01 Dec P.D. James: la baronesa de la novela negra que renovó el género
Después de escribir con maestría sobre crímenes e investigaciones policiales, la gran autora británica Phyllis Dorothy James, reconocida internacionalmente como P.D. James, murió el jueves pasado, de “manera apacible”, a los 94 años, en su residencia de Holland Park, en Londres.
La reina madre de la novela negra, de cuya imaginación surgieron los inolvidables detectives Adam Dalgliesh, de Scotland Yard, y la investigadora privada Cordelia Gray, primera mujer protagonista de este estilo literario, legó una veintena de obras centrales para el género negro que se renueva de manera constante y que tiene lectores siempre ávidos de nuevas historias.
Su propia vida fue una larga novela, cruzada por el drama. Nacida en Oxford el 3 de agosto de 1920, abandonó los estudios formales a los 16 años y se casó a los 21 con Ernst Connor Bandtry, un médico que sirvió en la Segunda Guerra Mundial y que regresó del frente con una enfermedad psiquiátrica que cegó su vida.
P.D. James se convirtió así en el sostén de la vida de su enfermo esposo y de sus dos hijas, Claire y Jane. Durante 30 años, entre 1949 y 1979, trabajó en distintas oficinas públicas, entre las que se destaca el área de delincuencia juvenil del Departamento de Política Policial y Criminal, donde adquirió conocimientos fundamentales para su posterior destino de escritora.
Hasta que pudo abrazarse a la literatura, dedicó tardes enteras a modelar el personaje clave de su éxito: el detective de Scotland Yard Adam Dalgliesh, que protagonizó 14 de sus mejores historias. Su primera obra, Cubridle el rostro, fue publicada en 1962, cuando ella ya había cumplido los 42. Dos años más tarde, la sucesora de Agatha Christie enviudó y se dedicó definitivamente a los libros.
Tomó de una profesora irlandesa el apellido con el que bautizó a Dalgliesh y le dio un toque artístico, ya que era capaz de incursionar en la poesía. Dotó a su personaje insignia de los valores que le gustaban de los hombres: inteligencia, valor y compasión. Y dejó para la historia, la primera investigadora privada protagonista de una novela, con vida propia y sin necesidad de ser partenaire de ningún caballero seductor.
La lista de éxitos editoriales se integró además con novelas como Un impulso criminal, Muertes poco naturales, Mortaja para un ruiseñor, La torre negra, Muerte de un forense, Sangre inocente, Muerte en el seminario y El Faro y La muerte llega a Pemberley (su última obra, publicada hace sólo tres años).
En cambio, el personaje de Cordelia Gray investigaba crímenes para ganarse la vida; observaba sin malicia, pero con atrevimiento. Sus historias y su personalidad atrapan en Poco digno para una mujer y El cráneo bajo la piel.
Muchas de las obras de P.D. James fueron adaptadas para la televisión británica, y su novela Los hijos de los hombres mostró a sus seguidores que tenía talento suficiente para salirse del policial e incursionar en la ciencia ficción. En el cine, el mexicano Alfonso Cuarón tomó esta novela y la adaptó a la pantalla grande con éxito, de la mano de Clive Owen, Julianne Moore y Michael Caine.
Ironías de su destino, fue presidenta del jurado del Booker Prize, pero su nombre nunca figuró entre los candidatos a alzarse con esa distinción inglesa. Como reconocimiento por su trabajo en la Facultad de Bellas Artes, en la Sociedad de Autores y en la BBC, de la que fue directora, en 1991. Obtuvo también importantes galardones del género de suspenso: el Grand Master Award, concedido por los Mystery Writers of America; el Diamond Dagger, de la British Crime Writers Association, y el Premio Carvalhodel festival BCNegra, entre otros premios.
Seis universidades le dieron títulos honorarios: recibió la Orden del Imperio Británico y un título de baronesa que le implicó un puesto vitalicio en la Cámara de los Lores.
“No pertenezco a ningún partido político, pero mis instintos están con los conservadores, porque creo principalmente en la libertad del individuo”, sostuvo hace unos años.
P.D. James vivió entre las dos ciudades que más amó -su natal Oxford y Londres-, testigos de sus triunfos literarios y de su esfuerzo maternal. Tuvo cinco nietos y siete bisnietos.
LA NACION