El Internet de las cosas puede ser útil en los hogares de ancianos

El Internet de las cosas puede ser útil en los hogares de ancianos

Por Hannah Kuchler
Imaginemos una casa en la que sensores ocultos ubicados dentro del botiquín pueden actualizar las prescripciones, la calefacción se enciende automáticamente cuando hace frío, y una pulsera puede llamar a la ambulancia si el marcapasos de un anciano no funciona bien.
Éste es el Internet de las cosas un término extremadamente vago para muchos adultos mayores. Pero esta industria de rápido crecimiento podría representar un profundo cambio de vida, porque la conectividad de los dispositivos y servicios se vuelve no sólo omnipresente, sino placentera.
Un ejemplo es Jibo, un dispositivo de mesa que se comercializará como robot familiar; será un compañero tan leal y atento como un perro y tan útil como un teléfono inteligente. Cynthia Breazeal, profesora del Instituto de Tecnología de Massachusetts, está financiando vía crowdfunding el desarrollo de Jibo como aparato para cuidar personas mayores.
Jibo puede establecer llamadas de video con la familia o les permite a los hijos recordarles a sus padres la hora de tomar algún medicamento, además de sacar fotos divertidas y leer cuentos. “Decimos que es el primer robot familiar del mundo porque realmente es más un compañero útil que una herramienta”, contó.
Cuaquier hogar moderno tendrá varios cientos de objetos “inteligentes” para el año 2022, según Gartner, el grupo de investigación. Mientras, Cisco estima que el mercado moverá para entonces 19 billones de dólares porque surgirán más de 50.000 millones de aparatos nuevos con conexión a Internet en los próximos seis años.
Pero, teniendo en cuenta este tipo de tecnología compleja, el resultado final para las personas mayores podría ser una vida mucho más sencilla y cómoda.
Breazeal cree que la clave para ayudar a los ancianos en sus hogares está no sólo en la “alta tecnología” sino también en el “alto humanismo” para superar la reticencia de las personas mayores a la computación complicada.
“La soledad es uno de los mayores problemas del envejecimiento y a pesar de que un pequeño robot no va a reemplazar a las personas, muchos dicen que si tuvieran un pequeño ayudante sonriente para informarles sobre los acontecimientos cotidianos, u organizarles un paseo en automóvil para que se pongan en contacto con los amigos, sería una ayuda enorme”, agregó.
Ken Smith, director de la división de movilidad del Centro de Longevidad de Stanford, contó que los dispositivos conectados a Internet tienen un “enorme potencial” para ayudar a adultos mayores. Pero también dijo que la clave para las empresas está en tratar de convencerlos de que los dispositivos tienen mucho para brindarles.
“El modelo de negocio todavía no está completamente desarrollado. Muchas veces el técnico es más joven y no ve la necesidad de ofrecerle algo a la persona mayor”, explicó.
Lively, una empresa con sede en Estados Unidos, le pone sensores a todo, desde medicamentos hasta comidas y bebidas para aprender la rutina de un anciano, y ante cualquier anomalía envía alertas a una aplicación instalada en el teléfono del hijo o de la persona encargada.
Para animar a las personas mayores a utilizar este sistema potencialmente invasivo, se creó el LivelyGram, un libro impreso que se envía por correo cada mes y que contiene fotos y mensajes de amigos y familiares.
Iggy Fanlo, cofundador y presidente ejecutivo de Lively, contó que la compañía considera que apunta a dos mercados: quien lo utiliza, y quien lo elige, que es a menudo algún hijo adulto, por lo general, la hija mayor. Agregó que quiere como clientes a los 7 a 8 millones de personas que usan los botones de emergencia para cuando sufren una caída, pero les ofrece un sistema mucho más amplio.
Debido al aumento del costo de la atención a la salud, Lively está siendo utilizado por algunas compañías de este sector como una “last-mile solution” (solución de última milla), que cobra de $40 a $45 por semana para englobar los servicios y el monitoreo de todo el sistema, además de los $25 mensuales que cuesta Lively, dijo.
“Se trata de una décima parte del precio de una atención integral de salud en el hogar”, comentó Fanlo. “Los proveedores de atención médica pueden atender a muchas más familias que antes mediante el uso de la tecnología. Es una manera elegante e inteligente de utilizar los recursos humanos”.
Las compañías “start-up” no son las únicas interesadas en la venta de dispositivos conectados a Internet para ayudar en el cuidado de ancianos. Aunque Fanlo piensa que el mercado tendrá que crecer hasta una cifra entre u$s 10.000 millones y u$s 15.000 millones para captar el interés de Google o Apple, AT&T, la compañía estadounidense de telecomunicaciones, ya está vendiendo su tecnología a adultos mayores.
Glenn Lurie, presidente de empresas emergentes de AT&T, afirmó que su proyecto Digital Life, que incluye un sistema de alarma, cerraduras y cámaras, fue diseñado para ser lo suficientemente simple como para ser utilizado por aquellas personas que poseen menos conocimientos tecnológicos.
Él piensa que el futuro está en conectar el hogar digital a los dispositivos de vestir que monitorean signos vitales de las personas mayores.
“Los sensores sobre el cuerpo y en el hogar pueden decirnos qué está sucediendo en la casa” afirmó. “Mediante el uso de grandes datos y la observación de lo que se espera que suceda, se le puede brindar al cuidador información de de que todo está bien con los padres”.
EL CRONISTA