07 Nov Jack Ma: el excéntrico chino que inspira a millones
Por Adriana Riva
El 8 de septiembre, el emblemático hotel Waldorf Astoria, de Nueva York, colapsó. Durante algunas horas, largas filas de limusinas y autos de lujo bloquearon la entrada principal, sobre la elegante Park Avenue, mientras sus ocupantes bajaban y formaban una ordenada cola para acceder al Starlight Roof, en el piso 18. Los organizadores del encuentro habían previsto la asistencia de unos 500 inversores. Fueron -se apilaron- más de 800. Nadie quería perderse el evento del año: escuchar a Jack Ma promocionar el lanzamiento inicial de acciones de su cueva de tesoros, Alibaba.
Once días más tarde, el gigante minorista chino en Internet recaudaba 21.800 millones de dólares en acciones en Wall Street. Fue la mayor oferta pública inicial de la historia de esa plaza, que lanzó definitivamente a su fundador y presidente ejecutivo al estrellato.
Jack Ma es el chino del momento. Lo llaman “el Steve Jobs asiático”, “el padre de Internet en China”, “el Jeff Bezos oriental”.
Es todo eso y mucho más. En pocos años, gran parte del planeta pasará probablemente por su caja registradora, algo que entendieron al instante los tiburones de Wall Street el mes pasado.
China lo idolatra. “¿Quién necesita supermercados?”, reza uno de los últimos comunicados de su sitio, Taobao.
Es el eBay chino, que promete a los chinos que podrán saborear el arroz de la primera cosecha sin moverse de sus casas, más barato y más rápido, mientras ofrece a los citadinos del país la posibilidad de arrendar sus propios campos de arroz a los campesinos del Norte.
Jack Ma no se marea. Sabe lo que quiere y lo persigue hasta conseguirlo. “Duraremos 102 años”, pronosticó hace poco. Nadie lo contradijo. Todos quieren creer en él, especialmente los chinos, para quienes Ma, de 50 años, personifica la nueva iniciativa empresarial de China, donde una persona de bajos recursos, sin fortuna ni conexiones con el poder, puede transformarse en millonario a través de la perseverancia. Ésa es la historia de Ma.
“Nunca tuve un tío rico y no lo necesito. No tengo nada de especial. Soy un hombre común. Si yo tuve éxito, cualquiera puede tenerlo”, afirma este hombrecito, que apenas supera el metro y medio de altura, menudo y de frente ancha, que se identifica “con E.T.” (sin más explicación).
Si la China de Mao prohibió a los ricos, en la China de hoy parecería estar prohibido ser pobre. Y Ma Yun (tal su verdadero nombre) se ocupó de no ser la excepción. Todo lo contrario: con una fortuna estimada en 25.000 millones de dólares, es el chino más rico del país.
Apenas 15 años atrás, sin embargo, el panorama era muy distinto y su vida laboral parecía destinada al fracaso. Ganaba 14 dólares por mes como profesor y su currículum rebotaba en cuanta empresa intentase entrar. No lo querían ni para freír churros.
¿Cómo prosperó? Aunque a algunos les pueda parecer banal, con el optimismo y la perseverancia que caracterizan a Forrest Gump, uno de sus ídolos máximos, a quien en cierto punto imitó: así como el personaje interpretado por Tom Hanks invierte su plata en una “especie de compañía de fruta” llamada Apple Inc., Ma invirtió todo su dinero y energía en Alibaba. Y le fue tan bien como a Forrest.
Nacido en Hanghzou, ciudad costera a unos 170 kilómetros de Shanghai e hijo de padres semianalfabetos, actores de “pingtan” (un arte tradicional de contar historias con música, prohibido durante la revolución cultural de 1966), Ma cuenta que tenía 12 años cuando China se abrió al mundo y los primeros turistas comenzaron a llegar a su ciudad. Entonces, pedaleaba en su bicicleta hasta un hotel, donde se “ofrecía gratis como guía turístico con tal de practicar inglés”. A uno de esos turistas le debe el apodo de Jack.
Salvo en inglés, era un “pésimo estudiante”. En un país que idolatra la excelencia escolar, su boletín siempre dejó mucho que desear, y carga con la deshonra de haber sido reprobado dos veces en el examen de ingreso a la universidad, para finalmente ser admitido en su tercer intento “en la peor universidad de Hanghzou”, según su propia definición.
Allí se licenció, en 1988, como profesor de inglés, y conoció a su mujer, Zhang Ying, con quien se casó a fines de los 80. “No es un hombre guapo, pero me enamoré de él porque puede hacer cosas que los hombres guapos no hacen”, explicó alguna vez Zhang.
Durante cinco años trabajó como profesor y buscó, con poco éxito, otros empleos. Fue rechazado en Kentucky Fried Chicken y echado de McDonald’s.
El vuelco en su vida profesional llegó en 1995, cuando viajó por primera vez a Estados Unidos como traductor. Fue allí, mientras visitaba a unos conocidos en Seattle, donde conoció la Web. Hasta entonces, nunca había tocado un teclado en su vida. “Me daba miedo incluso rozarlo. Pensaba, ¿quién sabe cuánto cuesta?, si lo rompo, estoy perdido”, recuerda Ma.
Pero no se perdió. Todo lo contrario: se iluminó como un Buda. “Le dije a mi amigo que hiciera una búsqueda en Internet con la palabra «cerveza» y encontré sólo marcas estadounidenses y alemanas. Entonces pensé que debía usar la Red para ayudar a las empresas chinas a darse a conocer al mundo.”
Dicho y hecho. Ma volvió a Hanghzou y en 1995 creó China Pages, una versión china de las páginas amarillas online, que fue uno de los primeros sitios web del país. No tuvo éxito. En 1996, China Pages se vio obligada a formar una empresa conjunta con Hangzhou Telecom y el gobierno quedó a cargo de todo.
Desanimado, Ma viajó a Pekín y trabajó brevemente en el Ministerio de Comercio, donde un día le asignaron acompañar a un estadounidense a una visita guiada en la Muralla China. El visitante era Jerry Yang, cofundador de Yahoo, que años más tarde sería un socio clave en su vida (en 2005, Yahoo compró el 40% de Alibaba por 1000 millones de dólares).
RETORNO
Al poco tiempo, Ma decidió que era hora de volver a la carga y regresó a Hanghzou, donde invitó a 17 amigos a su departamento, para anunciarles que iba a crear una página web. “Les hablé durante dos horas, pero ninguno entendía lo que decía, porque ni yo me entendía. No sabía nada de informática ni de negocios, pero comprendí algo antes que los demás”, explica Ma.
Se tenía una fe ciega. “Nuestros competidores no están en China, están en Silicon Valley. Y nuestros cerebros son tan buenos como los suyos”, les dijo. Tras esa charla -y con un capital de 60.000 dólares que juntaron entre todos-, el 21 de febrero de 1999, en plena burbuja de las puntocom, nacía Alibaba. Ma tenía 34 años.
LA NACION