12 Dec Y un buen día Patrick Modiano perdió por un rato la timidez
Por Pablo Gianera
En 1969, cuando se difundió la noticia de que Samuel Beckett había obtenido el Premio Nobel de Literatura, Jérôme Lindon, su editor francés, le mandó al autor un telegrama escueto: “Queridos Sam y Suzanne: a pesar de todos, le dieron el Nobel. Les aconsejo que corran a esconderse. Abrazos”. Beckett obedeció. Se refugió en Túnez, primero, y en Portugal, después. Tampoco asistió a la entrega, cuyo protocolo cumplió Lindon. No se puede decir que la noticia del premio haya sido tan catastrófica para Patrick Modiano como lo fue para Beckett, pero de todos modos el autor de El lugar de la estrella habrá jugado un poco con la posibilidad de la huida. El pánico apenas disimulado en su cara, durante la conferencia de prensa posterior al anuncio del Nobel en octubre, lo decía todo. Para un tímido, los premios no son nunca una buena noticia.
Tras agradecer el honor concedido ayer en Estocolmo ante la Academia Sueca -junto con los otros diez distinguidos con un Nobel-, las primeras palabras de Modiano consistieron justamente en excusarse por su timidez. “Es la primera vez que hablaré ante un público tan numeroso y eso me provoca cierta incomodidad. Tiende a creerse que para un escritor es natural disfrutar de momentos así. Pero el novelista es mejor escribiendo que hablando.” Esa incomodidad no le impidió presentar un texto que demandó casi cuarenta y cinco minutos.
Modiano se mostró perplejo. “El anuncio del premio me parecía irreal y nada me interesaba más que saber por qué me habían elegido.” El origen de la perplejidad está en la obra misma. Un premio fija la obra en un momento: después de todo, se premia lo hecho. Para Modiano, no hay nada “hecho” en el sentido definitivo de lo concluido. La obra es, para él, una “larga fuga hacia adelante”. “A punto de terminar un libro, ya se siente cómo empieza a separarse de uno. […] Se tiene en ese momento un gran vacío. También una especie de insatisfacción [….]. La insatisfacción y la sensación de algo inacabado impulsa a escribir el próximo libro. A medida que pasan los años, los libros siguen y los lectores hablan de una obra. Pero la sensación última es que no era más que una prolongada fuga hacia adelante.”
UN HIJO DE SU TIEMPO
“Soy como todos los nacidos en 1945: un hijo de la guerra, y más concretamente, dado que nací en París, un hijo que nació en el París de la ocupación. Quienes vivían en París querían olvidar rápidamente, o recordar sólo detalles cotidianos que dieran la ilusión de que, después de todo, el día a día no era tan distinto del que vivían en tiempos normales. Era como un mal sueño y también un vago remordimiento por haber sobrevivido. Y más tarde, cuando sus hijos hicieron preguntas sobre ese período, sus respuestas fueron evasivas […]. Ese París nunca dejó de rondarme.” De manera alusiva o directa, lo encontramos, en una lucha contra el olvido, en cada libro, en cada página, en cada entrelínea de sus novelas.
El tiempo de la historia es ineludible para el escritor y aparece aún involuntariamente respecto de su control, “aun en aquellos poetas exiliados en la torre de marfil”, insistió Modiano, que citó en francés un poema de Yeats, “Los cisnes salvajes de Coole”. Los versos son significativos también en la traducción castellana de Delia Pasini: “Flotan ahora sobre el agua tranquila,/ misteriosos y bellos./ ¿Entre qué juncos se asentarán,/ al borde de cuál lago o estanque/ deleitarán los ojos de los hombres/ cuando despierte yo algún día/ para descubrir que se han volado?”. La conclusión de Modiano es clara y justifica una poética: “Los cisnes suelen aparecer en la poesía del siglo XIX, en Baudelaire y en Mallarmé. Pero un poema como éste de Yeats no pudo jamás haber sido escrito en el siglo XIX: por su ritmo y su melancolía particular pertenece al siglo XX”.
¿Y en el siglo XXI cómo sería un poema así? “Tengo mucha curiosidad por lo que pasará con la generación que nació con Internet, él teléfono celular, el correo electrónico y Twitter -contó Modiano-. Me da curiosidad cómo expresará la literatura este mundo en el que estamos conectados y en la que las redes sociales afectan la intimidad… ese secreto que podía ser un gran tema romántico. Pero soy optimista: los escritores del futuro se harán cargo de esto como lo hicieron todas las generaciones desde Homero.”.
LA NACION