26 Nov En busca de nuevos límites
Por Sebastián Ríos
Bien lejos de disciplinas apacibles como pilates, yoga o taichi, que proponen ejercitar el cuerpo sin la obligación de tener que desperdiciar una sola gota de sudor, hoy son muchas las personas que optan por realizar formas de actividad física cuya práctica implica un gran nivel de exigencia. No se trata de escalar el Aconcagua ni de cruzar el Sahara al trote, sino de llevar a cabo actividades o deportes en los que lo cotidiano, lo normal, es confrontar al cuerpo (y a la mente) con sus propios límites.
Así, muchas personas que tiempo atrás se volcaron a la actividad física por motivos de salud, para combatir el estrés o sencillamente por diversión, hoy se ven voluntariamente sometidas a formas de entrenamiento que, para quien mira de afuera, constituyen una tortura innecesaria. A veces pareciera haber incluso una evolución natural, casi esperable, en el grado de autoexigencia física: quienes ayer eran habitués de las carreras de calle hoy prefieren las competencias a campo traviesa; si antes hacían yoga en la actualidad optan por practicarlo en una sala a 42° de temperatura; y si la rutina era nadar, ahora lo hacen con pesas (¡o incluso vestidos!) para darle una nueva vuelta de tuerca al asunto.
Nicolás Fiorentino, por ejemplo, tiene 36 años, es adepto al running y juega habitualmente al fútbol y al tenis. Pero cuando en su trabajo los anotaron a él y a sus compañeros en la Carrera Sucia que se corrió el sábado pasado en el complejo San Sebastián, en Pilar, no dudó en aceptar. Fueron 5 kilómetros en un circuito agreste con obstáculos de distintos tipos que lo obligaron a trepar, saltar, avanzar cuerpo a tierra, nadar y, sobre todo, a desplazarse en áreas de barro de profundidades variables.
Una vez concluida la carrera, sucio hasta el cuello, extenuado y con una sonrisa de oreja a oreja, Nicolás, comentó: “Es un tipo de actividad más relacionada a un entrenamiento militar, que es lo que uno ve en las películas: lo ves a Rambo entrenando y te la creés un poquito. Pero en definitiva, es una experiencia muy linda y muy divertida, creo que fácilmente me engancharía y la haría nuevamente”.
El imaginario popular del entrenamiento militar, asociado a la exigencia y al esfuerzo al límite, también puede reflejarse en las clases de boot camp, una forma de entrenamiento intensivo realizado al aire libre, que en los últimos años se ha vuelto muy popular en los Estados Unidos y en muchos países de Europa, y que se basa en una combinación de distintas formas de entrenamiento practicadas a intervalos de alta intensidad.
“Las clases de boot camp son diferentes de otras formas de ejercicio, como correr o nadar, porque utilizamos entrenamiento de intervalos de alta intensidad, que son generalmente más intensivos que correr a un ritmo constante y son mejores para disminuir la cantidad de grasa corporal y aumentar la masa muscular”, afirma Carolyn Banner, manager y entrenadora de Boot Camp Buenos Aires, que ofrece clases grupales e individuales en las que se combinan siempre de forma distinta diferentes técnicas de entrenamiento (ejercicios de fuerza y resistencia, pero también aeróbicos y de estiramiento).
“Es exigente por el tipo de entrenamiento, que son ejercicios continuos que le dan mucha dinámica a la clase, y en los que se busca desarrollar una mayor resistencia, pero también el mayor rango de movimiento en los ejercicios de estiramiento, como en el yoga”, cuenta Agustín Cesarsky, administrador de sistemas de 28 años, que en septiembre llegó a Boot Camp Buenos Aires a través de las redes sociales.
“Yo venía de cinco años de hacer gimnasio (cinta, musculación, aeróbico) y en 2012 había empezado a correr. Pero tenía ganas de salir un poco del gimnasio, de salir de la rutina y de hacer un entrenamiento que me vincule con un grupo. Así llegué al boot camp bastante entrenado de correr y hacer spinning, y encontré algunos desafíos específicos, como tener que hacer muchos abdominales o brazadas en el piso -dice Agustín-. Es un entrenamiento exigente, pero en el que la exigencia está en relación con el nivel de cada uno.”
Carolyn reconoce que “el boot camp puede ser más exigente que otras formas de ejercicio si los clientes se empujan a su límite. Varios me dicen que pueden hacer mucho más en las clases de boot camp que lo que pueden hacer por sí solos sin entrenador. Nosotros, como entrenadores, alentamos a los clientes a que den lo mejor de ellos y siempre traten de llegar un poco más lejos”.
Es que tratar de empujar un poco más allá las fronteras del propio cuerpo parece ser un denominador común entre muchos de los adeptos a disciplinas superexigentes. “El lugar común llevaría a hablar de la búsqueda del non plus ultra, del esfuerza máximo, del límite de los límites -afirma Martín De Ambrosio, periodista y coautor del libro Por qué corremos. Las causas científicas del furor de las maratones (Debate)-. Y en verdad algo de eso hay, porque si alguna cosa caracteriza a la especie humana es la necesidad de ir a los extremos, de llevar su curiosidad a ver qué hay más allá; sea tras el bosque, en otros planetas o en las ultramaratones, el principio es el mismo.”
El ansia por sobrepasar los propios límites puede incluso tener como escenario el gimnasio, el mismo al que acudimos muchos por motivos como querer bajar de peso, ahuyentar el estrés o pasarla bien. En cualquier gimnasio no cuesta mucho hallar a alguien que comienza con su clase de spinning con la carga máxima, que pasa horas y horas alternando diferentes disciplinas, o que una vez dentro de la pileta se comporta como una jetsky con antiparras.
“Si bien la mayoría de las clases se pueden practicar con diferente grado de intensidad, dentro de un mismo grupo muchas veces te encontrás con personas que entrenan con más intensidad que otras -comenta Javier Petit de Meurville, gerente de Marketing y Relaciones Institucionales de la cadena de gimnasios Megatlon-. La intensidad es una actitud que la persona puede tomar para encarar y graduar su entrenamiento, y por lo tanto, también está relacionada con los resultados que esperan.”
Quienes tienen una actitud intensa ante el ejercicio hoy pueden encontrar dentro de los gimnasios una amplia oferta de disciplinas capaces de satisfacer hasta al espíritu más autoexigente: opciones como power jumps, body pump, local max, aero combat o body combat son sólo algunos de sus nombres.
En Megatlon, agrega Petit de Meurville, el 30% de las clases son actividades “concebidas como clases más demandantes y con una mayor intensidad”.
ELOGIO DEL SUDOR
Del mismo modo en que ajustarse pesas en torno de las muñecas y los tobillos puede convertir una mañana de running en un suplicio para muchos amantes de este cada vez más masivo deporte, subir la temperatura de la sala donde se practica yoga hasta alcanzar los 42°C bastaría para ahuyentar a muchos de los seguidores de esa disciplina.
Pero es justamente ese aditivo el que atrae -primero en Estados Unidos y desde hace unos pocos años en la Argentina- a quienes hoy practican bikram yoga. Las sesiones de este hot yoga, en las que durante 90 minutos los participantes siguen una suerte de coreografía de 26 posturas, pueden resultar un desafío incluso para muchos adeptos al yoga.
“La clase empieza con un ejercicio de respiración para activar los pulmones, y ese solo ejercicio genera a veces mareos porque no estamos acostumbrados a usar toda nuestra capacidad pulmonar”, comenta Carla Cristófori, directora e instructora de Bikram Yoga Buenos Aires, que aclara que el nivel de exigencia de las clases depende del alumno. “En la clase siempre pedimos a todos los alumnos que se tomen su tiempo, que la adaptación al calor no es inmediata, y que hagan lo que puedan hacer”, agrega.
La práctica de bikram requiere, además de ganas de transpirar, una cuota extra de preparación y ciertos cuidados especiales: “Aconsejamos venir con dos horas de ayuno antes de cada clase, y recalcamos siempre la importancia de cuidar la hidratación”, dice Crisófori, que expresa que es común que las personas que se acercan al bikram comiencen por dos clases semanales, pero luego pasen a tres o incluso cuatro.
Para Cristina Burigotti, empresaria textil, cada clase de bikram le permite sentir que a sus 57 años todavía puede. “Me genera una sensación de mucha salud el saber que puedo entrar en una sala a 42°C y poder respirar. Al principio, cuando empecé, lo más difícil era vencer la sensación de que no vas a poder, pero se trata justamente de eso, de vencer a la cabeza que dice no puedo. Hoy, lo que más me cuesta son las horas de ayuno antes de entrar, pero cuando estoy adentro, ya está.”
Pero sea cual fuere el desafío físico elegido, ¿existe algún límite a partir del cual el ejercicio deja de ser saludable? “El limite lo va a poner el individuo cuando se lesione o fatigue demasiado rápido, porque está haciendo ejercicio de una forma no controlada o porque está haciendo más de lo que debería hacer en función de lo que en ese momento le permite su organismo”, responde el doctor Oscar Mendoza, médico cardiólogo y deportólogo del Instituto Cardiovascular de Buenos Aires (ICBA).
“En el consultorio veo a muchos que vienen a consultar porque corren, pero ahora quieren correr ultramaratones, o porque hacen trekking y cada vez buscan poder hacer más distancia en la montaña… Se ve que la gente busca ir cada vez más allá -reconoce Mendoza-. Uno lo que trata de transmitir es que, en principio, uno puede hacer actividad física intensa, pero primero hay que evaluar médicamente qué se puede hacer sin riesgo para la salud, y después entrenar quemando etapas sucesivas.”
De lo contrario, concluye, “puede sobrevenir la lesión, lo que lleva a muchos a replantearse lo que se está haciendo y a pasarse al otro extremo: al sedentarismo.”
LA NACION