones preparadas para generar ámbitos de trabajo que promuevan la creatividad y el error?
EL CRONISTA