17 Jan Es sólo un bar, pero me gusta
Por Esteban Schoj
No hay duda de que las anécdotas que cuenta Juan Ignacio Muñoz son reales. Pero la espectacularidad de las historias, la mayoría con un final de película –de película con final feliz–, necesitan de una frase que despeje absolutamente cualquier sospecha sobre la realidad de la narración. “Te lo juro por Richards”, promete, y acto seguido se besa el dedo índice de su mano derecha, primero perpendicular y luego paralelo a sus labios.
La estatua –casi de tamaño real– de Keith Richards, el legendario guitarrista de los Rolling Stones, contempla desde lo más alto de la barra de 40×5 Tributo Bar cómo Juan Ignacio cuenta una y otra vez esas historias, rodeado de otros fanáticos. Como el acontecimiento que involucró una entrada gloriosamente conseguida para un amigo, perdida por este en medio de la emoción e insólitamente reimpresa por los organizadores ante la desesperación de un grupo de cuatro fans a los que les faltaba un ticket para el show que la banda inglesa dio en diciembre de 2012 en el Madison Square Garden.
“La locura por los Stones me agarró en 1995”, indica Muñoz, de 39. Ese año, el conjunto liderado por Mick Jagger visitó la Argentina por primera vez, en el marco de la gira del disco Voodoo Lounge, y conquistó definitivamente a un público que llenó el Monumental cada vez que los Stones miraron al sur para tocar sus interminables éxitos.
Hasta que en 2002, la locura se hizo bar, en Cuenca y Navarro, Villa Devoto. “El homenaje argentino a la banda más grande de la historia”, es la frase que condensa el espíritu de 40×5, un bar de paredes verdes abarrotadas de cuadros con fotos, que abrió sus puertas el mismo año en que los Rolling Stones cumplían cuatro décadas de trayectoria. Hay de todo. Tapas de discos, producciones de Michael Cooper (fotógrafo de la banda durante los ’60) y, claro, los tesoros más preciados: una foto junto al guitarrista Ron Wood, una con el ex bajista Bill Wyman y otra con Andrew Loog Oldham. “Este fue el creador de los Stones, el que les dijo que tenían que ser la antítesis de los Beatles”, cuenta Juan Ignacio y señala la foto que lo muestra junto al primer mánager de la banda de Londres.
Su pasión es viajar tras los Rolling Stones. Londres, Nueva York, Nueva Jersey, Boston, París, Lyon, Landgraf (Holanda) y Berlín, además de Buenos Aires, son las ciudades a las que fue para verlos. También viajó a Australia, este año, para los shows que se cancelaron por el suicidio de la pareja de Jagger, y hasta visitó Munich con el único objetivo de conocer la ciudad en la que habían estado los Stones el 15 de diciembre de 1974, el día en que él nació. Además, Bebe Contepomi lo fue a buscar en 2012 y se lo llevó a Inglaterra para el rodaje del documental Stones de Oro, que narra los 50 años de la banda. “Es un tipo con una energía increíble, con quien compartí uno de los mejores viajes de mi vida”, define Juan Ignacio al conductor.
Todas esas experiencias son recogidas en su mente y en su corazón, y no se cansa de repetirlas ante todo aquel que se acerque a su bar. Con los Stones de fondo, claro. Aparte, en las pantallas de televisión colgadas en lo más alto de las paredes, hay videos de la banda o recitales que pasan enteros sin que nadie reproche nada. “El bar empezó siendo una aventura personal”, confiesa, y asegura que se animó “en el peor de los quilombos”, con una Argentina en medio del estallido de principios de siglo. “Pero con el tiempo, este lugar –continúa y contempla a su alrededor– se transformó en un vehículo de cultura. Es un bar de culto. Y el que viene acá, sabe lo que se va a encontrar. Entonces, eso yo lo cuido, porque el bar tiene mi personalidad.”
¿Cómo define eso? “Es que me hubiese ido mucho mejor si lo encaraba desde una mirada mucho más comercial, pero el bar es para los fans. Acá me han pedido que abra la música a otras cosas. Yo les dije que no, que muero con la mía, que acá se escuchan los Stones, porque el bar es Stone. Y la gente percibe la pasión, el corazón y el fanatismo que hay en todo esto. Por eso se queda al lado tuyo. Por eso uno sigue adelante.”
TIEMPO ARGENTINO