07 Feb Rituales de vacaciones: las formas del ocio que ayudan a liberarse del vértigo urbano
Por Fernando Massa
Sin pensarlo demasiado, Esteban Gago, fonoaudiólogo de 46 años que vive con su esposa e hijos en Houston y que vino a la costa para reunirse con el resto de su familia, se alejó del grupo en busca de un claro más cerca de la orilla, ahí donde la arena se vuelve más firme.
Desplegó esa lona poco más larga que una toalla de mano, que sobrevive en la casa de veraneo familiar desde hace unos 30 o 35 años, y se recostó sobre ella. Abstraído de la multitud a su alrededor, se concentró en su rutina de ejercicios, esas técnicas que aprendió con pilates y yoga. Lo repetía por segunda jornada consecutiva: entre chapuzones, idas a comprar pescado, partidos de fútbol y charlas familiares, se dio esos quince minutos para él, un momento que surgió naturalmente, como un impulso. “Recién me acordé y pensé en hacer un poco de ejercicio -dice Esteban apenas terminada la rutina de gimnasia-. Y ahora me doy cuenta de que fue un momento para mí.”
Una rutina de ejercicio en plena jornada playera, salir a hacer fotos cuando el sol desaparece en el mar, despertarse a una hora distinta que la pareja para tener un rato a solas o simplemente vaciar la cabeza al contemplar la naturaleza. Cada uno tiene el suyo, su ritual personal, ese que durante el año no permiten los tiempos ni el vértigo del día a día y que sólo aparece cuando se logra romper con la inercia de lo que se viene arrastrando a lo largo del año. Vacaciones dentro de las vacaciones, momentos que uno se regala a sí mismo para limpiar la cabeza y, por qué no, dar lugar a la introspección.
“Despreocupados de la vorágine laboral del año, las vacaciones son quizá un momento propicio para privilegiar el ser al hacer, para valorar la creatividad de la lentitud frente a la alienación del vértigo”, dice Juan Eduardo Tesone, médico psiquiatra de la Universidad de París XII y miembro de la Asociación Psicoanalítica Argentina.
Frente a ese vértigo que imponen las obligaciones laborales y los tiempos ya pautados que no elegimos durante el año, según Tesone las vacaciones abren la posibilidad de un momento particularmente creativo, para respetar esos tiempos interiores que requieren un ritmo propio. “Obviamente cada persona tendrá su ritmo y sus propios intereses, que no siempre son fáciles de coordinar si las vacaciones son en familia o con grupos de amigos. Por eso es bueno preservar momentos de soledad, algo así como darse cita con uno mismo”, dice.
César Bocangel, de 49, y Fabiana Magnotta, de 45, dos nómades relajados que anduvieron por Mar Azul, Villa Gesell, Valeria y Ostende, se dan esas citas consigo mismos desde el arranque del día: uno de sus rituales vacacionales es levantarse a destiempo. “Lo mío es encarar un mate para funcionar, conectarme conmigo mismo y arrancar. Y siempre con música de fondo. Ayer, por ejemplo, con Juan Campodónico”, dice Fabiana. “Mi rito privado es levantarme entre las 5 y las 6 de la mañana y escuchar AM”, dice César.
Y, además, la fotografía amateur, aunque con un enfoque particular: a eso de las 8.15, 8.30, César baja solo con la cámara a la playa en busca de un primer registro, ese que reflejará cómo se comportó la gente con el cuidado de la playa.
Y más allá del pacto común de desconectarse -él de sus dos celulares, ella de la computadora -, hay un rito que han compartido durante el viaje: leerse en voz alta y con espontaneidad aquellos fragmentos de sus libros que así lo ameriten. Él unas líneas de Lo bello y lo triste, de Kawabata, ella algo de Escupiré sobre tu tumba, de Boris Vian, o de Ensayos bonsai, de Fabián Casas.
Tesone también cita un libro; La importancia de vivir, del filósofo chino Lin Yutang. Puntualmente, se refiere a un capítulo consagrado a la importancia del ocio? para poder pensar. Para la introspección. “En la vida cotidiana, en la organización de los tiempos pautados por el tiránico reloj, no es fácil generar un vacío -dice Tesone-. No me refiero al vacío de aquel que no le encuentra sentido a su existencia, sino a un vacío fecundo que nos permite dejar flotar nuestras ideas sin objetivos contaminados por la exigencia de la eficacia y poder acceder a nuestros verdaderos deseos despojados de los mandatos familiares y/o sociales. La esencia del Tao, decía Lin Yutang, consiste en un vacío claro y fresco.”
A veces la búsqueda de ese vacío es consciente. Como lo es para José Vicente, pediatra de 60 años, que va mechando durante las vacaciones un día de trote con otro de caminata, siempre por la playa hacia Pinamar o Cariló, a primera hora de la mañana, con su familia y también solo. “Cuando corro, corro. Me concentro en lo que estoy haciendo. Trato de no pensar. Y te olvidás de todo”, dice.
Otras veces, esos momentos simplemente aparecen. Como lo fue para el arquitecto de 30 años Fabio Piemonte, despertarse temprano, sin una alarma, y bajar a desayunar con su novia, Candelaria, en el apart hotel donde están parando. Un hábito que durante el año no existe para él: es levantarse e irse directo al trabajo. O como lo es para los amigos Santiago Torchia, de 25, y Nicolás Basso, de 20, remontar un barrilete doble comando los días de viento. Intentar una acrobacia, mantener el equilibrio, sentir la fuerza del viento en los brazos. Un momento de relax que sólo comparan con meterse al mar.
En esa dualidad, Tesone se inclina por ser conscientes de esos momentos. “Alguien que ama la vida debería estar muy atento a preservar dichos momentos de ocio para contactar con su mundo interior, facilitado por la lectura, la música, la fotografía, el deporte, incluido el sentarse simplemente a observar la naturaleza -dice-. Puede ser en soledad, o compartiendo en silencio, o a través de un cálido diálogo con la pareja, con los hijos o con amigos.”
Rodrigo González, repostero de 28 años, dialoga con su cámara. Esa en la que acaba de invertir para llevarla algún día de viaje por América latina y registrar en imágenes las recetas y tradiciones culinarias de cada país. Ahora son las ocho de la noche y camina la playa para captar el fulgor rojo del ocaso y la simultánea aparición de la luna llena.
“Estoy jugando -dice-. Es la distensión de los últimos momentos frente al mar antes de volver al cemento.”
LA NACION