11 Mar La Virgen de Luján fue la madre de todos los gauchos
Por Gloria Martínez
Virgen santa de Luján/ madre de todos los gauchos”… Así la invoca nuestro Hilario Ascasubi en su obra maestra “Santos Vega o Los mellizos de la Flor”, y , en verdad, la Virgen de Luján ha mostrado a través de los siglos que realmente ama como una madre al “pueblo gaucho” nombre que hoy podríamos utilizar como sinónimo de pueblo argentino. El milagroso acontecer fue en 1630, cuando lo que es hoy nuestra patria, era “parte principal” integrante del que al siglo siguiente sería el Virreinato del Río de la Plata y luego, en 1810, se erguiría como “una nueva y gloriosa nación”…
La Virgen de Luján eligió el lugar donde quiso quedarse, cuando las carretas que iban hacia la lejana Sumampa, llevando hacia allá el encargo de dos imágenes de la Virgen Inmaculada para el portugués Antonio Saa. Y aquel cajoncito donde Ella iba impidió la marcha de la carreta hasta que, junto al ombú solitario – el “paraje del árbol solo”– cerca del río Luján decidieron dejarla hacer su voluntad y las carretas prosiguieron su marcha.
La Virgen que había elegido a sus gauchos comenzó a llamarse “La Virgen de Luján”. De inmediato fue llevada en procesión hasta un improvisado santuario para ser mas tarde albergada en una estancia hasta que la salvación milagrosa del padre Salvaire y la promesa que éste le hizo, dio origen a los comienzos de la es hoy la grandiosa basílica nacional.
Desde el primer día quedó con la Virgen un negrito esclavo, que fue hasta el fin de sus días, fiel cuidador y amoroso devoto de su virgencita de Luján. El santo “negrito Manuel” que la reprendía tiernamente cuando comprobaba por las señas de su manto que se había escapado de noche para cuidar a alguno de sus amados gauchos.
Han pasado los siglos y sería poco menos que imposible enumerar los milagros que ha hecho Dios por interseción de esta Madre Gaucha.
Como el primer milagro de Caná, su estilo maternal es el mismo: con sus manecitas juntas, mira a su Hijo Divino y sólo le dice:”… no tienen vino”… y Jesús siempre la escucha y da el vino purísimo del milagro.
Basta con pasar la vista por las paredes interiores de la Basílica de Luján y leer las inscripciones en honor de María para advertir que cada una de esas grandes letras está formada con exvotos, y que cada exvoto pequeño es ofrenda por un milagro y otros muchos que ni siquiera están representados por exvotos: el avión que encuentra su rumbo en la tormenta y sigue felizmente su vuelo; el náufrago perdido que llega a la costa; el niño agonizante que vuelve a la vida; la madre que recobra a su hijo; el chacarero que ve como se ahuyenta la manga de langostas que iba a asolar sus campos y la densa niebla que escondió al pueblo de Luján cuando el malón iba a asolarlo.
El santuario de Luján ha visto postrarse con veneración ante la imagen de la Virgen Gaucha, las personas más humildes hasta las más ilustres, por sólo citar al héroe máximo de la Argentina, el general José de San Martín y al entrañable general Manuel Belgrano.
Cantan a nuestra Virgen de Luján ilustres poetas y canciones populares, tango “Medallita de la suerte”– Gardel– y folklore “Está lloviendo en Luján” – Guaraní–.
Luján hoy ofrece múltiples posibilidades para el turista deseoso de paz de conmoverse con el paisaje junto al río en el cual parecen mirarse los sauces garcilacianos de emociones de un pasado histórico viviente, de momentos de elevación del alma hacia Dios como lo expresó nuestro inolvidable Fernández Moreno que como poeta equiparó lo malo a lo feo – y no le faltaba razón– … “Líbreme de lo malo y de lo feo / tu virgencita mínima y grandiosa / y tú Luján que eres la doble rosa / pues lo que no es Basílica es museo”… Como humilde ofrenda de devoción a la Virgen de Luján, yo también dejo a sus pies, con el orgullo de pertenecer al glorioso pueblo gaucho, mi soneto:
“Donde clavó su huella la carreta, / se alzó el hogar de nuestra Inmaculada… / En el río Luján va reflejada, / el ombú solitario fue su meta.
“Virgen blanca y celeste, su silueta / se agiganta a amparar mi Patria amada. / Trueca la noche oscura en alborada, / es paloma de paz para el poeta.
“La rosa del milagro es su bandera; / obtiene quien la invoca cuanto espera; / la balanza de Dios, piadosa, inclina.
“Virgen gaucha que el mal siempre atempera / desde el Plata a la andina cordillera / y salva a su República Argentina.”
LA NACION