21 Feb Juanse Gutiérrez: “Pappo’s Blues es un bálsamo para todo rockero”
Por Sebastián Espósito
Cuando un hombre como Norberto Napolitano parte, toda su obra se convierte en presente. Lo mismo sucedió con Luis Alberto Spinetta y con Gustavo Cerati; del primero al último, todos los álbumes y canciones relucen y la tentación de retomarlos, redescubrirlos y volver a grabarlos es grande. Este año el folklore homenajeó al Flaco con Raíz Spinetta, una obra triple; la muerte de Cerati aún es muy reciente, pero desde el primer día de su internación fue revisitada por bandas under y por músicos consagrados. El próximo 25 de febrero se cumplirá una década de la muerte de Pappo y al blusero que unió de la mano de su guitarra La Paternal con el Madison Square Garden le estaba faltando un tributo a la altura de su obra y de su mito. Su amigo Juanse (Juan Sebastián Gutiérrez) lo hizo, de la mano de sus canciones más entrañables pero incluyendo otras menos obvias. El resultado es excelente de principio a fin y una excusa perfecta para hablar del Carpo con el ex cantante de Ratones Paranoicos. “Yo sé que esta vacuna no alcanza para todos, pero va a ayudar bastante”, dispara Juanse y da de lleno en el blanco.
-¿Cómo surgió la idea de Pappo x Juanse?
-Surgió hace muy poco tiempo. Siempre la tuve en mente, pero no como algo a realizar en lo inmediato. Lo que desencadenó todo fue un llamado de Pelo Aprile (histórico productor discográfico argentino) ofreciéndome hacer un disco con temas de Pappo. Ni le contesté, cuando colgó el teléfono yo ya estaba en la recepción de su oficina esperando que me atendiera (risas).
-Para encarar este tipo de discos hay que dejar el ego de lado. ¿No?
-Siempre quise trascender, pero no por ego, sí con la intención de mostrar la obra de alguien, alguien de quien aprendí muchísimo, sobre todo el bálsamo que es Pappo’s Blues para el oído de la persona que vive del rock’n roll y del blues y lo escuchó durante tantos años. En base a eso es la realización y es una responsabilidad muy grande también, teniendo la relación de familia que teníamos. Yo siento que es un disco de él y que yo soy su productor. Traté de ocupar ese vacío tan grande que dejó con lo más importante que él tenía, su música; porque incluso hasta su habilidad con la guitarra tapó un poco el costado de compositor y poeta que tenía.
-Dejó una gran obra, pero no todo fue registrado con la calidad que exige su repertorio.
-Todo lo que él dejó grabado estructuralmente es increíble. Después, que alguien pueda cuestionar la parte técnica por la época es otra cosa. Mi intento es ese, reinvindicar, con un mismo sonido, la actualidad que tiene su obra y dejar en evidencia que nos estábamos enfermando con la manera en la que escuchamos música últimamente. Yo sé que esta vacuna no alcanza para todos, pero va a ayudar bastante.
-En el disco hay muchos clásicos, pero también tapados como “Malas compañías”. Siempre va a haber alguien que te pida algún tema que no incluiste.
-Es cierto, pero si alguien reacciona de esa manera me va a dar la pauta de que estamos en la buena dirección. Yo dejé pasar un tiempo prudencial desde la desaparición física de Pappo. Esperé que todos hicieran sus homenajes… Lo que pasa que un sector se confunde y tiende a mezclar su personalidad con su trayectoria. Él era un artista muy riguroso, muy directo y un experto en todo desde lo musical. Yo a veces me encuentro con que éstas son canciones que tocaba con él en vivo y me sentía un apéndice suyo. Ahora, para estar en el centro tengo que ensayar mucho. Es muy complejo, primero hay que entrar en una dimensión rítmica distinta a la de los demás y luego tratar de que eso cobre una particularidad, que aporte algo a su música para que suene y se reivindique.
-Decís que aun conociendo su universo musical y habiendo sido su amigo es difícil pararse en el rol de líder, en el de intérprete principal.
-Es que ahí empieza la gran confusión. Mucha gente que compartió con él muchas noches se atribuyó el derecho de hacer y grabar. Está bien, mata que zapen y toquen, pero grabar es un desafío. Tiene que estar él en el estudio, hay que invocarlo. Y el estuvo en el estudio desde el primer momento y eso es una satisfacción para mi. Ojo, su esencia, no estoy hablando de cosas extrasensoriales. Yo me fui ordenando de acuerdo al recurso de la memoria y del sentimiento. «Este equipo va acá, la batería la vamos a poner invertida», aspectos técnicos que eran fundamentales para Pappo y en base a eso se produjo la gran eclosión que generó la posibilidad de mostrarlo con la frescura con la que él elaboraba las cosas. Es difícil involucrarse como si el material fuera propio, pero yo siempre lo sentí como tal y tengo la alegría de saber que él se hubiera puesto muy contento de escuchar esto. Si estuviera vivo yo lo hubiera hecho igual, y hasta sin él. ¡Lo hubiese invitado en un solo tema! (risas)
-¿Cuál es tu deseo? ¿Qué te gustaría que pase con este disco?
-Mirá, hoy en día todas las bandas suenan igual, todos hacen lo mismo y todos quieren tener protagonismo por ego, por vanidad. Pero eso ya está fuera de circulación, por lo menos para mí. Está el ejemplo de Bob Dylan, un tipo con una humildad tremenda. Después de haber creado un estilo y ser uno de los poetas más importantes de su generación, te das cuenta de que el hombre bajó su frecuencia. Hay que darle un bálsamo a la gente y entusiasmarla para que disfrute de la vida y músicos como Dylan o Pappo lo hacen. Dios nos ama como somos, buenos, malos, regulares. Nadie puede decir que es bueno o que es el más malo de todos. Y el artista, que es como un empleado de una cárcel o un cajero de un súper chino, es el encargado de brindarle sensibilidad a la gente que, tal vez a través de este disco, encuentre una conexión. Mi deseo es que cuando la gente escuche este álbum diga, «mirá qué amistad que hubo entre estos dos seres». Porque antes que nada el disco lleva impreso un mensaje de lealtad.
-¿Pappo tuvo en vida el reconocimiento que se merecía?
-No, le hicieron la vida imposible. Ibamos adentro de un auto, en la ruta, a la noche y reflexionábamos sobre eso. Él sabía que tenía que estar parado en otro lugar, recibir otro tipo de trato. No por vanidad, sino por un reconocimiento a su obra que nunca fue completo. Él tuvo una vida prácticamente nómade, con cierto sedentarismo y ya sobre el final tuvo la oportunidad de cuadrar las cosas desde otro lugar. Pappo estaba tratando de sacarse de encima las impurezas hasta que el diablo metió la cola (murió en un accidente motociclístico en la madrugada del 25 de febrero de 2005).
-¿Cómo se conocieron?
-Yo tenía 12 años cuando lo vi por primera vez. Mi tío tenía un affaire con una señora muy extraña y la hija de esa señora era una chica que salía con Pappo. Un día por casualidad lo vi y me causó una impresión muy grande. Él, hasta que no armó Riff, no fue una figura conocida, sólo lo conocía el público del rock. Luis (Spinetta) o (Litto) Nebbia siempre fueron conocidos, pero él iba por la calle y la gente no sabía quién era. Lo miraban por raro, porque era el único ser humano que tenía una campera de cuero acá en los años sesenta.
-¿Y qué impresión le causó al niño Juanse?
-Era raro verlo, para un chico era como ver a Batman. Estabas seguro de haber visto algo importante. Después lo volví a ver ya de adolescente en la casa de Berugo (Carámbula, humorista y conductor y padre de su amigo Gabriel). Eran muy amigos y solía ir a la casa que Berugo tenía en Villa Devoto, en Asunción y Allende. Por ahí pasaban todos, el Negro Rada, Ricardo Espalter, Beto Satragni… Hacíamos asados, a veces ensayábamos con los primitivos Ratones. Berugo llegaba de trabajar y se iba a su cuarto a tocar todo el concierto de Aranjuez. Nosotros, con Gabriel y otros chicos, copábamos el living. Era una casa antigua, muy antigua. Devoto es el barrio más alto de la Capital y por las tardes, a la hora de la siesta, hay un silencio increíble, de pueblo. Así que cuando llegaba Pappo en su Chevrolet 57 ya se escuchaba el sonido de su motor y de caño de escape de lejos. Entraba a la casa, nos miraba con una expresión extraña y seguía camino hasta encontrarse con Berugo. Después, Gabriel, que tenía 14 y yo, 16, empezamos a ir a visitarlo a su casa. En su habitación tenía una cama matrimonial y era increíble ver a la mamá entrar con una bandeja con yogur o con un vaso con leche. Después se levantaba de a poco e iba creciendo hasta convertirse en gigante. Se ponía botas, un sobretodo de cuero y nos despachaba. «Yo me tengo que ir, mañana si quieren vengan; chau». Él salía por ahí y nosotros todavía éramos muy inocentes.
-Esto explica por qué Gabriel Carámbula es uno de los invitados del disco.
-Gabriel es muy importante en mi carrera. ¡Bah! En todo lo que hice está siempre presente. Fue la primera persona con la que toqué rock and roll, junto a los hermanos Tarche, que vaya a saber uno dónde están. Después, inmediatamente Sarcos (Pablo Cano, guitarrista de Ratones Paranoicos) ocupó su lugar porque Gabriel quería encarar un proyecto propio. Pero siempre estuvimos juntos, nunca nos costó componer ni tocar juntos. Comulgábamos con muchas cosas, como tener a Pappo de referente en la viola. Gabriel a los 14 ya era un guitarrista increíble, sabía todos los solos de (Johnny) Winter y de Pappo. Así que él tenía que estar sí o sí en el disco.
-¿Cuándo te inclinaste por la fe católica? Le escribiste un tema al papa Francisco y en las entrevistas de los últimos años solés hablar tanto de música como de religión.
-Desde siempre… siempre entre el mal y el bien elegí el bien, aunque muchas veces estuve en el infierno. Estuve en situaciones donde enfrenté al diablo cara a cara. No es una imagen literaria, es real y conozco bastante de eso. Afortunadamente siempre tuve la protección de Dios y hace cinco años viví un momento importante. Nosotros tenemos regularmente conversiones, son como confirmaciones internas que nos vuelcan a un estado de estabilidad o nos expanden de fervor. A mí me pasó. Desarmé un montón de cosas, como la banda de toda mi vida, porque me estaba dando cuenta de que daba cien shows por año y me estaba desintegrando. Hay cosas extensas de explicar, pero en líneas generales pertenecer a una comunidad como la comunidad Jesús Pan de Vida de Avellaneda me llena de satisfacción. Fijate si Dios no está en el medio. Después de 25 años trabajo con Pelo Aprile y yo voy al barrio Piñeiro de Avellaneda, a la comunidad del padre Abraham. Allí nació y se crió Pelo y resulta que voy a la iglesia donde él fue monaguillo. No puede ser tan casual todo, ¿no?
LA NACION