Cataratas del Iguazú: Maravilla del mundo

Cataratas del Iguazú: Maravilla del mundo

Por Andrés Engler
Como desde tiempos inmemoriales, el estruendo de las Cataratas del Iguazú sigue dejando en silencio a cualquiera que las contemple, mientras que las aguas del Río Iguazú pierden su tranquilidad en los más de 260 saltos -de hasta 70 metros de altura- que conforman una de las siete maravillas naturales del mundo, extendida en 2700 metros de bruma, arcoiris y selva. El empresario Gregorio Lezama había sido el primer propietario de las 67.720 hectáreas que constituyen el Parque Nacional Iguazú, donde hoy se ubican las Cataratas. Poca importancia les había dado: en un remate público, su anuncio de venta las presentaba como un “bloque de selva que linda con varios saltos de agua”. Las por entonces recónditas tierras, adquiridas por el Estado bajo la presidencia de Hipólito Yrigoyen, en 1934 fueron declaradas como Parque Nacional y, luego, convertidas en Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO.
El Tren Ecológico de la Selva es la forma más cómoda y natural para recorrer el área Cataratas del Parque Nacional. Antes de hacerlo, es recomendable caminar el sendero Macuco, aunque antes sea menester pasar por la oficina del guardaparque a buscar un folleto con mapa y recomendaciones, ya que durante el paseo será muy probable encontrarse a animales silvestres como monos caí, que andan en extensas e inquietas manadas. Tras siete kilómetros, espera inminente el Cañón del Iguazú, lugar donde -hace milenios- caían las Cataratas y donde por estos días lo hace el Arroyo Arrechea, que regala al visitante una cascada de 20 metros de altura.
La siguiente parada, llamada Cataratas, es el punto más cercano para acceder al Circuito Inferior, cuyas pasarelas se enredan con las lianas, epífitas y helechos, entre otras especies vegetales que pueblan la selva paranaense. En constantes rompientes, aguardan los saltos Dos Hermanas, Chico y Ramirez; éste último, anticipo del enorme murallón de agua llamado Salto Bossetti. A 20 metros se ubica el acceso desde el cual se cruza en bote a la Isla San Martín, colmada por jotes, aves también llamadas buitres americanos. Para lograr una vista vertical y en altura de las explosiones acuáticas, el Circuito Superior es la mejor alternativa: emplazado a 50 metros de la Estación Cataratas, ofrece una vista panorámica de la herradura de saltos y finaliza en el mirador del Salto Mbigúa.
La última estación del trayecto es la antesala de la pasarela que termina en la más conocida cascada, Garganta del Diablo, originada por el Salto Unión, ubicado sobre la línea imaginaria que divide a Brasil de Argentina. Consejo: en caso de no querer mojarse, llevar piloto; las alturas de la Garganta alcanzan los 80 metros y el caudal de agua es importante. Si el visitante desea tener otra perspectiva del paisaje, siempre se puede cruzar al lado brasileño, que también cuenta con un Parque Nacional de amplia infraestructura. En la parte argentina, para aquellos más aventureros, es posible realizar un viaje en lancha hasta la misma Garganta del Diablo. Y durante algunas noches por mes -llamadas “mágicas” por los lugareños- se pueden visitar las Cataratas de noche y caminar entre ellas bajo la custodia de la luna llena. Su luz será suficiente para admirar el color de algún arcoíris, que no entienden de horarios para darse a conocer.
EL CRONISTA