Rod Taylor: un duro que también supo ser cortés y elegante

Rod Taylor: un duro que también supo ser cortés y elegante

A un mes de su muerte.

Por Marcelo Stiletano
Hollywood conoció el verdadero temperamento del australiano Rod Taylor cuando descubrió su talento en los años 50 y le abrió la puerta que conduciría a sus grandes triunfos en La máquina del tiempo y Los pájaros, títulos que lo convirtieron en estrella.
Al actor, que falleció el 9 de enero en Los Angeles, dos días antes de cumplir 85 años, le sobraban condiciones expresivas para moverse en un amplio rango de producciones, pero se puso firme cuando en los estudios MGM, a cambio de un contrato de 450 dólares garantizados por semana, le exigieron que se cambiara el nombre. “Ya tenemos a Elizabeth Taylor y a Robert Taylor. No podemos contar con otro actor del mismo apellido”, fue la frase que escuchó.
Pero el hombre, nacido el 11 de enero de 1930 en Sydney como Rodney Stuart Taylor, rechazó esa propuesta. Ya había aparecido con su primer nombre de pila en El pirata de Puerto Diablo (1954), una producción que Fox filmó en Australia y en la que Taylor había conseguido un papel menor. Menos que eso no aceptaría y ganó. Con el “Rod Taylor” que desde entonces quedó impreso en casi un centenar de películas y series de TV durante medio siglo empezó a imponerse una presencia: la de un actor al que le sobraban recursos expresivos, elegancia y gestos corteses, pero que ante todo imponía porte viril y presencia física. Taylor se ganó un lugar entre los grandes duros de la pantalla, sobre todo en su apogeo artístico, las décadas de 1960 y 1970.
Hijo de un contratista de la industria de la construcción y de una escritora de obras infantiles, el adolescente Taylor descubrió “que no haría otra cosa que actuar” luego de ver a Laurence Olivier en una gira australiana. Con el impulso materno había empezado a formarse como ilustrador y pintor, pero a los 15 años se incorporó a una escuela de actuación y nunca dejó ese espacio, mucho más desde que Hollywood descubrió sus condiciones.
No se amilanó tras perder a manos de Paul Newman el papel de Rocky Graziano en El estigma del arroyo y su perseverancia fue dando frutos. Se consagró en La máquina del tiempo (1960), inspirada en la novela de H.G. Wells, y ese mismo año comenzó a aparecer en la serie de TV Hong Kong, en donde cobraba 3750 dólares por capítulo, la cifra más alta jamás pagada hasta allí para un ciclo semanal de una hora.
Su gran etapa en los años 60 estuvo marcada por varias comedias junto a Doris Day (Espía por error, Por favor no moleste) y trabajos a las órdenes de grandes directores: John Ford (El soñador rebelde), Michelangelo Antonioni (Zabriskie Point) y sobre todo Alfred Hitchcock, con quien trabajó en una de sus películas más trascendentes, Los pájaros.
Desde allí su estrella se fue apagando, pero nunca del todo. Protagonizó unas cuantas aventuras de acción clase B, participó en series de éxito (de Dos contra el mundo a Walker Texas Ranger) y su despedida del cine fue un breve homenaje que le brindó Quentin Tarantino: el Winston Churchill de Bastardos sin gloria.
LA NACION