Manu Ginóbili: “Cuando está el desafío, reaparecen el espíritu y la pasión”

Manu Ginóbili: “Cuando está el desafío, reaparecen el espíritu y la pasión”

Por Diego Morini
La tecnología es una de las pasiones de Ginóbili. Lo que antes sería una entrevista telefónica ahora se resuelve con el FaceTime de su iPhone. Cara a cara. Está con buen semblante. Siempre atento. Si alguna pregunta que se le plantea no es de su agrado igual escucha con atención y contesta a conciencia. No se saca los temas de encima. La victoria sobre Houston de anteanoche ayuda a mejorar el ánimo. San Antonio es el campeón de la NBA, pero atraviesa un momento de irregularidad. Perdió siete de los últimos 10 juegos. Y como Manu nunca se sintió cómodo en la derrota, eso también lo deja ver. No tiene intenciones de esconderlo. Después de cuatro anillos de la NBA, ese inconformismo es parte de la explicación para que este bahiense de 37 años haya quebrado esa marca increíble de mil batallas en el certamen más competitivo del planeta. Para ser exactos, ya jugó 1002 partidos.
Barba intensa, buzo gris. De fondo, un ventanal y unas cortinas color crema. Se acomoda seguido en su asiento. Cuando espera las preguntas apoya el mentón en la mano izquierda y después se recuesta sobre el sillón para responder.

-Siempre decís que las estadísticas son relativas, pero se habló mucho de tus 1000 partidos en la NBA. ¿Cómo lo viviste vos?
-Cuando me dijeron que se cumplían los 1000 partidos? Es como que puse las cosas en perspectiva y dije, ¡qué loco! Porque llegué en 2002, desde un país atípico para la NBA, con muchas dudas, y ya pasaron 1000 partidos y sigo acá y me siento bien? Uno sale del contexto actual. Pero es lo mismo que cuando me recuerdan que tengo cuatro anillos o cosas por el estilo. En el día a día uno vive otra realidad. Valora las cosas, pero hay que volver rápido a lo cotidiano y ahora las cosas están complicadas. Tenemos una realidad de calendario difícil, así que sí tiene un sabor particular, pero lo tomé como una curiosidad.

-También estás cerca de los 15.000 puntos, un número importante. ¿Disfrutás cuando escuchás esos números?
-No sé si es significativo el tema de las estadísticas. Uno para la pelota y piensa en las cosas vividas, pero eso dura un ratito. Es lógico que si tengo 2000 partidos voy a tener una cantidad tremenda de puntos, es algo normal. Me las recuerda la gente y uno las tiene presente. No sé si las disfruto o no, son números.

-¿En los Estados Unidos te lo recuerdan o sólo es algo nuestro?
-En mi caso son los argentinos los que están pendientes. Pero acá están sobre Duncan, Nowitzki o Kobe, que partido tras partido superan a alguien. Son impresionantes. Lo veo más en ellos tres. Los números que puedo tener yo son más normales acá. Se habla más de ellos.

-Estos números, el título, perderte el Mundial con la selección por una lesión. Se puede decir que no fue un año más? ¿Hiciste tu balance?
-Para un jugador de básquet hacer una evaluación a fin de año es muy raro. Estamos en plena actividad, uno tiene la cabeza en otro lado, los balances los hago el 30 de agosto, quizá. Pero claro que fue un 2014 que me hizo sentir extraño. Porque viví algo espectacular con San Antonio, pero la situación de la selección me jodió bastante, me hizo sentir mal durante un mes y medio. Y definitivamente no me gustó cómo se dieron las cosas. No fue la imagen o la sensaciones que yo quería tener por mi posible último torneo con la selección. Se dio de esa manera y nada. Fue doloroso porque quería jugar y quería estar con los chicos en el Mundial. Pero fue inesperado todo, porque pude jugar la final con esa lesión, pero después realmente no podía hacerlo. Así como en 2013 tenía la calentura por no haber podido ganar aquella final con Miami, ahora estaba igual por no haber podido estar en el Mundial.

-Cuando hablás de este tema, te cambia la cara. ¿Te dolió más que otras cosas?
-Sí. Porque fue una situación que no sólo quería sortearla por jugar el Mundial, sino por todo lo que estaba sucediendo alrededor. Por todo lo que habíamos pasado en esas dos semanas [N. de la R.: la crisis que sufrió la Confederación de Básquetbol y que afectó la preparación del equipo]. Creo que era importante haber podido estar. Entiendo que estaba bien no haber jugado porque no estaba en condiciones, pero creo que anímicamente sí tendría que haber estado. Fue una situación rara y que no me gustó ni un poco.

-Más allá de alguna racha de derrotas, ¿seguís disfrutando?
-No lo disfruto tanto como en noviembre. Estoy más golpeado, más dolorido, y la cantidad de partidos y derrotas hace que tenga un poco más ocupada la cabeza y no pueda disfrutar el día a día. Creo que en años anteriores me habría sentido definitivamente peor, así que de alguna manera mi cabeza está diferente. Estoy sufriendo un poco más físicamente. Entiendo que cuando aflojen un poco los partidos y volvamos a la normalidad voy a poder sentirme mejor. Fueron días complicados.

-¿Seguís teniendo hambre por jugar y ganar?
-Es difícil de definir la palabra. Lo que sí sé es que hay partidos en los que arranco y me cuesta mental y físicamente. Ahí uno puede pensar que no es la misma pasión o determinación. Pero lo que también sé es que cuando la situación se complica, cuando todo está difícil, sale algo de adentro que me hace que quiera hacer más de lo que se tiene y dejás el alma en cada pelota. Está un poco más intermitente que antes, es verdad, pero porque es difícil tenerlo por 82 juegos. Pero cuando está el desafío reaparecen ese espíritu y esa pasión. Porque me sigue gustando, porque cuando estamos perdiendo o debajo por pocos puntos, sale el amateur, el competidor, el que quiere hacer las cosas bien. Cuando lo necesito está ahí.
LA NACION