Lisboa: la multifacética

Lisboa: la multifacética

Por Liz Valotta
Lisboa es la ciudad más grande de Portugal y uno de los centros culturales más importantes de Europa. Más antigua que Roma, fue la capital occidental del Imperio Romano desde el siglo XV hasta su caída y un punto de encuentro fundamental entre distintas culturas. Precisamente allí, Oriente, las Indias, África y América se encontraron por primera vez.
Tan diferente es Lisboa dependiendo de quién y desde dónde la mire, que es posible hacer una división en varias pequeñas ciudades que conviven en esta atrapante metrópoli. Por un lado, está la capital portuguesa súper moderna, la del Oceanario, el teleférico y el Puente Vasco da Gama. Por otro, la zona cultural con sus grandes museos (que suman más de 40) y galerías de arte contemporáneo. Sin embargo, la parte más llamativa para el turismo seguramente sea aquella que quedó detenida en el tiempo, la antigua Lisboa, cuyas calles están suspendidas entre verdes colinas y atravesadas por las vías del viejo tranvía.
Situado sobre una de estas colinas, el barrio de Alfama no sólo es el más antiguo de la ciudad, sino que también es un punto inmejorable para comenzar a conocerla. Allí se alzan muchos de los edificios emblemáticos de Lisboa, como el Castillo de San Jorge, una fortaleza del siglo XVI, la Catedral de Lisboa, la Iglesia de Santo Estevao y la Iglesia de San Vicente de Fora. Es el lugar perfecto para perderse entre callejones con vistas panorámicas en cada esquina y desembocar en algún restaurante de la zona donde sirvan bacalao secado al sol, mariscos frescos o una deliciosa feijoada, platos típicos de Portugal. En Alfama, una de las mejores alternativas gastronómicas es Aqui há peixe (Aquí hay pescado), un restaurante que ofrece sólo productos de mar. Una auténtica delicia.

Genuina y con encanto propio
Otro punto imperdible de esta ciudad es la zona de la Baixa, que fue totalmente destruida durante el terremoto de 1755 y posteriormente reconstruida. Allí, hay que ver la plaza Luís de Camões, el teatro nacional Largo de São Carlos y el famoso elevador de Santa Justa, la obra de un arquitecto aprendiz de Gustave Eiffel que conecta la parte baja de la ciudad con el Barrio Alto. En la Baixa hay muchos bares y pubs donde disfrutar del fado, esa música que inmortalizó la cantante Amália Rodrigues y que forma parte de la identidad nacional portuguesa.
Otra cara histórica y cultural de Lisboa está concentrada en la zona de Belém, desde donde partían en los siglos XV y XVI muchos de los grandes exploradores portugueses a la conquista de tierras desconocidas. No hay que dejar de conocer el Monasterio de los Jerónimos, un auténtico símbolo del poder portugués durante los tiempos de las expediciones, construido en el siglo XVI para conmemorar el viaje de Vasco de Gama.
Cerca de allí, se alza el Monumento de los Descubrimientos y la Torre de Belém, una elegante torre de estilo manuelino que custodia el barrio. Para el momento de descanso, nada mejor que disfrutar de la sala de azulejos de la Antiga Confeitaria de Belém y degustar los famosos pasteles de nata acompañados con una copita de oporto.
Para movilizarse entre los distintos barrios, lo más atinado es optar por la red de tranvías que se extiende sobre 48 kilómetros. Se trata de una flota de más de 50 vagones que, en el pasado, eran tirados por caballos. Además, es la excusa ideal para evitar las cansadoras caminatas por las calles empinadas de la ciudad sin perderse el paisaje que ofrecen.
Con todo esto y mucho más entre sus edificios y monumentos, Lisboa es un destino clásico y moderno, con alternativas para todos los gustos que lo convierten en el lugar perfecto para unas vacaciones familiares, en pareja o entre amigos.
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