11 May La principal falla de Ganancias
Por Marcelo Zlotogwiazda
La principal falencia que tiene en la Argentina el impuesto a las Ganancias para las Personas Físicas (IGPF) no son las enormes distorsiones que provocan la inflación y la desactualización de escalas.
La principal falencia que tiene en la Argentina el IGPF tampoco es que haya asalariados o autónomos de ingresos medio-altos que están alcanzados por el gravamen.
Por lo tanto, ni los parches que cada tanto el gobierno se ve obligado a aplicar para atenuar las incongruencias y calmar el malestar sindical, ni las propuestas demagógicas que se lanzan desde la oposición apuntando exclusivamente a reducir o directamente eliminar la presión sobre la franja de asalariados de sueldos altos pero no tanto, van a servir para corregir la situación.
El defecto más importante del IGPF en la Argentina es que no contribuye casi nada a mejorar la distribución del ingreso, que es, junto al financiamiento del Estado, la función que deben cumplir los tributos directos.
El aporte del IGPF a mejorar la equidad social puede medirse a través de la diferencia que registra el índice Gini (un coeficiente que varía entre 0 y 1, con valor cero en el caso de que todos reciben lo mismo, y valor 1 si todo el ingreso se concentra en una persona) si se lo calcula antes o después del pago de Ganancias. Según un reciente estudio de la Comisión Económica para América Latina (CEPAL), el IGPF sólo contribuye a reducir el Gini de 0,433 a 0,421, es decir en menos de un 3 por ciento. En Uruguay el impacto redistributivo del IGPF es del 4 por ciento, en México del 6 por ciento, y mucho mayor aún en los países desarrollados.
El dato sobre el pobrísimo aporte a la equidad del IGPF figura en el libro Desigualdad, concentración del ingreso y tributación sobre las altas rentas en América Latina, que acaba de publicar la CEPAL con la coordinación de Juan Pablo Giménez, uno de los tributaristas del organismo que, además de autor de uno de los ensayos, oficia de compilador. El trabajo de Juan Carlos Gómez Sabaini y Darío Rossignolo explica que el escaso efecto progresivo del IGPF (en la Argentina y en toda la región) se debe a que 1) la tasa marginal máxima que se aplica es baja; 2) la existencia de un alto nivel de deducciones y exenciones; y 3) el grado de evasión, elusión y morosidad es alto. Por ejemplo, el 35 por ciento de alícuota máxima vigente en la Argentina se opaca frente al 45 por ciento en Reino Unido, 47,5 en Alemania, y valores aún superiores en Dinamarca, España y Suecia.
La limitada alícuota máxima, junto con las exenciones a la renta financiera y a las ganancias de capital, y a la elevada evasión, son las causas de lo poco que se recauda en la franja de individuos de muy altos ingresos. Pero también es comparativamente bajo lo que pagan las personas de ingresos medio-altos. Según un informe de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) un trabajador soltero sin hijos cuya remuneración supera en 2/3 el promedio del sueldo de ese país contribuye con el 15 por ciento de su ingreso en Suiza e Israel; con el 21 por ciento en Francia y España; con el 23 por ciento en Estados Unidos y Gran Bretaña; y con el 30 por ciento o más en Finlandia, Suecia, Bélgica y Dinamarca. Según la planilla que Axel Kicillof mostró el lunes pasado, un trabajador soltero con un sueldo bruto de 20.000 pesos pagaba 2.066 pesos (10 por ciento) por mes de Ganancias antes de la rebaja anunciada.
El libro de la Cepal muestra que no sólo el IGPF sino los impuestos en general tienen un bajísimo impacto redistributivo en toda la región. La Argentina no es la excepción. El índice Gini casi no varía si se lo calcula antes o después del pago de impuestos.
Eso es consecuencia de lo ya señalado respecto a Ganancias y a lo poquísimo que se recauda de impuestos al patrimonio. En el caso de la Argentina, el impuesto Inmobiliario recauda el equivalente a 0,32 por ciento del Producto Bruto, mientras que para el promedio para los países de la OCDE esa proporción es del 1,07, para Canadá 2,88 y para Reino Unido 3,88 por ciento. También es ridículamente bajo lo que se cobra por la riqueza a través de Bienes Personales.
La pérdida del potencial efecto redistributivo debido a una escasa recaudación de impuestos al patrimonio, es mayor cuanto más concentrada está la riqueza. Al respecto, la Argentina es de los países con mayor desigualdad patrimonial. La ya clásica investigación de Facundo Alvaredo, Anthony Atkinson, Thomas Piketty y Emmanuel Saez reveló que el 0,1 por ciento más rico de argentinos se queda con el 7,02 por ciento del ingreso total, la segunda concentración más alta entre los veintidós países incluidos en The World Top Income Database, (1,08 por ciento en los Países Bajos y 2,48 en Francia, por ejemplo).
La organización de cientistas sociales World Value Survey realiza coda tanto una encuesta a nivel global en la que se le pide a los entrevistados que califiquen en una escala de 1 a 10 si están a favor de una distribución del ingreso más igualitaria (1) o de ampliar las diferencias para incentivar el esfuerzo (10). El resultado del último relevamiento arrojó una preferencia por la redistribución muy superior a la encuesta anterior.
Más allá de lo que declaman, las propuestas concretas de los principales precandidatos presidenciales, particularmente en los que respecta al IGPF, no revelan que estos asuntos les importe demasiado.
EL CRONISTA