Nace una estrella

Nace una estrella

Por Malva Marani
Formular verdades acerca de los objetos y fenómenos que habitan el Universo, cuya dimensión es inaprensible y cuyas distancias se miden en años luz, es definitivamente una tarea reservada a los apasionados. Esa pasión, justamente, es la que por estos días alegra al reconocido doctor en Astronomía Félix Mirabel, con un hallazgo astronómico de alto impacto que acaba de publicarse en la revista Nature y ya presentó ante la Unión Astronómica Internacional: la confirmación de que un agujero negro provoca la formación de estrellas en la Vía Láctea.
El descubrimiento de Mirabel, nacionalizado argentino pero nacido en Montevideo hace 70 años, no sólo achica el pánico ante estos temerarios objetos que devoran planetas y estrellas a su paso; también es importante al tratarse de un campo de estudio relativamente reciente. “Aunque ya aparecían en la teoría de la relatividad general de Einstein como consecuencias necesarias de la evolución de las estrellas, la confirmación de que existen es algo que la comunidad de científicos ha aceptado en forma universal en las últimas décadas”, explica el flamante nuevo miembro de la Academia Mundial de Ciencias.
¿Qué es exactamente un agujero negro? “Cuando las estrellas son muy masivas –explica Mirabel–, al punto de tener más de 20 veces la masa del Sol, colapsan. Algunas estallan y lo hacen como supernovas y otras, al ser tan masivas, lo hacen indefinidamente en un fenómeno que llamamos implosión. Esos cadáveres de estrellas son los agujeros negros y siempre que los vemos están en una especie de danza con alguna estrella que aún vive: gracias a su gran poder de atracción, la van fagocitando y, en medio de esa danza, de ese tango que bailan, se producen eyecciones de materia y radiación muy intensas.”
El nombre técnico del agujero negro que investiga el argentino es GRS 1915+105, tiene aproximadamente 12 veces la masa del Sol y se encuentra a 30 mil años luz de la Tierra. Lo cierto es que el trabajo que dio lugar a este hallazgo empezó en 1994, cuando junto al doctor Luis Rodríguez, de la Universidad Autónoma de México, lo descubrieron devorándose una estrella dentro de la Vía Láctea y eyectando chorros de materia a velocidades cercanas a las de la luz. Aunque en aquel momento ambos consideraron probable que, a partir de esas intensas eyecciones, el agujero negro hubiera inducido la formación de nuevas estrellas, fue recién hace un mes y medio que un estudio realizado por investigadores norteamericanos lo confirmó. El hallazgo de Mirabel es además el primer “microcuásar” descubierto en nuestra galaxia, denominación elegida por el propio investigador hace 20 años para describir una versión miniatura de los “cuásares”, los objetos más luminosos del Universo.
La posibilidad de saber más sobre los cuásares (cuyo estudio se dificulta por los millones de años luz que los separan de la Tierra) es una de las virtudes de este descubrimiento, aunque la fundamental radica en investigar la importancia que pudieron tener los agujeros negros en el pasado. “Aunque actualmente conserva casi la misma cantidad de materia, el Universo temprano era mucho más chico y el gas era muy denso –explica el investigador superior del Instituto de Astronomía y Física del Espacio (IAFE-CONICET)–. La hipótesis es que las condiciones físicas habrían sido muy propicias para este mecanismo de formación de estrellas por los agujeros negros, y este descubrimiento da impulso a pensar que cumplieron un rol significativo para formar las primeras generaciones de galaxias.”
El hallazgo motivó que el Observatorio Nacional de Radioastronomía estadounidense tardara sólo dos días en aceptar la propuesta del astrofísico argentino de utilizar el radiotelescopio Very Large Array, en Nuevo México, antes de febrero, para profundizar su investigación. Mirabel sonríe y espera tener pronto ante sus ojos esas imágenes del cosmos, y de su agujero negro, para continuar con el apasionado arte de descifrarlo.
TIEMPO ARGENTINO