“Lispector es la gran estrella de la literatura brasileña”

“Lispector es la gran estrella de la literatura brasileña”

Por Laura Ventura
“Cuando Clarice Lispector publica su primer libro, en 1943, la literatura hispanoamericana estaba muy preocupada por la cuestión social, como si pudiera arreglar el mundo. Y ella trae algo nuevo: una sensibilidad femenina, la posibilidad de una escritura desde el yo, desde la individualidad de la mujer. Algunos creen que hacía novelas sentimentales, pero su estilo era otro, no convencional. Va planteando problemas existenciales, de la náusea de la existencia, tal como lo hacía Sartre. La estrella de la literatura brasileña, su embajadora en el mundo, es hoy Clarice Lispector”, reflexiona el escritor y crítico Silviano Santiago en referencia a esta gran autora y pensadora a la que esta semana y con motivo de un nuevo aniversario de su nacimiento se le rinde homenaje en todo el mundo.
Porque para Santiago, Lispector no es sólo una escritora de ficción, sino también una musa del pensamiento, una persona crucial en la arquitectura de ideas con las que él -y otros críticos- comprende las letras.
Antes de morir, André Gide, premio Nobel de Literatura, le regaló en París a un amigo el manuscrito de su novela más famosa, Los monederos falsos. Tiempo después, este tesoro encriptado aparecería en Brasil. Un joven estudiante nacido en Minas Gerais, Silviano Santiago, se topó por casualidad con estas páginas que pudo descifrar y, a partir de este material, elaboró una tesis doctoral en la Universidad de la Sorbona. La palabra “falso” es clave para entender a una de las mentes más exquisitas de la Teoría Literaria contemporánea en su búsqueda por describir el entramado y los juegos entre la realidad y la ficción. A partir de la lectura de Lispector y del don de su pluma tejería Santiago su noción sobre “el falso mentiroso”, la capacidad de decir la verdad a través de una ficción.
Estudioso de la obra de su compatriota y erudito de la Teoría Literaria, Santiago admite que a las letras brasileñas aún le faltan muchas puertas por abrir fuera de su país. Gracias al trabajo de Lispector, este panorama fue cambiando, tarea que antes había emprendido Jorge Amado. “No nos podemos olvidar de que Paulo Coelho también es un representante, desde otra perspectiva, claro. Otro brasileño que es leído en el exterior es Machado de Assis, quien parece haber sido redescubierto en el último tiempo. Pero, sin dudas, Clarice es hoy la gran pluma”, explica el novelista, poeta, ensayista quien recibió este año en Chile el Premio Iberoamericano de Letras José Donoso por su contribución al pensamiento y a la creación literaria de América latina. Además, en octubre último la Universidad Tres de Febrero lo distinguió con el título de profesor honorario en el marco de un coloquio en Buenos Aires, cuyo eje fue el análisis y el debate de su obra.

EL PROBLEMA LINGÜÍSTICO
Santiago reflexiona sobre las letras de su país no sólo fuera del continente, sino dentro de éste. El vínculo entre las dos literaturas de América latina -la brasileña y la escrita en español- ha sido siempre su gran obsesión y, en particular, su reflexión sobre el lugar que ocupa la primera en el mundo hispanoamericano. “Hay un desconocimiento mutuo. Los lectores de español leen poca literatura brasileña, y viceversa. Ahora hay más traducciones y esto está cambiando un poco el panorama, pero, de todos modos, en este aspecto hay un desequilibrio. Se traducen más libros del castellano al portugués, que brasileños al castellano. El problema lingüístico es una gran barrera.” Amable, cálido y políglota, pide perdón varias veces por no encontrar en idioma español la palabra exacta que quiere transmitir, esa que aparece en sus pensamientos, a pesar de que cada vez que intuye que inventa un término, no lo hace, y aunque cada vez que se pregunta cómo se pronuncia una palabra, lo hace de modo correcto.
Santiago considera necesario que se agreguen contenidos de estudio de las letras brasileñas a los programas de enseñanza de literatura latinoamericana: “Sería importante por una cuestión política, que es el Mercosur; por una razón ideológica, que es el papel que cumplimos como latinoamericanos, y también por un tema cultural, ya que ambos tenemos más puntos en común de lo que creemos”.
El autor de Stella Manhattan vivió en los Estados Unidos, en Francia y recorrió el mundo. De un lado u otro de la orilla del Atlántico, desde el Norte o desde el Sur, habla del gran aporte de la literatura latinoamericana a la europea: “La primera está hecha de lectores sensibles e inteligentes, y no de copiadores. Y los escritores de la región son lectores fantásticos, con una gran originalidad y capaces de descubrir huecos en las literaturas europeas y de crear algo nuevo allí, en ese vacío”. Para el especialista, hay dos tipos de lectores: los buenos y los malos, es decir, quienes aportan su subjetividad al texto y rellenan espacios, y quienes no. “La lectura es la creación de otro libro, uno distinto al que se está leyendo. No puede haber un buen escritor si no ha sido un buen lector.”
En la entrevista pública que Daniel Link le realizó durante su reciente paso por Buenos Aires, el ensayista y crítico disparó contra el abordaje del cine que existe en los últimos años en su país: “El cine en Brasil ha virado hacia lo documental. Eso es malo, porque es un reduccionismo. El tratamiento de la imaginación en nuestra literatura es muy particular y esta propiedad no se está viendo en la dramaturgia. Si la dramaturgia es pobre, no se pueden concebir guiones ricos”.
Silviano se excusa y lamenta no haber visto ninguna telenovela, ni siquiera Avenida Brasil. Aún así, se explaya y critica a los autores pop: “En la narrativa, por ejemplo, tienen como modelo las novelas policiales de Agatha Christie. El problema del pop es que cree que su lector no es inteligente. Lo subestima. Cree que le está ofreciendo lo que éste le pide. Pero no es así. Ocurre en todos los niveles del arte. En la música, por ejemplo, y hablo de un caso contrario, como el de Caetano Veloso, quien no ofrece lo que todos esperan, sino que ofrece lo mejor de sí mismo”.
Confeso votante de Dilma Rousseff en las últimas elecciones (“logró mejorar la autoestima del país”), para este intelectual, la cultura -y en particular la literatura- tiene una importancia central en las discusiones políticas: “Las letras no son sólo estética o retórica, sino una reflexión amplia sobre el lenguaje, crucial para comprender un fenómeno social. A su vez, la literatura es una mentira que dice la verdad de un modo más fuerte que un libro de historia o de sociología. Es mucho más que entretenimiento. Para eso está el pop”.
LA NACION