13 Feb Caballos que sanan: la equinoterapia, una alternativa para curar
Por Teresa Sofía Buscaglia
Los celtas acostumbraban a regalar un caballo a la persona de la comunidad que había sufrido la pérdida de un ser querido porque sabían que la ayudaría a sanar la ausencia y, además, creían que el caballo era mensajero entre los dos mundos.
Muchos pueblos entendieron que el caballo era más que un animal a su servicio para la guerra, el transporte y el trabajo. En algunas culturas lo elevaron al estatus de divinidad. Durante milenios, estos animales han demostrado a los humanos que su presencia y compañía causan grandes cambios anímicos. Sin embargo, su función terapéutica nunca había sido objeto de estudio de la ciencia, hasta mediados del siglo XX, cuando empezó a utilizárselos para rehabilitación de diferentes enfermedades que involucraban discapacidad física y psíquica.
La Argentina fue un país precursor en la implementación de este tipo de terapias. Hace 36 años, cuando María de los Ángeles Kalbermatter empezó a realizar la actividad, sólo se la conocía en Europa y Estados Unidos, sin mucha aceptación. Debido a la amputación de su pierna, a los 27 años, María de los Ángeles eligió hacer rehabilitación haciendo equitación, algo que no tenía precedente.
Por lo inusual de su iniciativa, sus profesores no supieron decirle que no. A lo largo de los años, no sólo demostró que se podía hacer, sino también que empezó a llevar a niños con diferentes patologías para que practicaran y sintieran la mejoría que ella sentía.
“Los únicos que creían en esto eran aquellos que amaban los caballos. Hoy, 36 años después de haber fundado la primera escuela de equinoterapia en Latinoamérica, me siento orgullosa. En el país de los caballos, era imposible que esto no funcionara. A la escuela se han acercado todo tipo de pacientes: con trastornos graves en su gran mayoría, pero en los últimos años también se han sumado pacientes que habían sufrido ACV, depresión, estrés, alumnos que al contactarse con el caballo descubren el poder sanador de este animal maravilloso. He formado muchas generaciones de equinoterapeutas y me siento feliz por todo lo que la vida me dio. Lejos de sentir la amputación como una pérdida, fue el motor de arranque de todo esto que es milagroso vivir día a día”, relata.
Hoy más de 100 centros practican la equinoterapia en todo el país. Esta nueva modalidad terapéutica comenzó a implementarse en enfermedades ligadas a trastornos motores y neurológicos graves, así como ha tenido excelentes resultados en enfermedades como el autismo.
“Se fundamenta en tres principios básicos: la transmisión del calor corporal, de impulsos rítmicos y de un patrón de locomoción equivalente al de la marcha humana. El caballo es un ser sanador a través de su lenguaje corporal y emocional y sirve de espejo al alma humana. Ésta es una información muy valiosa que el caballo le devuelve a la persona para reflexionar sobre lo que le está sucediendo en su interior y que muchas veces no coincide con su lenguaje verbal”, explica Julieta Malleville, directora de la Escuela de Equinoterapia La Paloma, en Tandil.
Los caballos se comportan socialmente en forma noble, equilibrada. Sólo les preocupa el bienestar y la supervivencia de su especie. Por su naturaleza herbívora, han desarrollado un intenso sensor de energía, para prevenir los peligros. Esto hace de ellos seres muy sensibles, que se relacionan con las personas desde la conciencia emocional: lo que sienten, lo reflejan en su comportamiento, algo que los seres humanos no siempre hacemos. Por eso, los que van a este tipo de terapias, desarrollan una relación emocional con el caballo que les permite movilizar todo aquello que los angustia, los paraliza o los atemoriza. Eso los hace curarse desde lo sensorial y no desde lo verbal.
En el país, los caballos con los que se trabaja en equinoterapia son de raza criolla o mestizos, no tienen más de 1,60 m de altura, y tienen entre 8 y 15 años. Deben ser domados en forma natural, sin sometimiento, lo cual da una total seguridad para trabajar y confiar en ellos. De acuerdo con la patología y contextura física de la persona que realiza la actividad, se evaluará qué caballo es el adecuado. En todos los casos deben ser animales que previamente han sido evaluados en su doma por los equinoterapeutas y entrenados para tal fin. No deben ser asustadizos y deben estar familiarizados con todo el material didáctico que se utiliza en pista: aros, pelotas, bastones, burbujeros, música, maracas, peluches, entre otros. Es un trabajo que requiere de un cierto tiempo dependiendo de cada animal para tener la confianza y certeza de que no se produzcan accidentes.
Sin embargo, en los últimos 15 años la equinoterapia ha evolucionado considerablemente y se la ha puesto en práctica con enfermedades como el stress, la depresión, las fobias, las adicciones, los trastornos obsesivo-compulsivos, los desórdenes alimentarios, entre otras.
A este tipo de tratamiento se lo llama psicoterapia con caballos y es algo complementario que aborda al paciente de estas patologías desde otro lugar muy diferente, completando los medicamentos y terapias tradicionales. Tal es el caso de Viviana Espejo, que sufre un trastorno de bipolaridad diagnosticado en 2008. Ella vive en Tandil y cuando empezó a llevar a su hija al centro hípico de la ciudad, el contacto con los caballos la hizo sentirse mucho mejor.
Consultó si ella también podía tomar clases, más allá de seguir con su medicación y la respuesta fue de total apoyo. “La relación con los caballos me hace mucho bien, ellos me transmiten tranquilidad. Cuando llega el momento de montar un animal, de manejar las riendas, de controlar su movimiento, mi mente se enfoca en esas actividades y no pienso en otra cosa. Todo mi pensamiento está ahí, en manejar al caballo y disfrutar mi relación con él. Son seres muy nobles, jamás harán daño”, cuenta.
Las actividades en la psicoterapia con caballos se realizan en tierra, de a pie, no se los monta. No se necesita tener experiencia previa de equitación y la relación con el animal se basa en distintas actividades propuestas por un terapeuta, de acuerdo a la afección de la persona.
Las sesiones duran entre 30 y 45 minutos, y lo ideal es que sean semanales. Uno de los métodos más conocidos mundialmente es el de Eagala (Equine Assited Growth and Learning Association), que está siendo aplicado a nivel social con veteranos de guerra, víctimas de violencia de género, maltrato infantil, desórdenes alimentarios y adictos a todo tipo de sustancias.
“La equinoterapia es equitación, adaptada a cada persona que padece algo. La equitación es un deporte que te hace sentir que avanzás, que podés hacer cosas cada vez más complicadas, trotar-galopar-saltar vallas, ir subiendo las mismas y que el salto sea cada vez más alto, no solo entusiasma y produce placer, sobre todas las cosas, aumenta la autoestima. Aumentar la autoestima debe ser lo más importantes a lo que apuntamos los psicólogos en casos de depresión, adicción, y muchos otros que tienen una base fundamental de baja autoestima. El que se droga es porque no está conforme con lo que es, quiere un cambio, quiere encontrar erróneamente otra vida. El que sufre de depresión, sufre de algo parecido, y es más, podría caer en una adicción desde alcoholismo a otras drogas. Si se puede conseguir que se sienta orgulloso de lo que hace, si su familia lo está y lo estimula y lo va a ver (eso sería excelente), su autoestima aumentará y posiblemente se vaya recuperando lentamente de su enfermedad”, afirma Norma Vidal, psicóloga de la Asociación Argentina de Actividades Ecuestres para Personas Discapacitadas (Aaaepad).
En la Argentina, la Fundación Belén, de Escobar, es el primer centro de rehabilitación de adicciones que aplica la equinoterapia como una forma complementaria de abordar el tratamiento de la persona adicta. En un predio de 5 hectáreas, tienen la posibilidad de desarrollar esta actividad y poder criar caballos propios. Su director, José Gomá, ama los caballos y toda su vida vivió cerca de ellos. Creyó firmemente en el poder sanador que tienen y pensó que este tipo de terapia ayudaría a los pacientes, algo que viene comprobando desde que la implementó en el año 2007. “Generalmente estos tratamientos comienzan cuando el paciente sube al caballo, pero en nuestro caso, terminan ahí. La base de esta terapia en el caso de las adicciones es darles a los enfermos la responsabilidad de cuidar el caballo: alimentarlo, bañarlo y guardarlo. La posibilidad de montarlos es un premio y lo hacen 2 veces por semana. De esta manera, recuperan el sentido de responsabilidad que habían perdido por su enfermedad. Los resultados son óptimos. No hay un tipo de adicción en especial con la que esta terapia funcione mejor, esto sólo tiene que ver con los pacientes”, explica.
La formación de los equinoterapeutas no exige ser profesional en ninguna carrera médica ni de ninguna otra especialidad. Sólo se requiere hacer un curso en cualquiera de las escuelas oficiales que hay en el país y luego empezar a participar como voluntario en ellas, ya que este tipo de actividades son muy costosas y sin la ayuda de un voluntariado, serían muy difíciles de afrontar económicamente. Las obras sociales y prepagas las cubren en algunos casos, en forma aleatoria, ya que no está contemplada en el Nomenclador Nacional.
En muchos casos, las familias de los pacientes debieron recurrir a un recurso de amparo para que este tratamiento sea financiado por las obras sociales, ya que se ha hecho cada vez más evidente su beneficio y los profesionales lo están incluyendo mucho más frecuentemente en sus indicaciones.
La médica Verónica Settepassi trabaja hace ya 15 años en la Escuela de Equinoterapia Hipocampo, en Palermo, y encuentra que “la equitación ayuda a dominar los miedos, a conectarse con el medio y el movimiento del caballo hace reconciliar a la persona con su cuerpo, la hace sentirse bien. Tuve casos de personas con depresión y con desórdenes alimentarios en las que se notaba una mejoría muy pronto. La dificultad para avanzar con esta terapia complementaria es que, muchas veces, las familias recurren a este tratamiento como última instancia, no creen en sus resultados. Lo hacen porque el médico o el terapeuta se los indica. La asistencia regular y constante en el tiempo es fundamental en este tipo de actividades y si los pacientes no tienen el apoyo necesario, abandonan enseguida”, analiza.
Otra de las nuevas áreas en la que la equinoterapia se ha ido extendiendo es el coaching con caballos. Durante este tipo de encuentros, una serie de actividades diseñadas por profesionales ayudan a profundizar las principales áreas personales que causan un bloqueo, una tensión emocional y/o corporal en las personas y las inhibe en su capacidad de progresar y crecer.
“Está destinado a personas o a grupos, ya sea empresariales o equipos de trabajo, con el objeto de lograr una meta determinada, lograr un cambio específico, mejorar su autoestima, la toma de decisiones, el liderazgo personal o empresarial. La interacción con un caballo nos permite ver nuestros actos, nuestros sentimientos y quiebres en su estado más puro , sin juicios ni interpretaciones”, describe Silvina Selzer, una precursora en este tipo de terapias y directora del Centro de Equinoterapia El Alba, en Mar del Plata.
En estas disciplinas se trabaja también en el piso, sin montarlos, con caballos en su estado natural, sueltos en un corral y en manada, no superior a cinco caballos. Florencia Venditti participó de uno de estos talleres de coaching mientras padecía un trastorno de angustia que le impedía avanzar en lo que se propusiera. “La conexión que se establece con el animal es inexplicable, ya que cada uno logra tener una conexión totalmente personal y se produce una sanación que uno no logra entender con la cabeza, pero sí con el alma. Gracias a Tormenta, la yegua con quien realicé el coaching, pude descargar toda esa angustia que tenía”, confiesa.
El caballo transmite emociones y es interesante remarcar que, tanto en la Argentina como en el mundo han sido las mujeres las precursoras de la equinoterapia. En Estados Unidos, en la década del 60, Barbara Rector incorporaba los caballos en sus terapias de crecimiento personal.
También las psiquiatras norteamericanas, de origen escocés, Adele Von Rust McCormick y Marlene Deborah McCormick han escrito numerosos libros en las décadas del 70 y 80 acerca de estos temas. Desde otras áreas, las domadoras de caballo Linda Kohanov, Ariana Strozzi y Carolyn Resnik, en diferentes épocas y áreas de trabajo, han sido revolucionarias en su concepto de comunicación emocional con los caballos y han luchado mucho para que sus teorías sean reconocidas y aceptadas. En el siglo XXI, sus ideas han triunfado y permiten que niños y adultos, con diferentes patologías, que abarcan desde enfermedades graves hasta psicopatologías tan comunes como un ataque de pánico o alguna fobia, puedan encontrar un lugar de sanación en la calidez de este animal milenario y en un ámbito natural que les permite dar rienda suelta a sus emociones con mayor libertad.
LA NACION