El camino de la restauración

El camino de la restauración

Por Ezequiel Chabay
La pasión por los autos no conoce barreras. Ni siquiera económicas. Por eso, cada vez son más los amantes de los coches clásicos que se animan a soñar a lo grande y emprenden el camino hacia la restauración de un vehículo que figura en los anales de la historia. Sin necesidad de desembolsar una gran suma de dinero, es posible convertir en realidad lo que hasta ayer era un proyecto y, por qué no, obtener una potencial utilidad a futuro por la venta.
La restauración de un vehículo tiene dos grandes capítulos: la mecánica y la carrocería. Pero como en todo libro, es necesario empezar por el prólogo y la introducción. El punto de partida, para los especialistas y más experimentados restauradores, es tener un lugar adecuado donde guardar y trabajar el vehículo. Mejor aun si allí se tiene un extractor o deshumificador, y una buena cajonera rodante con los enseres mecánicos necesarios. Luego, llega el momento de la elección del vehículo.
Actualmente, se considera clásico cualquier rodado con 30 años de antigüedad. Para los iniciados, la recomendación es optar por un vehículo de fabricación nacional que haya marcado época. Por precios y repuestos, son los más accesibles. La entrada de gama de estos “nuevos-viejos” se compone del Fiat 1500 coupé, el Renault Gordini, la Coupé Chevy Serie 2, el Ford Falcon, los Torino en sus distintas versiones, los Peugeot 403 y 404, o, para los excéntricos, algún DKW de Auto-Union Argentina. Sus valores oscilan entre los $ 20.000 y los $ 50.000.
En cualquier caso, es imprescindible documentarse sobre el auto y conocer los detalles de fabricación, para así advertir los posibles cambios en modelos sucesivos.

Capítulo primero: la mecánica
Una vez con el coche en propiedad, hay que definir cuánto hará uno y cuánto derivará en un profesional. “Para restaurar un auto hay que tener bastante conocimiento y destreza manual; también, conocer la historia del vehículo y consultar la bibliografía del tema”, señala Gustavo Suárez, director de la fundación Lory Barra, que busca educar a jóvenes en la recuperación de automóviles sport, clásicos e históricos. A no desesperar: en este taller, como en otros, brindan cursos sobre la restauración y enseñan a trabajar sobre cada parte del vehículo.
La regla de oro es empezar de adentro hacia afuera. Luis Spadafora es un coleccionista consagrado, propietario del Museo del Automóvil de la ciudad de Buenos Aires. Y da su receta, paso a paso: “Lo primero que se debe hacer con un vehículo es desarmarlo, hacer un buen lavado con vapor y conocer dónde está picado y dónde está bueno. A mí me gusta dejarlo bien de chasis. Después, hay que ver cómo está el tren delantero, los amortiguadores y los frenos. Luego, se observa el motor, la caja y el diferencial”.
Después de escanear el auto, llega el momento de tomar lápiz y papel, y descubrir qué defectos y qué pizas no originales pueda tener encima. Roberto César, socio del Club de Automóviles Sport, recomienda ser meticuloso y cultivar la principal virtud de un restaurador: la paciencia. “Hay que listar el trabajo que se tiene que realizar y, luego, empezar con las consultas. Un auto de los ‘80 se puede resolver con un mecánico de barrio, pero con uno de los años ‘30 es recomendable buscar un especialistas”, explica.
Cuanto más calificada es la mano de obra, más elevada será la tarifa. Jorge Rau es uno de los principales restauradores de La Plata -también tiene su museo- y recorrió en sus largos años la mayor parte de los talleres de la provincia de Buenos Aires. “El mecánico que se ocupa de coches antiguos invierte mucho tiempo y eso se traslada al precio final. Además, suelen ser bohemios”, advierte. Spadafora se suma, y recomienda: “Cuando se empieza a restaurar, uno invierte dinero, pero no siempre cumplen del otro lado. Lo ideal es dejar sumas fijas y pagar el resto del trabajo al final. A veces, el entusiasmo traiciona”.

Capítulo segundo: la carrocería
Mientras se avanza con el plan mecánico, conviene desmontar puertas, aletas y faros; detectar el óxido en los materiales y lijar. Para trabajar por cuenta propia, será necesario contar con un buen soldador y, si alguna pieza está muy deteriorada, mejor ir al desguace. Aunque no existen subastas, hay un mercado de particulares bastante importante. Si no, siempre se puede recurrir a internet.
En el caso de las piezas agrietadas, habrá que aplicar masilla de carrocero en abolladuras, agujeros y otras imperfecciones, pero en caso de proceder así, el valor de restauración se depreciará. En ese caso, será mejor ir en busca de una nueva placa ,o bien, soldar.
En este itinerario, el restaurador se va forjando en compañía de especímenes de su mismo género. Trabajando con tutoriales o consejos de profesionales, además de pasar un buen rato, se podrá ahorrar cifras de hasta cuatro ceros. Todo restaurador empieza como discípulo de otro o, en su defecto, como autodidacta. “Yo recomiendo recurrir a los clubes de automóviles, porque el intercambio de conocimientos con otros fanáticos enriquece la capacidad de volver a la vida un auto que tiene su historia”, sentencia Miguel Cameli, docente en la materia.
Si se recurre a un especialista, más vale tener la rienda corta. Todos los consultados advierten que los chapistas de restauración son un grupo en extinción y, por lo tanto, hacen valer su trabajo. “Son excéntricos y hay muy pocos. Es que hoy todo se resuelve cambiando los paneles: ya prácticamente nadie se pone a arreglar un guardabarros ni a martillar una chapa”, reconoce otro de los consultados, que prefiere reserva. En estos casos, la recomendación es acordar un precio fijo, la modalidad de pago y el tiempo de entrega.
Finalmente, se llega a la etapa de la tapicería y los pequeños repuestos, como manijas, guiños, ópticas y espejos. Nuevamente, se requiere paciencia y habilidad para el regateo. Dos grandes aliados serán la web y las ferias de Autojumble, donde los acopiadores de rezagos tiran sobre las mesas aquello por lo que un coleccionista sería capaz de matar.
Según la voz de los especialistas, el tiempo promedio de restauración es de dos años. Algunos sostienen que no hay grandes chances de obtener un rédito económico, pero aseguran que “es mejor gastar en repuestos que en remedios”. Otros, a pedido de RPM, se animan a ajustar el lápiz y hacer cuentas: con una inversión inicial de $ 50.000 y un desembolso mensual de $ 5.000, al cabo de dos años se puede -a precios constantes- recuperar lo invertido y ganar otros $ 50.000. “Si se aplica esfuerzo personal, con un conocimiento sobre el tema, es un hobby que no termina saliendo siendo un gasto, porque el valor de los autos clásicos, históricamente, va en aumento”, asegura Roberto César.
El truco para tener un clásico en condiciones está en el último paso. En el epílogo de este manual resta algo no menor: el mantenimiento. Con disciplina y constancia, ese vehículo se convertirá con el tiempo en un activo valioso.
EL CRONISTA