Cuando Eva conoció a Juan

Cuando Eva conoció a Juan

Por Felipe Pigna
Los caminos de Eva Duarte y Juan Domingo Perón se estaban acercando. Por esas casualidades de la vida, en el número 668 de la revista Antena aparecieron, en la misma página, una fotografía de Eva y una nota sobre la visita del coronel Perón a los estudios de LR3 Radio Belgrano. Es posible que Eva Duarte haya estado durante su visita.
En diciembre de 1943, Perón volvió a visitar Radio Belgrano para transmitir un mensaje oficial con motivo de la Navidad. Según Radiolandia, lo hizo acompañado de “su señorita hija”, en realidad se trataba de Cecilia Yurbel, apodada Piraña, una chica que convivía con el Coronel en su departamento de Arenales 3291, segundo piso.
El 15 de enero de 1944, un terremoto destruyó la ciudad de San Juan. Los muertos y heridos se contaron por miles y las pérdidas fueron totales. Todo faltaba y el país se movilizó en ayuda de la provincia cuyana. La Secretaría de Trabajo y su jefe máximo, el coronel Perón, tomaron a su cargo la recolección de fondos para socorrer a los damnificados sanjuaninos, organizando numerosas colectas callejeras. Eva, como muchas artistas y personalidades de la época, prestó su apoyo y recorrió las calles con las alcancías que recaudaban fondos en pro de la reconstrucción de San Juan. Según Radiolandia, Evita recolectó 633,10 pesos, muy lejos del récord de Libertad Lamarque, que sumó 3.802,90.
El encuentro oficial con Perón, que marcaría su vida para siempre, se produjo la noche del 22 de enero de 1944 en el Luna Park, cuando se realizó un festival artístico a beneficio de las víctimas del terremoto. Aquella noche, Eva, que actuó junto a su compañía de radioteatro, se sentó al lado de Perón y terminada la función, se fueron juntos.
Perón e Imbert estaban sentados junto al presidente Ramírez y su mujer. Cuando la pareja se fue, antes de terminar el espectáculo, quedaron sillones vacíos, circunstancia que permitió el encuentro entre Evita y Perón. Quien sirvió de nexo para que Eva ocupase uno de esos asientos es ya un tema mítico, con versiones para todos los gustos: desde el autor de tangos y guionista cinematográfico Homero Manzi -según les contó a Borroni y Vacca su compañero del grupo FORJA, Arturo Jauretche- hasta quien luego sería el popular animador de televisión, Roberto Galán, pasando por el teniente coronel Domingo Mercante, brazo derecho y “corazón” de Perón.
Domingo Alfredo Mercante, hijo del entonces teniente coronel, sostenía que había sido su padre quien los presentó:
“Cuando yo era jovencito, iba a la quinta de Perón todos los fines de semana, acompañando a mi padre. Y mil veces oí que Evita le decía, delante de todos: ‘¿Se acuerda, Mercante, cuando usted en el Luna Park me llevó de la mano para hacerme sentar al lado de Perón?¡Ay, el miedo que tenía!¡Yusted, mire que estuvo inspirado!, ¿eh?’.”
La versión que, según Enrique Pavón Pereyra, le transmitió Perón, difiere de las anteriores, al combinarlas o entremezclarlas. Pero, sobre todo, sugiere que el secretario de Trabajo y Previsión ya le había “echado del ojo” con anterioridad.
“Me parece que Hugo del Carril se disponía a cantar cuando advertí que alguien se sentaba a mi lado. Miré y descubrí su sonrisa y los ojos más radiantes del mundo. Eva había llegado y, desde ese día, no se apartaría jamás de mi lado.
Más tarde, ella me confió que no había llegado tarde, sino que como también quería verme y deseaba aprovechar el evento, se puso de acuerdo con Rita Molina, que era quien tenía las entradas.
No le fue fácil lograrlo, porque el público había respondido hasta col¬mar las instalaciones del Luna. ‘Yo divisé desde lejos-me dijo-la sonrisa canchera de Homero Manziy le grité: ¡Mira, Homero, hacenos pasar que tenemos entradas! Manzi nos vio con nuestros boletos en la mano y disimuló que, en realidad, correspondían a la fila quince. Claro, sino hubiera sido por la espontánea gentileza de Roberto Galán, nos habría sido imposible acceder al patio de butacas. Roberto, aprovechando que Farrell (sic) iniciaba su propósito de atender otro compromiso, me indicó que el asiento vacío me correspondía. Observé sus abrazos de despedida a Imbert, Terrera y a uno de los Montes y sentí que te pedía que lo represen taras'”.2
En La razón de mi vida, Eva se limitaría a decir que fue su “día maravilloso”, el que cambia una vida:
“Eso, más o menos, me sucedió en aquel momento de mi vida. [… Pero en el fondo de mi alma, no podía resignarme a que aquello fuese definitivo.
Por fin llegó ‘mi día maravilloso’. Todos, o casi todos, tenemos en la vida un ‘día maravilloso’.
Para mí, fue el día en que mi vida coincidió con la vida de Perón”.3
Por entonces, Perón vivía en un departamento de Arenales y Coronel Díaz con una adolescente mendocina llamada María Cecilia Yurbel, a la que él había apodado “la Piraña”. Evita la echó y la despachó para Mendoza. A los pocos días, Perón logró alquilar un departamento contiguo al de su nueva novia en la calle Posadas. Ya vivían juntos y los enemigos de la pareja lanzaban uno de sus primeros chistes sarcásticos. Reproducía un imaginario diálogo en el que Evita le preguntaba a Perón: “¿A qué santo le debo tanta felicidad? A San Juan, Negrita -respondía-, a San Juan.”
Para el 3 de febrero de 1944, cuan¬do se estrenó Llora una emperatriz en el ciclo de radioteatro de Radio Belgrano, Perón y Evita ya no ocultaban su romance. Incluso permitieron que los fotografiaran juntos. Perón parecía disfrutar muchísimo sus apariciones públicas con Evita. Eran además una respuesta a la oficialidad conservadora que cuestionaba su relación con una mujer de “pasado oscuro”, como gustaban decir algunas oscuras señoras de oscuros generales, almirantes y brigadieres.
1.Alicia Dujovne Otriz, Eva Perón. La biografía, Agilitar, Buenos Aires, 1995,103.
2.Enrique Pavón Pereyra, Vida íntima de Perón. La historia privada según su biógrafo personal. Plane¬ta, Buenos Aires, 2011, pág. 79-82.
3.Eva Perón, Eva, La razón de mi vida.
REVISTA VIVA