El escándalo de la FIFA habla del poder global de EE.UU.

El escándalo de la FIFA habla del poder global de EE.UU.

Por Gideon Rachman
Estamos en el entretiempo del partido que se disputa entre el sistema judicial estadounidense y la FIFA. Durante el primer tiempo, los norteamericanos enseguida se pusieron arriba en el marcador, con el inesperado arresto de siete de los principales jugadores de la FIFA. Pero el organismo rector del fútbol mundial contraatacó con un desafiante gol de empate –la reelección de su desacreditado presidente, Stepp Blatter.
El resultado final de este partido será de interés en todo el mundo, no sólo entre los fanáticos del fútbol. El presidente Vladimir Putin de Rusia denunció que los arrestos de la FIFA son otro ejemplo del abuso de poder que hace Estados Unidos. Su reacción muestra que la pelea de la FIFA podría responder una de las preguntas centrales en política mundial: ¿Estados Unidos todavía tiene poder suficiente para ser jefe de las organizaciones mundiales? O, ¿está disminuyendo su control sobre las instituciones globales?
Por supuesto, la FIFA es una organización de nicho. Pero las mismas preguntas sobre si el máximo poder todavía recae sobre Occidente aplican a instituciones globales con mucha más importancia sistémica, como el Fondo Monetario Internacional, la ONU y sus suborganizaciones incluyendo el Consejo de Derechos Humanos de la ONU.
Hasta la semana pasada, la FIFA parecía el arquetipo de una organización internacional que escapaba del control de Occidente. Las candidaturas para los Mundiales 2018 y 2022 de Inglaterra, España, Holanda, EE.UU. y Australia fueron rechazadas para favorecer a Rusia y Qatar. La prensa occidental denunció incontables veces actos de corrupción en la FIFA. Pero Blatter y sus discípulos ignoraron las acusaciones.
Los dramáticos arrestos en Zurich cambió esta imagen de la impotencia occidental. Eso fue algo que sólo podía hacer EE.UU. Suiza inició su propia investigación pero probablemente no habría actuado si no hubiera sido impulsado por el FBI en Washington.
Pero ¿qué fue lo que le permitió a EE.UU. actuar de esta manera? ¿El poder norteamericano es transferible a otros dominios? ¿Está disminuyendo?
Un hecho clave es la centralidad del sistema financiero norteamericano en la economía mundial –algo que a su vez se debe a la importancia de los bancos con sede en EE.UU. y al rol del dólar como principal moneda de reserva global. El país tiene peso en los casos de la FIFA porque supuestamente las operaciones de corrupción se hicieron a través de bancos con casa matriz en EE.UU.
En otras ocasiones, no es sólo el uso directo del sistema financiero norteamericano lo que empuja a los extranjeros a ingresar a la red estadounidense. Algunos regímenes de sanciones obligan a los foráneos a cumplir con la ley norteamericana, aún fuera de EE.UU., porque de lo contrario son sancionados. Swift, por ejemplo, tiene su sede en Bélgica. Pero si los directores de Swift hubieran violado la legislación norteamericana que impone sanciones a Irán, habrían corrido el riesgo de no poder ingresar a Estados Unidos. Por lo tanto, prefirieron cooperar.
Ese es el tipo de poder que todavía no tiene ningún país. China, por ejemplo, es un mercado inmenso y está dispuesto a usar su poder de mercado para amenazar a los países que hacen cosas que desagradan a Beijing, como reunirse con el Dalai Lama o reconocer a Taiwan. El yuan no es una moneda global y para una empresa global no es crucial tener acceso al sistema financiero chino. Y la amenaza de que alguien no podrá viajar a China no tiene el escalofriante efecto de una potencial prohibición de ingreso a los EE.UU.
¿Esto podría cambiar? Quizás. Pero probablemente requiera de que el yuan se convierta en una moneda de reserva global para competir con el dólar estadounidense. Es por eso que se mirará de cerca la decisión del FMI –a fines de este año– sobre si incluir o no a China en la canasta de monedas que determina el valor de los derechos especiales de giro. Esa medida sería un visible paso adelante para que el yuan se convierta en una moneda de reserva global. Eso, a su vez, podría finalmente amenazar la posición única que tiene el dólar en el sistema global –y el poder que eso le confiere a Estados Unidos.
Norteamérica puede oponerse a cualquier medida del FMI para elevar el status del yuan. Pero tendrá que pisar con cuidado. El rechazo basado en el hecho de que la moneda china todavía no es totalmente convertible podría bien considerarse legítima. Pero el casi injustificado esfuerzo por aferrarse a una posición de privilegio podría terminar debilitando a EE.UU.
La lección final del escándalo de la FIFA es que el poder de Norteamérica no sólo se debe al tamaño de su mercado o el poder de sus militares. Su sistema judicial también todavía tiene autoridad moral que proviene de sus raíces de sociedad abierta, democrática y regida por la ley.
China definitivamente está cerrando la brecha de riqueza que tenía con EE.UU, así como Asia está cerrando la brecha con Occidente. Pero la reputación de integridad que gozan las instituciones norteamericanas sigue siendo un activo intangible. Es esa reputación lo que permitió a EE.UU. encarar a la FIFA.
EL CRONISTA

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