“Es urgente salvar el planeta”

“Es urgente salvar el planeta”

Por Mariana Perel
Si a los 85 años hablo sobre el feminismo y no sobre la situación tan peligrosa que vive el planeta sería absurdo. Además, nuestro movimiento batalló durante 30 años y logró muchísimo. Ahora la lucha es esta otra, la que me hace levantar cada mañana y sobre la que sí quisiera hablar. No tengo ganas de contar mi vida, ya lo hice tantas veces, hasta escribí un libro. A mi historia la conocen todos”.
Ilse Fuskova no quiere repetir que nació en Buenos Aires. Estudió periodismo, fotografía, colaboró en diversos medios, fue azafata. Que estuvo casada con un hombre durante treinta años y que es madre de tres hijos. En 1984 se separó. “Nunca había imaginado que podía sentirme atraída por una mujer. Tenía 56 años”. Una visita a su hijo que vivía en Berlín y un viaje a San Francisco marcaron un antes y un después: “En ambos lugares vi la realidad de las lesbianas. No disimulaban, al contrario, estaban orgullosas. A mi regreso, ya separada e independiente económicamente, no sentí ningún temor”.
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En 1985 Ilse Fuskova empezó a militar en el feminismo y luego en el movimiento lésbico-feminista. Fue la primera lesbiana del país en asumirse públicamente, en 1991, durante un almuerzo de Mirtha Legrand. “Éramos un montón, aunque todas metidas en el armario por razones reales: familias, trabajo. Yo, en cambio, no arriesgaba nada mostrándome. Además sentí que no podía desperdiciar la oportunidad: era la primera vez que una lesbiana se mostraba públicamente con orgullo. Algo me empujó a hacerlo, no podría explicarlo. Ilse vivió veinte años con Claudina Marek, juntas participaron del activismo lésbico. En 1994 publicaron, en diálogo con Silvia Schmid, el libro Amor de mujeres. El lesbianismo en la Argentina, hoy. “Claudina fue muy importante en mi vida. Después vinieron mas amores, quedaron ahí.” Es cierto que Ilse se cansó de hablar del tema, pero aquella militante que ponía el cuerpo defendiendo los derechos de las mujeres en algún lugar está, se hace escuchar “Hubo un momento en que el feminismo estuvo dormido en la Argentina y en el mundo. Ahora las jóvenes están retomando una actitud más revolucionaria, vuelven a atacar al patriarcado que todavía prevalece”. Y, aunque las últimas leyes hayan legitimado la homosexualidad con el matrimonio igualitario, por ejemplo, asegura que las lesbianas aún se esconden; que todavía falta evolucionar.

“Los ecologistas incluyen todo”
La mujer que un día pateó el tablero le fue dando espacio a cada uno de sus deseos. Las cosas bellas tuvieron siempre un significado muy profundo en su vida, desde que era niña. A los 63 se atrevió a la carrera de Bellas Artes. Le gustaba pintar, la literatura. Se conmueve, hoy, al escuchar los dos primeros versos de un poema que escribió ya hace tiempo, La isla : Lo que de la tierra más amaba, volví a encontrarlo en otro cuerpo.
“Adoro ese poema. Claro que el cuerpo, la tierra y el arte se vinculan, tienen que ver con la vida y la belleza. Nuestro planeta tiene vida, no es un pedazo inerte. La mesa de madera, vista con un microscopio es vibración, energía. El hombre puede destruirlo todo con la tecnología, por eso tenemos que ponerle un freno”. Espíritu rebelde, ella enlaza sus grandes pasiones con mucho romanticismo. Ningún ánimo de enfrentamiento, dice, “sólo hago lo que quiero”.
Las coincidencias pero también las diferencias entre las activistas son un tema en la narración de Fuskova. Recuerda que se acercó a un grupo feminista y les consultó si podían incluir en un seminario una charla sobre los peligros que sufre el medio ambiente. “Pero ese tema no tienen que ver con el nuestro”, respondieron. Todavía enojada, Ilse levanta las manos como si el gesto ayudara a dejar en evidencia que no sirve de nada ser feminista, o lo que fuera, si peligra la vida de todos: “Las feministas se quedaron estancadas. Las ecologistas, en cambio, incluyen a todos”.

De eso no se habla
Pasó hace más de cuatro años. Fuskova llegaba a su departamento, cerca de del Congreso. Encontró a varios manifestantes protestando porque la presidenta había vetado la Ley de protección de glaciares que ya había sido aprobada. Hacían panqueques con los nombres de los políticos que se habían dado vuelta. El grupo se llamaba Conciencia Solidaria. Impresionada por la creatividad y convencida de la propuesta firmó la petición. Desde entonces milita activamente. Rescata uno de los temas que más le preocupa: las minas a cielo abierto. Por Conciencia Solidaria sabe, por ejemplo, que en las provincias andinas el cáncer en niños y adultos ha aumentado el 800 por ciento a partir de esto. Sus compañeras van muy seguido a las provincias para evaluar cuánto se contamina y afecta la vida de los habitantes. “De esto no se habla en ningún medio”, se queja sosteniendo los volantes como si le estuvieran quemando las manos, con la urgencia de hacerlos circular.
Comprometida con la causa asiste a las reuniones con varios grupos de Conciencia Solidaria: recauda información, aprende y difunde. También le da espacio y tiempo a su espiritualidad. Concurre regularmente al Centro de Servicio Planetario (Uksim) donde medita, comparte el silencio y canta mantras. “Estamos hechos de una energía que es constante. Un místico de la edad Media, Meister Eckhart, decía: ‘Dios esta acostado sobre la mesa, continuamente está pariendo vida’. Yo lo creo.”

Su lugar en el mundo
Ilse vive en este departamento, sola, pero rodeada de plantas que parecen cuadros y cuadros que parecen plantas, así de cuidados y vivos están en sus marcos. Ella los pintó alguna vez.
Lo primero que hace cada día al levantarse es abrir la ventana para recibir la fuerza del sol, dice. Vive en silencio. No tiene televisor ni radio. Lee el diario a veces, en el bar. Una amiga la llama para contarle las noticias más importantes. Está alejada de toda rutina. “Agradezco la vida, como venga. Cada día es un regalo. Uno se da cuenta de eso recién con el paso del tiempo”.
Fuskova siempre llevó el pelo corto y rubio hasta que prefirió su melena blanquísima. Quizá, su espíritu libre haya empezado a construirse con Leopoldina, su madre, quien vivió una época del feminismo europeo, antes de la Primera Guerra Mundial. “Mi madre absorbió esa libertad. Abandonó Praga por una desilusión amorosa, vino a la Argentina y aquí conoció a Kurt, mi padre”. Entonces busca unos papeles. Resulta que esta entrevista la impulsó a investigar. “Desde ayer que estoy revisando cuadernos, escribiendo. Dejé de almorzar y de cenar. Hay cosas que siento que tengo que hacer, todavía”. Con sus 85 años, sin anteojos, Fuskova sostiene unas hojas y lee: “Nunca digo envejecer. El todo me sigue regalando vida y mi conciencia seguirá abriéndose y creciendo hasta el último día de mi ciclo”. Después dice que en realidad está harta de los reportajes y que tal vez sea este uno de los últimos. Que accedió porque le “urge proteger el planeta. Todos somos semillas. Este artículo podría ser una semilla que florezca”.
Y con el mismo orgullo que hace 30 años declaró públicamente su lesbianismo revela que “hace dos años me enamoré de un varón”. Más libre, más viva y agradecida que nunca. No se puede sino ser feliz cuando cada día es un regalo.
CLARIN

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