20 Nov Javier Sotomayor: “Yo tenía miedo de saltar”
Por Christian Leblebidjian
Javier Sotomayor no sólo impone respeto por su trayectoria. Su presencia también deja su huella. Su 1,95m entrega rasgos del pasado, pero también del presente. Habla pausado, piensa cada una de sus palabras. El traje oscuro, los lentes a tono. No pasa inadvertido cuando camina y gesticula en el hotel Four Seasons. Su estada en Buenos Aires en diciembre de 2012 estuvo ligada al Congreso de Líderes Deportivos organizado por la Consultora “Med” y Tus Ídolos. Expuso sus ideas, generó admiración y luego charló con LA NACION. Hizo un repaso de su carrera y explicó su aporte actual para el deporte cubano. A los 45 años, se muestra orgulloso de sus logros: fue campeón olímpico en salto en alto en los Juegos de Barcelona 1992 y subcampeón en Sydney 2000; en los Mundiales, logró los títulos en 1993 y 1997 y consiguió la medalla de plata en 1991 y 1995. El récord mundial de la especialidad sigue siendo suyo, con 2,45m, desde 1993.Entre JJ.OO., Panamericanos y Mundiales de atletismo consiguió 23 medallas doradas, 6 plateadas y 3 de bronce. Ostenta el título de licenciado en cultura física y deportiva, y es presidente de la Subcomisión de Atención a los Atletas y miembro del comité de la Federación Cubana de Atletismo.
Con respecto al doping positivo en Winnipeg 99, el propio atleta, secundado por la Federación Cubana, defendió su inocencia y se argumentó un complot contra el régimen cubano. Fueron varios los atletas que le sirvieron de inspiración a Sotomayor cuando era chico: Teófilo Stevenson, Alberto Juantorena, Valeri Brumel y Dick Fosbury. Nunca se olvida de sus orígenes y para graficarlo destaca una anécdota del boxeador Stevenson: “Siempre hubo tentaciones. Cuando lo quisieron captar de los Estados Unidos, le ofrecieron US$ 1.000.000 y él, sin dudarlo, respondió: “No, gracias, yo peleo por 1.000.000 de cubanos”.
-¿Cómo se inició en el salto? -A los 10 años. Yo tenía miedo de saltar. No quería ser saltador, pero veía cómo me iba superando con respecto a mis compañeros y me ponía metas bien ambiciosas. Cada vez quería saltar diez centímetros más. Empecé en 1982, pero recién a los 16 años, en 1984, cuando salté 2,33m, récord mundial en la categoría de cadetes, me convencí de que quería ser saltador. Yo hice 2,33m y el récord mundial en aquel momento era de 2,38m. En un año y diez meses progresé muchísimo. En julio de 1983 hice dos metros y en mayo de 1984 llegué a los 2,33m. Pero siempre quise ser el mejor. Y para eso tuve que decir: “Voy a ser saltador y el miedo debe irse y que venga la altura que venga”.
-¿Cuál fue su motivación? -La motivación más grande siempre fue superarme. Siempre quise ganar en cada competencia en que participaba. Después de saltar 2,44m, busqué los 2,45m.
-Pero ¿cómo trabajó la motivación sin tener, en principio, ganas de saltar? -Mi abuelo fue el primero que me motivó. Recuerdo que yo volví el primer día de la escuela y como me querían hacer saltar y tenía miedo, cuando volví a mi casa dije: “Yo a la escuela no vuelvo”. Entonces mi abuelo me respondió: “Si un profesor te puso a hacer eso, te dio esa responsabilidad, es porque te vio condiciones. Anda e inténtalo”.
-¿Y entonces? -En la escuela tenía que hacer una serie de postas deportivas, en las cuales una de ellas era el salto. Yo hacía todo y cuando llegaba a ésa me paralizaba. Como para participar en las competencias yo tenía que cumplir todas las postas, porque si no además estaba dando ventajas, me animé. Y la primera vez que salté hice 1,65m y terminé segundo de cinco chicos. Después, con el tiempo, comprendí que depende de la voluntad de uno. Por más que tengas condiciones para hacerlo, si no estás convencido, no lo haces.
-Mientras evaluaba vencer el miedo a la altura, ¿pensó en practicar otro deporte? -Dentro del atletismo, sí. Me gustaban mucho las vallas, pero creo que si hubiera sido un poco más veloz me habría gustado ser saltador de triple. Probé esa disciplina de joven y no era malo. Igual, me siento satisfecho con mi carrera deportiva, y con el hecho de no haber sido persuadido por el dinero. Me siento como un embajador deportivo de mi país, y eso me enorgullece.
-¿Por qué fue tan importante José Godoy, su entrenador, en su vida? -Con Godoy fui a La Habana cuando tenía 14 años. Hicimos muy buena relación. Llegué a tener extrema confianza en él. En 1988, Cuba no quería participar de los JJ.OO. de Seúl. Cuando llegamos a Salamanca llegó a decir: “Les garantizo que Salamanca va a salir en la tapa de los diarios”. Ahí fue cuando el 8 de septiembre de 1988 salté 2,43m. Cuando consigo la marca [en ese momento era récord mundial], yo empiezo a llorar de la emoción. Se me acerca Godoy, me abraza y me dice: “No sé por qué estás emocionado y sorprendido ahora si yo te dije que lo íbamos a lograr”. Cuando él murió sentí un gran vacío. Luego llegó un entrenador muy bueno y llegué a la marca de 2,44m, pero estuve cinco años para lograrlo. Godoy estaba convencido de que podía haber llegado a los 2,47m. Si no hubiera fallecido quizás habría conseguido los 2,46m. Pero no logré más porque no pude, no porque me faltaron las ganas.
-¿Nunca intentó llegar a los 2,46m? -Sí, en los Juegos Panamericanos de Mar del Plata, pero las lesiones no me dejaron. Los 2,45m hoy toman más vigor en mi vida, será porque ya no puedo intentar subir ni un centímetro más (risas).
-¿Cuáles son los principales flagelos a los que está expuesto el atleta cubano? -Las drogas, el alcohol, la delincuencia juvenil, la prostitución, las trampas y el juego sucio. Los principales deportes en Cuba son el béisbol, el boxeo y el voleibol, y estamos expuestos al soborno. Por eso es clave que los chicos miren a atletas que generan inspiración, como puede ser Messi, Usain Bolt, Iván Pedroso, Mijaín López. Hoy la juventud cubana sabe también mucho de fútbol, a algunos les interesa más que el béisbol y está bien dividido entre quienes prefieren a Ronaldo y a Messi. Yo no tengo dudas: voto por Messi.
-¿Cómo ve a la juventud de ahora? ¿Acepta sus consejos? -Hoy se practica el deporte, pero no con la misma conciencia, no se preocupan tanto. Hay atletas muy buenos, pero llegan a los 2,38m, 2,39m. Por ahí no tienen la motivación para ser mejores. Hay talento, pero no se aprovecha el tiempo en perfeccionarse. Hoy no es igual que hace diez o quince años. Si me hubiera tocado en la actualidad, quizá sólo habría saltado 2,40m. En aquel entonces había también rivales a quienes superar, no sólo una valla. Hoy los chicos pueden tener ambiciones, pero no podés pensar en ganar si antes no pensás en saltar.
Sotomayor ya no salta, pero se dedica a formar a los más jóvenes. Tuvo un sueño, alguna vez: ver a su propio hijo superando su récord, pero ya no: “Yo quería que mi hijo se dedicara al salto y me superara. No pudo ser, pero aún hoy me sigue sorprendiendo. En Cuba todos me llaman «El Príncipe de las Alturas». Mi hijo vino un día y me preguntó: “Papá, si tú eres el príncipe de las alturas, ¿quién es el rey?”. Y la verdad, no tuve una respuesta para darle.
LA NACION