Cervantes siglo XXI: la clave está en su obra, no en los huesos

Cervantes siglo XXI: la clave está en su obra, no en los huesos

Por Laura Ventura
Una obrita del siglo XVII, por entonces considerada menor, luchó contra los celos de sus contemporáneos y aún batalla con las aspas de los relojes del tiempo. La hazaña de Don Quijote de la Mancha consiste en haberse colado desde la ficción hasta los poros de la cultura popular. Su vigencia es una aventura de dimensiones épicas. El héroe más carismático de habla hispana exudaba un léxico y modismos ya anacrónicos para la primera generación de lectores, aquellos que acudían a las páginas de esta novedad literaria firmada por un tal Miguel de Cervantes Saavedra. Resulta más complejo aún para pupilas posmodernas acercarse a este universo, más conocido por una icónica metáfora que por sus líneas y episodios. Esta ínsula adquirida es un adjetivo -quijotesco- que condensa un concepto que no posee sinónimo en nuestra lengua: aquellas almas justicieras que gritan su verdad, a pesar de ser tildadas de insanas. Quijotescos son también los autores e intelectuales que trabajan en pleno siglo XXI con diversas estrategias -traducir y adaptar el dialecto original para los lectores del presente o convertir a Cervantes en personaje- para mantener vivos el mito y el espíritu del hidalgo y de su autor. Gracias a ellos hay tutía.
Promedia 2015, año clave para la galaxia Cervantes, cuando se cumplen cuatro siglos de la publicación de la segunda parte del Quijote de la Mancha. Los restos del Príncipe de las Letras no descansan en paz. Un equipo forense trabajó -valga aquí la expresión de las novelas de caballería- a capa y espada para poder identificar los huesos del escritor en la Iglesia de las Trinitarias, en el centro de Madrid. Fue mucho el revuelo y pocas las certezas de los expertos al concluir un proceso con resultado impreciso, comunicado oficialmente con algarabía, a pesar de los múltiples peros.
El debate está instalado entre los intelectuales españoles: ¿de qué modo rendirle homenaje al máximo exponente de sus letras? En la reciente El faro y la noche (ganadora del Premio Internacional Antonio Machado), una novela que mezcla poesía y no ficción, la escritora y catedrática de la Universidad Autónoma de Madrid Selena Millares indaga sobre este tema y se refiere al “fervor popular hacia ese fetiche que son los huesos en nuestra tradición cristiana, poblada de reliquias”. La protagonista se refiere al paradero de los restos de Cervantes, Goya, García Lorca y Teresa de Jesús, entre otros: “¿No está vivísimo Cervantes? ¿Quién no lo recuerda? Además, ¿qué es la muerte? Apenas una frontera delgadísima que se cruza en una fracción de segundo y sin regreso”.
¿Cómo avivar el fuego del Quijote y estimular a las nuevas generaciones a su lectura? Miembro de la Real Academia Española (RAE) y autor de gran popularidad en habla hispana, Arturo Pérez-Reverte adaptó esta novela el año pasado y realizó una versión para llevarla a las aulas. Creador de otro héroe también muy leído en las escuelas, el capitán Alatriste, realizó un trabajo “de paciencia y placer, apartando algunos pasajes del Quijote, no porque sean desdeñables, pero sí secundarios. Lo que hicimos fue coserlo para que el Quijote se pueda leer como uno solo”.
Fomentar la temprana lectura de esta novela es crucial, pero no se puede realizar de modo torpe, porque “es un libro muy complejo, que no puede leerse en clase sin un buen profesor delante. Lo peor que puede hacerse es dar el Quijote completo en un aula. Es una forma de vacunar al chico de 13 o 15 años contra Cervantes para toda la vida. En cambio, lo mejor que se puede hacer es introducirlo a través de los principales episodios, comentándolo en clase. Creo que el Quijote debe estar en los colegios no sólo porque es un emblema, la bandera de una patria de 500 millones de hablantes, sino porque el Quijote está lleno de códigos morales, sociales, y es una herramienta, una percha en la cual un profesor puede hablar de ética, filosofía, memoria, historia”, opina Pérez-Reverte.
El experto en la obra cervantina Andrés Trapiello trabajó en una versión del Quijote que saldrá el mes próximo (Destino), con prólogo de Mario Vargas Llosa, donde traslada allí el lenguaje del siglo XVII al castellano actual. “Este libro es acaso el que más fracaso de lecturas acumula. Cualquier lector alemán, italiano, inglés o francés puede leerlo en su lengua (no en alemán, italiano, inglés o francés del siglo XVII, sino en sus lenguas actuales), pero al lector español e hispanohablante se le obliga a hacerlo en un castellano del siglo XVII, que ni hablamos ni entendemos al leerlo. Y hablamos de buenos lectores, cultos, exigentes. Si se puede leer en el original, y pocos podrán leerlo sin pasar por las notas (sólo en la edición de Francisco Rico en su versión de bolsillo, admirable por lo demás, han de leerse cinco mil quinientas cincuenta y dos notas), ha de hacerse ese esfuerzo, por lo mismo que si se puede leer a Homero en griego o a Tolstoi en ruso, vale la pena prescindir de traducciones. Por esa razón lo he traducido al castellano actual: si queremos seguir hablando la lengua de Cervantes, es necesario que don Quijote hable en la nuestra.”
Esta misma estrategia es la que llevó a cabo el argentino radicado en España Mario Paoletti, autor de Quijote exprés, una versión fiel al original, traducida al léxico de estos tiempos: “Reescribí el Quijote porque me daba pena que sus dificultades técnicas lo apartaran de sus lectores potenciales. Es una novela magnífica que muy poca gente lee. Se trataba de aligerar el texto, podarlo de notas al pie y facilitar que el lenguaje fluyera con más facilidad. Me llevó cinco años, pero si logra que vuelva a ser un best seller, me doy por bien pagado. Mi versión fue hecha con muchísima libertad y con muchísimo respeto”, explica.
A 300 km del Obelisco porteño, en la ciudad de Azul, reconocida por la Unesco como enclave cervantino (mención que también poseen Alcalá de Henares, cuna del autor, y Guanajuato, en México), se celebra desde hace nueve años un festival en el que participa orgullosa la comunidad entera y al que acuden profesores de universidades locales y extranjeras. José Manuel Lucía Megías, catedrático español y presidente de la Asociación de Cervantistas, viaja cada año a estas coordenadas bonaerenses para prestar su pasión y sabiduría, y regar la pampa húmeda con los ideales cervantinos. Es él el responsable del Quijotito, una adaptación para niños que está ilustrada por chicos de Azul. “La lectura del Quijote, como de cualquier obra de la riqueza de la obra cervantina, ha de realizarse de acuerdo con textos que estén acordes con la capacidad de los lectores. Soy partidario de las adaptaciones infantiles para las primeras lecturas, de las aproximaciones y selecciones para las lecturas juveniles y de ediciones cuidadas, con un pequeño aparato crítico para resolver algunas dudas para las lecturas de adulto. Otra cosa son las lecturas académicas y profesionales, que necesitan también de ediciones con un aparato crítico adecuado”, opina.
Para Trapiello no se trata sólo de acercar el léxico del relato a los lectores actuales, sino de alimentar su imaginación y completar espacios vacíos, preguntas que muchos se hicieron al culminar el libro. Trapiello acaba de obtener el premio Troa por El final de Sancho Panza y otras suertes, el regreso una década después al universo del entrañable escudero, a quien había convertido en protagonista en Al morir don Quijote, que comienza donde el título lo indica, allí donde Cervantes finaliza este clásico. “Y se declara esto aquí para que se vea que no hay ninguna historia en el mundo que se haya acabado nunca de contar, y que al mejor tejedor le queda un hilo suelto”, escribe Trapiello. Sancho Panza ya ha aprendido a leer y escribir para poder encontrarse en la novela famosa que tanto lo nombra (ese juego que propone Cervantes donde un hombre llamado Sancho lee una novela sobre un hombre llamado Sancho), atraviesa el duelo de la muerte de su amo, acompañado por la sobrina del hidalgo y el bachiller Sansón Carrasco.

CERVANTES COMO PERSONAJE
Aparece en la literatura cervantina, en su propuesta innovadora donde los límites entre ficción y realidad son siempre puestos a prueba, un territorio fértil que alimenta a autores que hoy escriben con computadora y que, a su vez, nutre el universo, la obra y la memoria de Cervantes.
Alfonso Mateo-Sagasta, escritor e historiador, se inspiró en este recurso para crear Ladrones de tinta -primera parte de una trilogía que se completa con El gabinete de las maravillas y la reciente El reino de los hombres sin amor-, que parte desde uno de los misterios más sombríos de la literatura: encontrar al autor que se esconde tras el seudónimo de Alonso Fernández de Avellaneda. Cervantes había logrado popularidad con la publicación de El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha (1605), pero como escritor festivo, rótulo algo despectivo, es decir, no a la altura de sus contemporáneos como Lope de Vega, su envidioso rival. A pesar de los pedidos de sus mecenas, el de hacer regresar a los caminos a Alfonso Quijano, Cervantes les dedicaba tiempo a otros asuntos ya que pensaba que pasaría a la posteridad con “literatura seria” y confiaba en que serían Los trabajos de Persiles y Sigismunda y La Galatea los que lo harían posible. La aparición del Quijote apócrifo, escrito por ese tal Avellaneda, obligó a Cervantes a concebir la segunda parte del Quijote, la más importante a causa de su renovación literaria. Mateo-Sagasta le dio vida a una novela policial a través del personaje de Isidoro Montemayor y de un personaje secundario llamado Cervantes. Para Mateo-Sagasta, hay múltiples elementos atractivos para que un escritor regrese siglos después a este universo: “En mi caso fue el sutil modo en que rompe la débil línea que separa la realidad de la ficción, y el espectáculo de atisbar la mente de un autor en el proceso de crear su propio mundo. Creo, además, que gana mucho cuando se pone en valor el Quijote de Avellaneda y la influencia que tuvo en la escritura de la segunda parte de las aventuras del ingenioso hidalgo”.
Convertir a Cervantes en personaje y narrar sus conflictos y su ardua existencia fue y es el objetivo de varios autores. Como Dale Wasserman (El hombre de la Mancha), cuya versión porteña puede verse en el teatro Apolo. Otro caso de este recurso es el de Juan Eslava Galán, flamante ganador del Premio Primavera, galardón que obtuvo por Misterioso asesinato en la casa de Cervantes, un policial donde el escritor es acusado de un crimen que no cometió. Bella e inteligente, Eslava Galán toma prestado al personaje de Dorotea y la convierte en la heroína de este relato, quien buscará rescatar el honor y la libertad del escritor y de los imputados: “¿Qué delito puede haber cometido un hombre de tan altas prendas? ¿No hubo bastante cárcel ya en su vida con el cautiverio de Argel?”.
El universo camaleónico y único de los caminos y las ventas castizas cobra formas y colores donde vaya. A pesar de su Triste Figura, en España, en las Fallas de Valencia y en las carrozas de Carnaval, el Quijote siempre tiene un espacio reservado. Pero más allá de los homenajes, la intención de los intelectuales, como Sanchos, es decir, como escuderos de su obra, es lograr que el Quijote siga siendo leído.
Algunos críticos y también varios Pierre Menard, en términos borgianos, señalan, con más o menos saña, los errores que existen en estas dos novelas, producto de la velocidad y apremio con los que escribía Cervantes. Incluso Nabokov, quien impartió clases del Quijote en Harvard, rechaza que se trate de una de las mejores novelas del mundo. Lo que la distingue a ésta de otras obras es la “maravillosa intuición artística de su creador, que hace entrar en acción a don Quijote en los momentos oportunos”. He allí su comicidad y genialidad.
Hoy se habla de resiliencia como esa capacidad de sobrellevar y superar tragedias y pesadillas que ocurren en plena vigilia, un escudo que acompañó a Cervantes, quien padeció experiencias abominables (el cautiverio, la miseria, el dolor y la enfermedad), hasta sus últimos días. Hay un eco en su novela, que se mantiene viva, mientras muta y se hace más fuerte con cada siglo: “Es obra muy digna de su grande ingenio, honra y lustre de nuestra nación, admiración y invidia de las estrañas [sic]”, escribía con una gran perspectiva histórica el protector de Cervantes Josef de Valdivielso, en 1615, tras la lectura de Segunda parte de don Quijote de la Mancha. Cervantes héroe y Quijote. “Para mí sola nació don Quijote, y yo para él: él supo obrar y yo escribir, solos los dos somos para en uno”, rezan las últimas líneas de esta novela y con ellas el sabor de que el fin es también el principio, y de que la muerte es también un modo de renacer.
LA NACION

ILUSTRACION: VICENTE MARTI

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