13 Dec “En esta carrera nada es regalado”
Por Majo García Moreno
Nació en los Estados Unidos, pero le brota la sangre mexicana. En su manera de caminar, sus gestos, sus palabras apuradas, no oculta sus orígenes familiares y los que le abrieron las puertas en la meca de las telenovelas latinas. Angélica Celaya actuó en una decena de programas mexicanos, donde forjó una sólida carrera, pero ahora siente que le llegó su gran papel. Desde el 7 de noviembre (a las 22 hs. por Space) se la puede ver en la serie estadounidense Constantine como Zed, una de las aliadas del protagonista en su lucha contra los demonios. Y, subraya que no se trata del personaje estereotipado que muchas veces Hollywood le tiene reservado a los latinoamericanos, su Zed es una mujer “fuerte, sensible, frontal y capaz de comer a un hombre con sólo mirarlo”.
–¿Cómo describirías la relación que se insinúa desde el comienzo entre Zed y Constantine?
–En la cabeza de Zed está Constantine todo el tiempo. Lo ve de diferentes formas y está un poquito loca la verdad. Ve a este hombre, lo sueña y de pronto se lo encuentra y dice: “Ay Dios, existes, respiras, te puedo tocar en este momento, ¿Qué está pasando con mi mundo?” Es muy interesante cómo se va planteando esta relación porque de alguna forma ella sabe que Constantine es muy importante para su vida. Y Constantine comienza diciendo: “No te necesito.” Piensa que es una loca que se encontró por la calle pero Zed es cabeza dura y le responde: “Te he pensado, te he tenido en mi cabeza, ¿y ahora resulta que nomás me vas a aventar? No, ahora me respondes y me dices quién eres y a qué te dedicás y porqué te tengo que encontrar en mi vida.” Es una relación que se construye entre el amor y el odio, entre lucha, guerra, paz, todo en uno.
–Ella lo tiene que persuadir para ganar su confianza ¿Cuáles son sus herramientas?
–Me parece que ella es muy sensible, puede sentir a la persona. De pronto si te agarra la mano ella puede sentir lo que estás sintiendo en este momento, a que le tienes miedo, a que le tienes que pedir perdón en la vida. Todo eso ella lo está viendo, percibiendo, se está abriendo para recibir información emocional. Imagínate si hace eso con Constantine. Además es sarcástica, no es una mujer frágil, no es la de esas mujeres que “oh por favor esto o aquello, que no pase una tormenta”. Ella es la tormenta.
–Constantine es la adaptación del popular comic Hellblazer ¿Lo habías leído?
–No tenía idea, sólo sabía de Superman, Batman, de pronto He-Man pero no sabía nada de ella. Yo leía los libros e intentaba darle mi visón al personaje, a las escenas y de repente me dijeron que había un cómic y me dieron todo Hellblazer. Y dije “¡Ah bueno!, ¿Y si no me parezco a ella?” Hasta que me di cuenta de que lo que había pensado tenía mucho en común: una mujer que no se calla nada, aguda, muy coqueta y que usa sus herramientas para manipular pero no de una manera ingenua. Es una mujer que con una mirada ya te come al hombre y, si eso decide usarlo, es su arma. Veo a Zed como muy sensible, artista, creativa. Y, además, para entrar al mundo oscuro de luchar contra los demonios no hay que ser una florecita de campo. Es una mujer que va al frente, fuerte, una guerrera. No tiene miedo a morir ni a enfrentarse a algo más.
–¿Cuál es tu relación con esa dicotomía que plantea la serie de cielo/infierno, dios/demonio?
–Creo que estamos en una sociedad donde hay bien y mal y queremos que el bien siempre esté ganando. La que trata la serie es una plática que ha existido desde el principio de los tiempos y acá se ve en la pantalla con todos los efectos especiales, con escritores maravillosos y una buenísima posproducción.
–En lo personal, ¿es un tema que te perturba o te da miedo?
–Sí. Yo era de las que iba al cine o veía cosas en televisión y de la pura música me asustaba. Miraba algo en la tele, me iba a dormir y cuando tres o cuatro de la mañana quería bajar a la cocina ya pensaba que qué pasa si de pronto me encuentro con un monstruo. Y fantaseaba que si corría a la cama y brincaba no quería que me jale las patas. Y decía: “Quiero ir al baño, no me aguanto, me aguanto, a ver que si voy y me pasa algo y no, no pasa nada, anda.” Vi muchas películas. Demasiadas, ¿verdad?
–¿Y supiste de alguna experiencia sobrenatural?
–Uno se cree todos los cuentos, todas las historias que ve. Estuvimos grabando en un cementerio y era la madrugada y de pronto escuchamos un silbido o algo así y empiezas a decir ¿Quién está? ¿Qué pasa? Y de pronto el que está a cargo del mantenimiento del lugar te dice: “Ah es el señor que se murió en tal año que se la pasa silbando siempre a esta hora. Así es su estilo pero estén tranquilos porque es bueno, es un alma que no subió.” Imagínate en esos lugares uno se encuentra con cualquier cosa. Y nosotros en la serie estamos entrando y tocando esas fibras y es emocionante. Y uno quiere saber qué cosas más encuentra, el morbo nos sale por los poros.
Hay algo que a Angélica la hizo ingresar al mundo de la actuación. No fue mirar telenovelas como en las que luego participó, ni alguna obra de teatro o película que la haya deslumbrado y le marcara la vocación. Tampoco una herencia familiar. “Mi papá se la pasaba construyendo casas y mi madre, en la oficina”, describe la actriz. Lo suyo fue pura curiosidad sobre el comportamiento humano, sobre las reacciones. Primero fue estudiando psicología y luego ¡qué mejor opción para indagar en distintas cabezas que con el camaleónico trabajo de interpretar personajes!
–¿Era importante para tu familia que tuvieras una profesión?
–Sí, por eso saqué mi beca y estudié psicología. A mí me encanta descubrir cómo el ser humano puede reaccionar distinto, dependiendo la situación, de lo que es capaz emocionalmente. Entonces por consecuencia me encanta la actuación porque dependiendo de qué está viendo ese personaje, de cómo ve esa situación, va a reaccionar distinto. Para mí actuar es cómo una forma de jugar con este monstruo hermoso, divino que somos los seres humanos, que podemos tener tantos matices en un solo día.
–¿Te interesa, entonces, el background del personaje que vas a interpretar?
–Me fascina y después de hacer toda esa tarea de búsqueda e imaginación al momento en que digan “tres, dos, uno, acción” ya no piensas en todo ese background, en de dónde vengo adónde voy, simplemente eres y lo disfrutas. Pero esa tarea la tienes que hacer para que cuando llegues al set lo disfrutes y te dejes llevar. No estar juzgando, dejarse llevar.
–¿Recordás ese primer set? Ese primer “tres, dos, uno”?
–Sí, tenía como 20, 21 años y estaba temblando de miedo y pensaba que apenas estaba estudiando actuación y ya estaba en un set. Que por qué confiaban en mí y por qué estaba en un papel grande y no me daban algo poquito. Estaba más tiesa que una tabla.
–¿Y se van los nervios alguna vez?
–Nunca se van los nervios, es parte del encanto. Pero ya no es el nervio de la cámara, es el nervio de llegarle a la escena escrita, el nervio de llegarle a lo que el escritor quería para esa escena. Es un nervio que se fue transformando.
–¿Sentís que te costó mucho llegar a un papel de este tipo?
–En esta carrera nada es regalado. Se lucha y se lucha a diario. Los actores nos acostumbramos al “no”, el “no” lo tienes ganado y si quieres el “sí”, lucha por eso, así es la carrera. No es todo ir a un set, el maquillaje, el vestuario, lo bonito, la carrera de un actor es eso, una carrera, porque si quieres que sea larga y bonita tienes que sufrir bastante y acostumbrarte al rechazo.
TIEMPO ARGENTINO