¿Y si las Fiestas no traen alegría?

¿Y si las Fiestas no traen alegría?

Por Solange Levington
“Me gustaría acostarme a dormir el 23 de diciembre y levantarme recién el 2 de enero a la tarde.” Esta frase, que alguna vez supo tener forma de confesión, hoy pareciera multiplicarse como un mantra entre conocidos, familiares y amigos cada vez que las Fiestas asoman.
Cuando diciembre empieza a transitar la última hoja del calendario, un alud de mandatos, expectativas, balances, compromisos sociales, tensiones familiares y ausencias se imponen con la urgencia de un incendio que debe ser apagado de inmediato.
El plazo para revertir o tramitar las dificultades surgidas durante el año parece vencer entre el 24 y la medianoche del 31. No está escrito en ningún lado, pero se instaló en el inconsciente colectivo y no hace más que sumarle presión y más presión a este mes paradójicamente festivo.
¿Qué esconden estas dos últimas semanas del año que parecieran tener la capacidad de entristecer, irritar o modificar de forma radical y como por arte de magia el ánimo de muchos?
“Son momentos asociados con emociones puntuales, recuerdos y rituales. La Navidad, que es la fiesta familiar por excelencia, está vinculada a los orígenes; mientras que el Año Nuevo convoca al balance y tiene la importancia de señalar el paso del tiempo”, explicó Horacio Vommaro, presidente de la Asociación de Psiquiatras Argentinos (APSA).
Mientras que Juan Eduardo Tesone, psiquiatra y miembro de la Asociación Psicoanalítica Argentina agrega: “Los festejos son iconos relacionados con la infancia y casi inevitablemente dan cuenta de las ausencias que, en otros momentos del año no suelen estar tan vividas”.
Otro factor de peso en estas semanas son las tensiones internas de las familias, que tienden a revitalizarse en estos festejos, que lejos de ser espontáneos, encierran todo un mandato social y cultural. “Es que las festividades se implantaron en la cultura como un momento de grupalidad casi obligatorio. Se supone que las personas se reúnen en paz y sin conflictos, como si debiera alcanzarse una armonía perfecta más próxima a la Sagrada Familia que a las familias reales”, agregó Tesone.
Por eso, con la Nochebuena aso¬mando a la vuelta de la esquina, los especialistas coinciden en no intentar recetas mágicas pero sí apostar a diseñar un festejo que se ajuste a cada realidad de la mejor manera posible.

Perdida de seres queridos
La nostalgia, las fluctuaciones en el ánimo y las alteraciones del sueño son algunas características que acompañan todo proceso de duelo y que, casi siempre, se intensifican durante las Fiestas. Para muchos, la salida es el aislamiento. Si bien los especialistas coinciden en no forzar situaciones, una manera de negociar con la tristeza es volverse selectivo al elegir la compañía para el brindis (pueden ser personas menos cercanas afectivamente y por lo tanto, menos demandantes).
Si el duelo lo realiza una familia con niños pequeños, se aconseja realizar algún ritual que los ayude a incluir de otra manera a la figura ausente (hacerlos participar de la compra o fabricación de un porta retrato; comprar una planta que simbolice esa relación; prender una vela en su nombre, etc.).
Para los que temen exponer su dolor en una situación social, lo mejor es explicitar serenamente y de antemano que no es su momento para hablar de la pérdida y que prefieren sumarse con naturalidad al festejo colectivo.
Las personas de edad avanzada, en general, manifiestan la angustia por medio de silencios, escasa participación o entusiasmo frente a regalos o comida rica. Lo aconsejable es acompañarlos desde el contacto físico -una simple caricia resulta suficiente- y respetar sus tiempos: hacerlos sentir comprendidos, favorecerá su regreso al clima festivo.

No llegué a la meta
La lista de proyectos de cada persona puede tener distintas dimensiones pero siempre hay ítems que resultan más transcendente que otros.
Para todos pero, más aún para los detallistas y exigentes, resulta beneficioso redactar una lista de logros, desde los más pequeños hasta los más significativos. El objetivo es focalizar la mirada en lo positivo, aceptando también las dificultades para modificar los factores que puedan cambiarse.
A los más dispersos se les recomienda no plantearse metas con afirmaciones generales del tipo quiero ser más feliz porque son inalcanzables y aumentan la frustración. Hay que traducirla a conductas medibles, contextuadas en tiempo y espacio. Por ejemplo, si se relaciona con la felicidad pensar qué comportamientos o acciones concretas nos ayudarían a lograrla.
Los más obsesivos no deben plantearse objetivos plenos sino fraccionarlos en pequeñas metas de cumplimiento gradual. Si la idea es comenzar a entrenar, es mejor primero proponerse correr una vez por semana y luego incrementar la frecuencia. Esto evitará que se sientan frustrados antes de tiempo.

Conflictos familiares
En estos días las discusiones por el lugar, el menú o la lista de invitados suelen esconder dolores de larga data.
Los conciliadores corren con ventaja en las adaptaciones, aunque es¬ta cualidad muchas veces viene con una carga de tensión extra. Se recomienda entonces no precipitarse a decir que sí a todo y poner condiciones que resulten ventajosas.
Para los que suelen recargarse de tareas, lo ideal es dividirlas. Acá la clave es aceptar que los demás quizás no se ocupen con el grado de perfeccionismo que a uno le gustaría.
Las familias ensambladas tienen que fijar con anticipación qué fechas y con quién pasarán las celebraciones los más chicos. Lo ideal es armar armar algún festejo propio junto a los integrantes de la nueva estructura, aunque no coincida exactamente con las fechas marcadas en el calendario. Los resentimientos con determinados miembros de la familia no desaparecen por arte de magia, pero los pequeños gestos afectuosos ayudan a distender (desde un beso, un regalo o algún plato dedicado).

La soledad
El sentirse solo, independientemen¬te de tener o no la compañía de otras personas, es un signo muy propio de esta época. Solteros, divorciados, viudos, extranjeros, padres de hijos que pasan las Fiestas con amigos, son sólo algunos integrantes de los que engrasan la lista de afectados por este sentimiento. Contacte con nuevos ámbitos (talleres, espectáculos, deportes, etc).
Realizar actividades solidarias du¬rante la noche de Navidad. Acondicionar ropa para donar o participar de alguna campaña, aumenta los lazos de unión y favorece la puesta en acción de las mejores cualidades de cada uno.
No quedar pegado al mandato de que la compañía es siempre mejor que la soledad. Es importante confiar en los propios recursos y focalizar en las pequeñas cosas que, en esos días, pueden ayudar a pasarla bien: viajar, quedarse en casa con la música favorita y, sobre todo, estar abierto a lo inesperado.
Para los recién separados las rutinas cambian. Lo ideal es apropiarse de lo nuevo (amigos, un espacio) e ir construyendo un nuevo universo propio. Para eso se recomienda ensayar nuevas rutinas de festejos (cambiar el menú, la compañía, la locación, etc.). Son estos pequeños detalles los que van a ir construyendo otras realidades.
LA NACION