Gioconda Belli: “Quería sacar a la menopausia del closet; no es el fin”

Gioconda Belli: “Quería sacar a la menopausia del closet; no es el fin”

Por María Elena Polack
El español es su lengua y Nicaragua, la cuna de sus personajes. Aunque piensa muchas veces en inglés, porque tiene palabras exactas y es más concreto, jamás pudo escribir poemas ni novelas en ese idioma. Está convencida de que en la Argentina tiene la mayor cantidad de sus lectoras del continente y no se equivoca. Ya ha vendido 30.000 ejemplares de su reciente novela El intenso calor de la luna (Seix Barral), que presentará hoy, a las 19, en Dain Usina Cultural, en Palermo. Su bibliografía, entre poemas y novelas, aquí ha superado los 300.000 ejemplares. Siempre busca provocar reflexiones sobre las mujeres y le parece provinciano hablar de literatura erótica.
El país bajo mi piel es el libro de mi vida. A través de la literatura y de la experiencia de los demás es que logramos intuir lo que puede ser vivir otro tipo de vida. A mí siempre me ha parecido importante revelar, ser bien honesta con lo que escribo. Y en este caso era revelar mi propia intimidad. De cierta manera fue cerrar un capítulo, aunque nunca se cierra porque la lucha en Nicaragua, la revolución, el desarrollo político sigue estando muy vinculado a mi corazón, a mis sentimientos.
Siempre me pareció bastante machista echarle la culpa a Eva de la salida del paraíso. El infinito en la palma de la mano fue como una reelaboración de la historia de Adán y Eva. La historia de qué pasó cuando los echaron del paraíso; de la humanización de estos dos seres que son expulsados de una situación de perfección y comodidad, y tienen que aprender a ser seres humanos. Hasta ese momento eran más bien como ángeles. Mi idea era reivindicar el papel de Eva y cambiar esa visión de la seductora, la que hace que Adán peque y pierda el paraíso terrenal. Es una visión feminista.
El amor es un asunto de madurez. A veces madura y a veces no. A veces se mantiene por obligaciones, por los hijos, por elstatu quo. Cuando se llega a la madurez, lo lindo es que uno se da cuenta de cómo quiere vivir lo que le queda de vida: plenamente. Y las mujeres tenemos la oportunidad en ese momento de no seguir viviendo para los demás. Ya hicimos nuestro papel. Ya tuvimos los hijos. Ya cumplimos nuestro rol y en ese momento tenemos como una liberación de la posibilidad de hacer lo que no habíamos hecho.
Creo que se puede tener una vivencia amorosa, sensual, sexual, a cualquier edad. Yo quería sacar a la menopausia del closet: no es el final para nada. En toda mi literatura y mi poesía siento que hay una crónica de las diferentes etapas de la vida de una mujer. Entonces, esta etapa después de los 40, entrando los 50, es casi tabú. Recuerdo cuando se hablaba de la menstruación, de hacer el amor, de los anticonceptivos, pero de la menopausia casi nada. Se vive como una vergüenza y es ridículo. ¿Por qué no vamos a reconocer que puede haber una etapa de liberación, de apropiarnos del cuerpo de una manera diferente, de una sexualidad diferente?
Los libros son hijos. Y tienen muchos nacimientos: cuando yo lo doy a luz y el que le da cada lector. Es lo bello del libro. Cada lector tiene su propia interpretación, que enriquece con su mirada mi propia mirada. Siempre me asombra darme cuenta de las diferentes lecturas que se le pueden dar al mismo texto. Cosas que ni siquiera yo había visto de repente alguien me las ilumina.
El realismo mágico ya tuvo su momento. Ya no tiene la inocencia que tenía en la época de García Márquez. Hacer realismo mágico con la droga, las matanzas que se han dado en México, los femicidios… ya es realismo negro. Somos un continente que estamos viviendo una realidad nueva, una violencia diferente que es bien difícil de aceptar y de decodificar para la literatura.
Desde hacía mucho tiempo quería volver a Managua. Nicaragua está mejor. En primer lugar ya no hay guerra y eso es mucho. Hemos logrado una convivencia pacífica entre los sectores que estuvieron con una gran hostilidad entre ellos. Hay una conciencia más grande sobre la necesidad de la justicia social. Pero hemos perdido bastante de los logros democráticos que habíamos conseguido.
Siento que todavía tengo que hacer cosas políticas. No tengo ganas de ser candidata. La apertura democrática se ha cerrado. Prácticamente Daniel Ortega tiene el control total de las instituciones que manejan la democracia. No podríamos volver a hacer el Partido de la Izquierda Erótica (PIE). Es una pena tremenda, pero no nos lo permitirían porque ellos manejan las leyes como se les da la gana. Muchísima gente tiene ganas de luchar y nos han puesto muchas trabas. Estamos en un laberinto de limitaciones. Pero creo que esta etapa populista en América latina va a terminar.
LA NACION