02 Nov Tiempo para todos
Por Soledad Vallejos
Vacaciones para Fernanda Blacona y su marido, Rafael, significan pasar tiempo en familia. Pero también encontrar un momento para estar juntos como pareja, solos. Tampoco deben faltar durante el año otros pocos días para compartir, cada uno y por separado, con su grupo de amigos. Por eso, este verano, como lo hacen siempre, se reservaron la segunda mitad de enero para ir al Club Med de Trancoso, en Brasil, junto con sus dos hijas, de 6 y 10 años. Pero después, más adelante, los espera un viaje para los dos. Nueva York fue el destino elegido el año pasado, éste aún no está definido. Y a mitad de año, en el invierno, se repetirá una fija: él, con hijo adolescente y amigos, armará las valijas y pasará una semana en la nieve, a puro esquí. El año pasado, sin la familia y sólo con una amiga, ella eligió partir a un retiro de yoga en Mar del Plata. “Estamos ansiosos por salir de vacaciones con las chicas. Es un momento donde los cuatro estamos a pleno. Pero siempre buscamos la ocasión para hacer escapadas de pareja. Es importante para la reconexión con el otro, para salir de la rutina y volver a elegirse”, desliza Fernanda.
Si con una sola escapada al año no alcanza (eso de despilfarrar las vacaciones de un solo saque en el verano ya es cosa del siglo pasado), a la idea de distribuir el descanso también se suma la necesidad de repartir la compañía. Con los hijos y en familia, de a dos para cultivar la intimidad y solos, junto con amigos, para estrechar los vínculos y compartir los mismos intereses. Así lo afirman los expertos, la fórmula ideal para oxigenarse realmente y renovar energías.
“Como en otros órdenes de la vida actual, las vacaciones también se han descentralizado. Ya no son patrimonio exclusivo de un núcleo familiar que monopoliza el veraneo en bloque. Hoy se reparten los tiempos y se multiplican las combinaciones a la hora de planificar el tiempo libre -opina la psicoanalista Susana Mauer-. Las vacaciones son experiencias vinculares de encuentro: viajes de amigos, escapadas de pareja, invitaciones de abuelos para celebrar en familia o giras deportivas. Todas son importantes y necesarias. La paleta de opciones se ha multiplicado”.
¿Y cuánto deberían durar para tener un efecto positivo en la salud? Según datos que aporta un estudio del especialista francés Pierre Delbarre, del hospital Cochin Park Royal de París, “se sufrirían menos enfermedades si tomáramos nuestras vacaciones en lapsos cortos y frecuentes: al menos dos o tres períodos de entre siete y diez días por año”.
Nacho y Gaby Miguens y sus cuatro hijas saben que los veranos tienen un destino común: Mar del Plata. Y todos juntos puede que en algún momento del año se hagan una escapada más, como la del año pasado a Sudáfrica. “Es un momento de encuentro, pero cada vez duran menos”, dice el único hombre de la familia, y apunta que Julia, María y Victoria, de 24, 22 y 21 años, cada una por su lado, ya están de vacaciones en otros destinos.
Ana, la más pequeña (13), le permite al matrimonio una salida, al menos, una vez al año. “Desde hace 25 años lo hacemos regularmente porque nos gusta y nos hace bien”, asegura Gaby y su esposo confirma que son los viajes en pareja los que mejor le sientan. Y nada de auto: contratan tours para disfrutar y descansar a pleno.
Gaby también se toma unos días para viajar con amigas. La última vez, a Jujuy, y siempre a Uruguay para visitar a otras. “Yo no logro decidirme a viajar solo”, admite, en cambio, Nacho, que sí vuelve a Mar del Plata sin su mujer unos cuatro o cinco días para el Festival de Cine.
Los Battilana tienen niños pequeños: Santos, de 6, y Cruz, de 3. Pero su llegada a la familia no interrumpió el ritmo de vacaciones en pareja que Nicolás y Lucila mantenían desde novios. “El verano en Mar del Plata, siempre, pero luego hacemos un viaje solos”, cuentan a la nacion.
Dicen que salidas como la última, que coincidió con los diez años de casados, son “terapéuticas”. Explican que los chicos son muy demandantes y esa suerte de renovada luna de miel les permite disfrutar los viajes de otra manera, porque se pueden conocer lugares que con los niños resulta imposible. A Nicolás, sin embargo, le recuerdan a cada rato sus dos vacaciones con amigos que él insiste en definir como “gira de rugby”. Ella toma nota, sólo se animó a una salida con su mamá y no se enoja con su marido: “Todo está bien si trae regalitos”, afirma.
A unos cuantos kilómetros de la carpa de los Battilana, en Cariló, Diego Rosso y Jeannette Velázquez disfrutan de los días de descanso junto con sus hijos Fausto (12), Camilia (15), Marcos (6) y Camila (11). “Este año cambiamos el viaje al exterior por Cariló y decidimos pasar las fiestas en la playa -cuenta Rosso en el balneario de Heminway-. Nos encanta pasar este tiempo en familia. Pero también aprovechamos para hacer escapadas de pareja, que siempre han sido importantes en nuestro matrimonio”, explica. El Caribe y Estados Unidos, dice Jeannette, son los destinos favoritos para pasear de a dos, reconectar con la pasión y fortalecer el diálogo.
Equilibrio, consenso y planificación. Como propone Mónica Cruppi, miembro titular de la Asociación Psicoanalítica (APA), en estos tres pilares debe apoyarse la familia (y ante todo la pareja) para garantizar que cada período de descanso sirva para cortar con la rutina, oxigenarse y recargar energías. “El viaje que incentiva el erotismo, la buena comunicación y la intimidad es fantástico, y la posibilidad de que una pareja tenga estos recreos durante el año ayuda a cultivar la relación -dice Cruppi-. Pero también debe haber el mismo espacio para las amistades, y siempre y cuando la pareja esté bien consolidada, esto supone un crecimiento en el vínculo”.
Sin embargo, la experta advierte en su consultorio una sintomatología recurrente, “y es cuando el viaje con amigos cobra el sentido de descansar del otro, de oxigenarse afuera del matrimonio para recuperar energía. El efecto deseado en estos casos se vuelve en contra”.
A Pablo Bindi, psicólogo y asesor en ámbitos educativos, le preocupa un fenómeno actual que observa en las relaciones de pareja, donde la experiencia del vínculo es vista como una atadura. “No se entiende como la representación de un espacio dentro del cual pueda darse un desarrollo personal, y en la medida en que el vínculo implica un peso, cada tanto es necesario descansar del otro”, reflexiona.
UN SUJETO INDEPENDIENTE
Sin embargo, como reafirma Eva Rotemberg, directora de la Escuela para Padres, tal como ha cambiado la idea de matrimonio también se ha reformulado la manera de vacacionar. “Es decir, la pareja ya no es una célula bioeconómica, y estar casado no anula al sujeto del deseo independiente del vínculo matrimonial. Si la mujer quiere viajar para estudiar un idioma o ir a Miami para hacer shopping con sus amigas y el hombre prefiere escalar una montaña o ir a esquiar es muy positivo que ambos puedan satisfacer esos deseos con la compañía adecuada. Con alguien que comparta esos mismos intereses”, apunta la psicóloga.
De hecho, según investigadores de la Bowling Green State University de Ohio, en Estados Unidos, cuando hay un desafío como meta, relacionado con la destreza o el conocimiento, ya sea escalar una montaña, saltar en paracaídas o aprender un nuevo idioma, resulta un buen motivador para reducir los niveles de estrés y agotamiento relacionados con el trabajo, el estudio o las obligaciones diarias. “Las personas que se imponen retos durante las vacaciones pronto dejan de preocuparse por el trabajo y se sienten menos exhaustos cuando regresan a la oficina en comparación con los que sólo se acuestan a tomar sol”, dice.
En este sentido, hacer cosas excepcionales a la rutina habitual es una de las claves para que las vacaciones dejen un saldo positivo, y las clásicas escapadas de fin de semana o minivacaciones (fortalecidas desde 2010 por el nuevo calendario nacional de feriados) son muy aconsejadas para renovarse y cambiar de aire.
Patricia Guarnes y su hija, Rocío, de 20 años, llegaron anteayer a Punta del Este para quedarse la primera quincena de enero en una casa que alquilaron por la zona de Montoya. Tal como ya lo hicieron una vez durante el año pasado, éste terminó como otro viaje de mujeres: un programa de Rocío con las amigas a la que Patricia decidió sumarse. ¿Los varones? En Buenos Aires.
“Nosotros nos obligábamos a ir juntos de vacaciones para generar un espacio para la familia, aunque hoy ya tratamos de no forzarlo. Generalmente, nos organizamos para que una semana al año sí nos vayamos juntos. Pero elegir el lugar cuando los gustos se vuelven tan diferentes es más difícil”, cuenta Patricia, en una mesa del parador de la playa Montoya repleta de chicas que rondan los 20 años, más allá del novio de su hija, que también anda por Punta del Este.
SIN REGISTRO DEL TIEMPO
Otra de las tendencias de esta generación de padres, y sobre la que alertan los especialistas, es la de priorizar el viaje en pareja cuando hay niños menores de dos años en la familia. “A esa edad no tienen registro del tiempo y no saben lo que es un día o una semana. No son capaces de procesar este tipo de vivencias y entender que los padres volverán sólo en un par de días. Por eso hay riesgo de que los chicos sufran consecuencias negativas como el estrés, la depresión infantil o algunas patologías de la piel muy comunes en este tipo de casos”.
Como cuando armamos un rompecabezas, ejemplifica Susana Mauer, “siempre hay condicionamientos para tener en cuenta, pero proyectar una escapada y motivarse con preparativos es un escenario estimulante que nutre los vínculos y ayuda a huir de la cotidianeidad por un par de días”.
Las vacaciones, insisten, son oportunidades de convivencia intensas y, en general, memorables, que además de enriquecer los vínculos permiten renovar las energías para seguir adelante. “Es fundamental cuidar que el momento de concretarlo no sea prematuro y que tenga en cuenta la coyuntura del entorno en la que se planifican”, concluye Mauer.
LA NACION