15 Jan Un documental que cuenta cómo era ser punk en la Argentina de los ’80
Desacato a la autoridad es la designación de un edicto policial, uno de los tantos por los cuales una enorme cantidad de jóvenes durante la dictadura y la larga primera década democrática, se vieron obligados a pasar días enteros detenidos en delegaciones policiales y comisarías de todo el país, siempre por motivos más vinculados al capricho de los agentes que a una auténtica amenaza para la sociedad. Desacato a la autoridad – Relatos de punks en Argentina 1983-1988: Capítulo 1, es también el título del documental dirigido por Tomás Makaji y Patricia Pietrafesa que, a caballo de aquel nefasto edicto, reconstruye los primeros pasos de la cultura punk durante el advenimiento de la democracia. Y sobre todo de la particular mirada política del movimiento, poniendo la lupa sobre las estrategias y mecanismos de comunicación desarrollados por sus militantes. La película, que se estrenó durante el reciente Festival Internacional de Cine de Mar del Plata, tuvo su estreno el 18 de diciembre a las 20 en el Centro Cultural LEON LEON, Nicaragua 4432, donde desde las 18 se realizó una feria de fanzines.
Provenientes de espacios y generaciones distintas (Makaji tiene experiencia como realizador cinematográfico, en tanto que Pietrafesa es una de las precursoras del punk en la Argentina, fundadora de varios fanzines desde la década de 1980 y miembro de bandas seminales dentro de la escena, como Cadáveres de Niños), ambos directores sin embargo siempre tuvieron muy claro qué película querían hacer. “Tenía ganas de hacer un documental sobre fanzines”, recuerda Makaji, “y por eso me puse en contacto con Patricia. Ella tenía todo el material de archivo y sabía perfectamente a quién llamar para hablar de cada tema. La idea era poner los fanzines como protagonistas en vez de las bandas y hablar del contexto de lo que pasaba en el punk rock.” Pietrafesa, que hoy se desempeña como bajista de la banda tropi-punk Kumbia Queers, acuerda con su compañero. “Sabíamos qué temas queríamos tocar pero no teníamos en claro desde qué momento arrancar a contar la historia. Acordamos que lo ideal era ceñirnos al período que va de 1983 a 1988 para marcar el cambio de la dictadura a la democracia, que es la época que yo viví más intensamente dentro del punk rock y de la que podía aportar más testimonios y más archivo”. Trabajado con una estética similar a los clásicos collages con los que se identifica a los fanzines de los primeros años del punk, Desacato a la autoridad reúne una buena cantidad de voces que dan cuenta de una época tan difícil para sus protagonistas, como única en materia de efervescencia cultural. De ese modo consigue conectar al espectador con un conjunto de ideas y estéticas que, con la historia como testigo, han resultado las más influyentes de la cultura popular de finales del siglo XX, influencia cuya vigencia aun hoy puede acreditarse en infinidad de productos culturales.
–¿El origen del documental tuvo más que ver con la necesidad de juntar información y transmitirla, o también tuvo un componente emotivo, las ganas de contar aquella historia que te incluye como protagonista?
PP: –Yo tengo un archivo bastante grande de material de esa épca y cuando Tomás me buscó para este proyecto me pareció que era una oportunidad ideal para ampliarlo y ordenarlo. Una oportunidad para digitalizar todo lo que tuviéramos, que no está en ningún lado: volantitos, fanzines, fotos, historias, música.
–¿El motivo de que hayan usado poco registro audiovisual original se debe a que el documental está centrado sobre los fanzines?
TM: –En realidad es porque no hay o hay muy poco. Pero es cierto que el formato de los fanzines retrata muchísimo mejor que una foto o un video lo que era esa época. Los fanzines transmiten no sólo la forma en que ellos interpretaban la realidad, sino cómo la bajaban artísticamente y cómo interpretaban y comunicaban ciertas cuestiones ideológicas. El documental no busca ser exhaustivo desde lo periodístico, sino que trata de recuperar eso.
PP: –Tratamos de reapropiarnos de esa estética y por eso el documental está construido como si fuera uno de aquellos fanzines. Las animaciones que trabajó Tomás reproducen muy bien la forma en que nosotros trabajábamos entonces.
TM: –Están hechas con la misma técnica pero digitalmente, con fotos de dibujos que yo sacaba en la terraza de casa. Se trata de recortar y pegar pero con otras herramientas. Creo que esa estética hace a la película más llana, más terrenal. Porque no queríamos hacer un documental desde el Olimpo: los temas que se tocan son serios y la estética acompaña, pero sin ser acartonada.
–Desde lo político, Desacato a la autoridad viene a ser una continuación no sólo estética de la actitud y las necesidades de expresión que tenían aquellas generaciones. ¿Se trata realmente de la misma forma de expresión política por otros medios?
PP: –Se mantiene una idea. Está claro desde el momento en que no sólo aparecen miembros de bandas, sino testimonios de punks bien de la calle de esa época, contando cómo se vestían, cómo peleaban contra la policía, cómo dormían en la calle, cómo gestionaban sus iniciativas. Y nosotros hicimos el documental del mismo modo, por nuestros propios medios y con nuestros propios recursos. Desacato a la autoridad muestra el grado de compromiso que tenía la gente en ese momento, cuando te llevaban preso todos los días. Y esa es una idea política.
–Ya desde el título la película remite a un momento en el que el enemigo de esas acciones contraculturales estaba muy claro. Trasladado a la actualidad, ¿cómo se hace para sobrevivir ante un enemigo que ha absorbido muchos rasgos de la cultura punk?
TM: –Hoy no tenés un policía pegándote con un garrote en la misma medida que antes, pero tenés toda una cuestión que viene con eso, como una sociedad en la que las cosas importan sólo en relación al resultado que se obtiene de ellas. Hoy por hoy plantearte el hecho de hacer cosas por el simple hecho de querer hacerlas, sin esperar resultados ni compensaciones de ningún tipo, que es como hicimos este documental, provoca que alguna gente te mire y le parezca imposible, y hasta te tomen por boludo.
PP: –Cada uno encuentra su forma de rebelarse, si es que le interesa. El punk son grupos, son canciones, es una forma de vestirse, pero sobre todo es un conjunto de ideas que ayudan a cuestionar y que te proporciona herramientas para poder hacerlo.
–Pero el fanzine era una herramienta marginal y el cine en cambio es una herramienta institucionalizada.
TM: –Me parece que hoy el lenguaje audiovisual es el que te permite mayores libertades, porque no es restrictivo. Los collages de los fanzines eran como ellos querían que fueran y en el lenguaje audiovisual pasa lo mismo: hoy uno puede hacer lo que quiera.
–Desde lo artístico, el punk como género también ha sido absorbido y mercantilizado, ¿cómo hace el punk más combativo y político para no quedar pegado con eso?
PP: –Hoy creo que aunque se haya mercantilizado la música y la ropa, aún permanece un conjunto de ideas que puede seguir siendo utilizado como un despertador y que a quien esté en esa frecuencia son ideas que te activan. Estamos en una época en la que la mayoría de la gente que está en el arte en algún momento atravesó una idea punk y eso se ve en la moda, el cine, la literatura. Sigo creyendo que esa parte más combativa y cuestionadora está en uno mismo y sólo vos sabés cómo la vas a expresar: las cosas tienen o pierden valor de acuerdo a cómo te las tomes.
TIEMPO ARGENTINO