La mirada alemana

La mirada alemana

Por Ezequiel Fernández Moores
“Nunca antes -me dice Christoph Biermann- había visto algo así.” Un ambiente, en la Bombonera, que superaba en sonoridad y en ritmo a los 80.000 hinchas que junta siempre el Borussia Dortmund en el Westfalestadion, el estadio acaso más ruidoso de Europa. Pero Biermann, una de las firmas más respetadas del fútbol europeo, sintió que ese mismo ambiente fascinante de la Bombonera también intimidaba. En menos de dos semanas, Biermann fue también al Monumental, a Racing, Independiente, San Lorenzo, Vélez, Banfield y Ferro. Vio diez partidos. Preguntó por los diez campeones distintos de la última década. Por el actual campeonato inédito de 30 equipos, sin hinchas visitantes por la violencia y con TV Pública por la política. Y por un fútbol cuya selección, menos de un año atrás, casi se corona en Brasil. El país de Biermann, además de campeón mundial, también es el de la Bundesliga campeonato-modelo, con buenos jugadores, estadios llenos y precios populares. Que el último domingo coronó otra vez a Bayern Munich, tricampeón consecutivo, sexta Liga en diez años. El mismo Bayern Munich que ayer ganaba cómodo y terminó perdiendo en insólita definición por penales en las semifinales de la Copa de Alemania, un trofeo que ya ganó cinco veces en esta década. Ayer lo eliminó Borussia Dortmund, el único rival que lo deja sin algunos títulos. Cada vez con menos chances. Porque si acá iniciamos el domingo sobredosis de superclásico, en Alemania, en cambio, es tal el dominio del Bayern que temen quedarse sin Der Klassiker.
Bayern Munich, que ofreció una exhibición la semana pasada cuando aplastó 6-1 al Porto, siempre fue fuerte, pero jamás, dice Biermann, tuvo un DT como Pep Guardiola. “Es el mejor del mundo, juega un fútbol de autor y tiene una idea nueva para cada partido, sea el rival que fuere.” Tiempo atrás, el Bayern debía jugar un amistoso en ayuda del Bochum, hoy en Segunda. Aún así, me cuenta Biermann, Guardiola pidió videos del rival. El Bayern también fue siempre rico. La diferencia es que ahora administra mejor sus dineros. Thomas Schneider, otro colega alemán también de reciente paso por Buenos Aires, destaca el hecho de que Bayern es manejado por ex jugadores. “No es un juguete en manos de un millonario.” Como el Hoffenheim de Dietmar Hopp, patrón de la multinacional SAP, el Wolfsburgo de Volkswagen, el Leverkusen de Bayer o el Red Bull Leipzig que está a un paso del ascenso. Los pocos clubes corporaciones del fútbol alemán amenazan ser rivales futuros del Bayern, tras la pobrísima Liga del Borussia Dortmund, que en junio pondrá fin al exitoso ciclo de siete años de Jürgen Klopp. En la semifinal de ayer en el Allianz Arena, el anfitrión quiso despedir al DT rival con una ofrenda floral. “Inapropiado antes de la batalla”, rechazó Klopp el gesto. Algún día se lo llevará Bayern Munich, como ya lo hizo con sus mejores jugadores y como también sucederá con Marco Reus. Acaparador, Bayern Munich logra que, como pronosticó en 2007 el hoy dirigente Uli Hoeness, sus rivales deban mirarlo “con binoculares” en la tabla. El domingo, apenas después de su nueva coronación sin jugar (había ganado el sábado), los rivales se burlaron publicando fotos de la Marienplatz con apenas turistas y palomas. “Hay dos personas más que el año pasado”, escribió un hincha del Dortmund por la Web. “Esperamos que no haya incidentes en los festejos”, ironizó otro.
El Dortmund, en rigor, es rival clásico del Bayern desde los 90. Antes fueron Borussia Monchengladbach primero y Werder Bremen después. Pero el Dortmund vivió momentos inesperados en esta última temporada. Jugadores obligados a dialogar con hinchas furiosos alambrado de por medio. Fanáticos que rociaron de cerveza y escupitajos a Marcel Reif, un irónico periodista de la TV, de 65 años. El fútbol, aún en la opulencia, siempre ofrece espacio para la ira. En Alemania hay fanáticos que aman la batalla cuerpo a cuerpo. Y también hay hinchadas que sufren infiltraciones neonazis. Pero siempre a años luz del protagonismo naturalizado de nuestros barras. “Vamos Bayern, metan un gol, un gol, un goool”, era uno de los cantos ayer en el Allianz Arena. Respondían los del Dortmund sobre una vieja costumbre de los bávaros y al ritmo de Yellow Submarine: “Zieht den Bayern die Lederhosen aus” (Saquen al Bayern los pantalones de cuero). Los del Hannover boicotearon aliento esta temporada, en guerra contra el presidente del club. Igual que los de Hamburgo, enojados no porque el club les niega privilegios, sino porque comercializó todo en exceso. Los hinchas alemanes defienden con uñas y dientes precios populares para boletos y cerveza. Y también para mantener su derecho a seguir los partidos de pie. “El fútbol en Alemania -me dice Biermann- es claramente un negocio, pero nadie puede sacar dinero del club más que jugadores, técnico, árbitros y empleados, jamás un hincha.”
José Esses, periodista argentino en Alemania, fue días atrás a ver al Hertha, en Berlín. Tomó frío en un 0-0 aburrido. Y debió sacar una tarjeta de 20 euros que cargó para pagar cualquier consumo dentro del estadio, desde cerveza en vasos de plástico con las caras de los jugadores del club, hasta salchichas y bretzel. Al salir, le devolvieron los 20 euros y el crédito que no había gastado. Colas para todo. Nadie protestaba. Las canciones, con un orden establecido, seguían al hincha del megáfono. “Vamos al fútbol con una mirada más de clase media”, me dice Biermann. El periodista alemán, aún consciente de la violencia de nuestras hinchadas, me cuenta que nunca vio un estadio “tan romántico” como el de Huracán, que se impresionó con el Cilindro de Avellaneda y que amó la cancha de Ferro. Pero lo que más le impresionó fue la confirmación de que en los estadios argentinos “cantan todos”, que el aliento puede durar los 90 minutos y extenderse a todos los sectores del estadio, incluido a un ejecutivo que se le describió como un “hooligan fashion” en Independiente, donde retiró su acreditación de prensa entrando, según me dijo, por “Bochini street”.
La gran chance del modesto Augsburg de clasificarse para las copas europeas y el posible descenso de dos históricos como Hamburgo y Stuttgart (11 Bundesligas y 6 Copas de Alemania entre ambos), demuestran acaso que el fútbol aún da sorpresas en la Bundesliga. En Alemania, rige el principio de que los clubes deben ser de los socios, estar cerca de su comunidad e invertir en academias de formación de juveniles. Y, según la regla implantada en 2001, sin que puedan adueñarse del club jeques árabes o magnates rusos o chinos, cuyos millones podrían competir acaso mejor contra el poder de Bayern Munich. El campeón anunció ayer mismo un nuevo acuerdo de 900 millones de euros y hasta 2030 con Adidas, que controla el 8,33 por ciento de las acciones del club. El Bayern recibirá también 68,77 millones de euros de la TV, tres veces más que el último, según el nuevo acuerdo de la Bundesliga, de 810 millones para las dos divisiones principales. “O sos abonado al canal Sky de Murdoch que cuesta entre 40 y 70 euros al mes, o tenés apenas unos partidos en abierto, pese a que pagás una cuota obligatoria para la TV pública”, se queja Peter Burghartdt, que fue corresponsal muchos años en Buenos Aires. “Algunos se van a reír -me dice el colega-, pero extraño Fútbol para Todos.”
A Biermann le sorprende que el fútbol argentino, con todos sus problemas, siga llevando gente a las canchas pese al éxodo masivo y permanente y cada vez más precoz de sus mejores jugadores. “Como si nos sacaran tres selecciones en Alemania.” Autor de libros sobre la historia de la Bundesliga y sobre la ciencia en el fútbol (The Football Matrix. In Search of the Perfect Game), Biermann entiende el aspecto emocional que vincula a los hinchas argentinos con Diego Maradona. Pero no duda en afirmar que Leo Messi “es lo mejor que ha dado la historia del fútbol mundial”. “Practica una forma de arte que nunca se vio antes, entiende el espacio como nadie lo ha hecho jamás, tiene una forma muy particular de inteligencia”, me dice Biermann, que recuerda una entrevista que le hizo a Messi en 2006. “Leo -cuenta el periodista alemán- me dijo que, con la PlayStation, jugaba de Messi e intentaba trucos nuevos para ver si le salían luego en la cancha. Me pareció genial.”
LA NACION