“No hay nada más práctico que una buena teoría”

“No hay nada más práctico que una buena teoría”

Ricardo A. Guibourg es abogado y doctor en Derecho y Ciencias Sociales (UBA, 1963 y 1986). Juez de la Cámara Nacional de Apelaciones del Trabajo, profesor titular emérito UBA, Investigador UBA categoría I, director del Departamento de Filosofía del Derecho UBA, presidente de la Asociación Argentina de Derecho del Trabajo y de la Seguridad Social (1987-88), de la Asociación Argentina de Teoría General de Sistemas y Cibernética (1990-93) y de la Asociación Argentina de Filosofía del Derecho (1998-2006), director de la Maestría en Filosofía del Derecho de la UBA y vicepresidente de la Sociedad Internacional de Filosofía del Derecho y Filosofía Social (IVR) (2007-11). Publicó 15 libros y más de 200 artículos sobre filosofía del derecho, lógica, epistemología, ética, filosofía, derecho del trabajo, informática jurídica, teoría de sistemas, administración de justicia y enseñanza del derecho. Sus puntos de partida instrumentales son el análisis del lenguaje y la reconstrucción metodológica. Es el director de la Maestría en Filosofía del Derecho en la UBA.
–¿Por qué filosofía del derecho? ¿Desde dónde se relaciona la filosofía con el derecho?
–Cada vez que decimos, por ejemplo, que el homicidio está prohibido por la ley, estamos presuponiendo que hay algo que se llama homicidio, que hay algo llamado ley y que la ley puede prohibir el homicidio. Cada uno de esos conceptos es objeto de estudio por la filosofía del derecho. Es literalmente imposible prescindir de la filosofía en cualquier actividad que emprendamos, desde el derecho hasta el fútbol. Lo que pasa es que no nos damos cuenta, y así nos va.
–¿Por qué la maestría apunta a volver a pensar el derecho?
–Precisamente porque así nos va. El derecho es un fenómeno que lleva varios milenios de práctica, sin que nunca haya dado el resultado apetecido. Eso sucede, entre otras cosas, porque su lenguaje se ha ido formando a los ponchazos. Es necesario volver a pensar esto que tantas generaciones han pensado por nosotros, sin consultarnos.
–¿En especial, en qué áreas o problemas relacionados al mismo se nota más esta urgencia de volver a pensarlo?
–Es urgente revisar el método. No me refiero al derecho procesal, sino al método de descripción y conocimiento del contenido del derecho. Si nos dicen, por ejemplo, que en cuestiones de familia hay que atender al interés superior del menor, cada parte interpretará este interés a su manera, y el juez a la suya propia. Pero esta divergencia se oculta tras la idea de que esa instrucción tan vaga tiene una solución correcta para cada caso, y que tal solución puede ser averiguada por cualquier persona razonable. Pero lo “razonable” tiende a parecerse mucho, para cada observador, a la opinión que él mismo tiene. Así es como nos acusamos unos a otros de incapacidad para advertir lo justo (o, lo que es peor, de la perversidad de desear lo injusto), en lugar de ponernos a aclarar las cosas como gente civilizada. Y esto sucede con casi todo lo más importante: la libertad, la dignidad, la igualdad, la democracia, la solidaridad y la propia justicia, palabras que nos tiramos por la cabeza mientras las proclamamos guías de nuestra conducta.
–¿Cuál es la importancia de la teoría, que muchas veces se le otorga solo a la práctica? ¿Se pierden de vista los objetivos finales de la acción?
–La distinción entre teoría y práctica es falsa. No hay nada más práctico que una buena teoría. Y la propia práctica no es más que teoría que surge de la acción, sin someterse a crítica racional. Sin una teoría consciente y adecuada, nunca estamos seguros de que nuestra práctica es la mejor posible. El derecho es uno de los más elocuentes ejemplos de todo esto.
–¿A quiénes va enfocada la maestría?
–La maestría se dirige a todos los que quieran pensar en serio sobre el derecho: echar una mirada crítica no tan sólo sobre sus contenidos políticos, sino especialmente sobre sus estructuras conceptuales, anticuadas, engañosas y, en definitiva, tan poco prácticas. Cualquier abogado puede adquirir mediante ella una notable ventaja para el desarrollo de su actividad cotidiana; cualquier estudioso de los problemas sociales puede extraer de la maestría nuevas herramientas intelectuales para analizar los sucesos humanos. Pero, en especial, se intenta que aquellos específicamente interesados en la filosofía del derecho dejen de ser “nacidos y criados” en una posición determinada para estudiar todos los puntos de vista rivales entre sí y, sobre esa base, elaborar su propio sistema de pensamiento.
TIEMPO ARGENTINO