02 Nov Ciro Pertusi. “Mi vida se rige con los horarios de mi hija”
Por Fernando Massa
El quiebre en su vida llegó a los 40: murió su madre, nació su hija y, después de 21 años, dejó Attaque 77. Fue un boleto barato a la Riviera Maya lo que le permitió darse el gusto de probar ese anhelo de vivir en la playa. Con la expectativa puesta en convertirse en profesor de buceo, se encontró otra vez componiendo canciones que lo empujaron a armar, desde Playa del Carmen, su nueva banda. En Jauría, con la que ya editó dos discos, encontró ese equilibrio que tanto busca. Su día tras día, sin embargo, está regido por los horarios de su hija, de seis años. De hecho, apenas terminó de filmar su debut en una campaña publicitaria para Levi’s (el video se podrá ver en el sitio de la marca), salió disparado a buscarla a la escuela. La entrevista arrancó ahí, arriba del auto, y terminó en la cocina de su PH de Caballito, debajo de donde vive su hermano, y con un pasillo de entrada lleno de equipos apilados, listos para volver a salir de gira.
-Cuando dejaste Attaque y te fuiste a Playa del Carmen tenías 41. ¿Emparentaste alguna vez esa crisis con llegar a los 40?
-Sí, pero ¿sabés qué me hizo dar cuenta? Lo que ocurrió a esa edad. A mis 40 años muere mi mamá, que fue una tipa muy importante porque yo tuve una relación con ella de amigos? Ella me vio que yo no estaba bien con los chicos de Attaque, que no estaba bien en mi relación y que estaba con un pesar en mi cara. Pero le di a entender que lo iba a solucionar. Entonces muere mi vieja, justo cuando yo iba a ser padre, y estaba en la crisis con Attaque. Sentí que todos querían avanzar y nadie se proponía por lo menos un parate, no una separación, pero un parate para charlar, para retomar con afecto y cariño, y reestructurar cosas. Pero todos estaban como muy cómodos así, y la verdad que dije: “No? entonces soy yo”. Y eso fue durísimo porque imaginate, 21 años con esa relación? ¿bajarte de eso? Y bueno, el tema me puso de cara a una confrontación conmigo mismo, que tenía que ver con el pasado que era mi vieja y con el futuro que era mi hija. No quería llegar a que mi hija me dijera: “Papá, ¿sos feliz?”. Necesitaba hacer movimientos. Amén de todo, sigo siendo de Attaque desde afuera y trato de cuidar esa entidad. Y sé que los pibes hacen lo mismo.
-Solés hablar de la búsqueda del equilibrio en cada uno. ¿Tenés alguna práctica para poder lograrlo?
-Si bien soy muy nostálgico y vivo mucho de recuerdos del pasado y muchas veces estoy sobrecargado de preocupaciones por el futuro, considero que soy una persona bastante conectada con el aquí y ahora. Soy muy visual y eso me ayuda, los ojos para mí son el gran don porque viendo entiendo mucho. Y hay algo que repito porque me di cuenta hace poco: no he leído muchos libros, pero leo a las personas. Ese ejercicio me parece placentero y me nutre mucho. Las vidas de las personas, lo que traen… Así que estoy a full con eso [risas].
-¿Y con qué te relajás?
-Eso está difícil. Porque mi vida se rige con los horarios de mi hija. Pero cuando no la tengo conmigo, la verdad que trato de descansar, hago una vida lo más contemplativa posible. También ando mucho en bicicleta. Tengo preparada una sillita, un diseño propio, para irme con la nena. Ella resultó ser mi compañera, una amiga, y andamos juntos por todos lados. Es una piba muy dúctil, tranquila, práctica.
-¿Qué es lo más difícil de ser padre?
-Lo más difícil son los miedos. Los miedos míos respecto a ella. Siempre me sentí un ser eterno, sentía esa esencia, y ahora tengo más miedo del paso del tiempo, de los riesgos. Yo quiero vivir lo más posible e íntegro por ella.
-¿Te considerás un punk?
-Soy un rocker. No un rockstar. Rockero por ser un obrero del rock, pero tengo un modo de ser, y hacer, y vivir punk. Porque el punk, para mí, el que yo respeto, es el de base. Se creó de manera instintiva, como una necesidad, y se convirtió en un movimiento libertario. No entraban las imposiciones, creándolo vos mismo, cómo y con lo que quieras. Es el lugar para aquellos que no encontraron lugar. Pero ¿qué pasó? El humano con su pulsión natural de ser jodido, violento, sectarista se apropió del movimiento punk para desde ahí subirse a un lugar de criticar, de imponer. De que si la música tuya no suena con distorsión, gritos y a los palos, no sirve, no es punk. El punk, para mí, tiene que ver con el juego, con lo lúdico. La gente se olvida de jugar. Es eso. Rebelarse, divertirse y relajarse. Es un país difícil… estamos todos mirando lo que hace el otro.
-Me hace pensar en los covers de Dragon Ball o Pocahontas que hicieron con Jauría… ¿Seguís conectado con los dibujos animados?
-A full. Con la nena tengo que mirar qué es lo que ve para cuidarla. En Cartoon Network está Hora de aventuras, que es loquísimo y que los nenes lo agarran bien y me parece un buen combustible. Es mucho menos retorcido que Ren & Stimpy, pero tiene ese calibre. Está bueno para despertarte. Un show más es un golazo también, siempre se van a otra dimensión por necios [risas]. Y dentro de la movida animé hay muchas cosas buenas. Yo pienso, por preconcepto, que a la nena no le va a servir, pero lo reentiende… Como El viaje de Chihiro, Ponyo, El increíble castillo vagabundo que hablan de ecología.
-¿Hiciste terapia?
-Sí, he hecho. Por necesidad, por aprietes mentales. Y me parece que te ayuda a darte cuenta de que vos sos el que tenés que resolver. Todo termina cayendo en la palabra “equilibrio”. Cuanto más lo encontrás, te pueden ocurrir esas pocas horas, minutos o segundos de esporádica felicidad que valen el precio de toda una vida. Si me preguntás si conocí la felicidad, te digo que sí. Aparece cinco segundos. Pero lo valen todo.
-¿Cuándo fueron esos últimos cinco segundos?
-En la relación de trabajo. Cuando encuentro el equilibrio justo de trabajo y diversión. Nos gusta lo que estamos haciendo, nos está saliendo bien y estás haciéndolo con gente que te gusta. Cuando más lo disfrutás, es cuando estás con la misma gente y van a comer todos juntos. El otro día lo decíamos: habíamos estado laburando en un video todo el día y fuimos a la parrilla, nos sentamos todos y dijimos: “Al final, es para esto que lo hacemos. Para estar sentados acá mirándonos y diciéndonos: «lo hicimos nuevamente»”. Cansados, reventados, pero felices.
-¿Cómo te viste en este rol de modelo publicitario?
-Lo pasé rebien. Me costó un poco lo físico, porque no estoy con el mismo estado que antes, tengo unos problemas de columna severos. Y con la marca me identifico, me gusta mucho la cultura yanqui clásica: los autos [él tiene un Valiant del 66], los muscle cars, la estética James Dean y Elvis Presley, los mobiliarios, las publicidades antiguas. Y leí el guión y me encantó porque podía ir lejos con el delirio. Le reformé algunas cosas? en la campaña yo soy Ciro Pertusi y me quedo dormido con mis cosas, con mi guitarra, y sueño que estoy como volando, y ahí me convierto en diferentes álter ego: un Jason, un Napoleón. Al final, termino despertando y soy de nuevo Ciro Pertusi y me pongo a tocar, como que me inspiró a seguir siendo yo mismo.
-¿Cuál fue el último tatuaje que te hiciste?
-El último fue el de Motörhead. Me di cuenta de que iba a ser para siempre. Desde los 14 que los escucho. Lemmy [Kilmister, líder de la banda] ya es un familiar. Me lo hice hará dos años, en México, tenía otro abajo, y en algún punto me arrepentí de haberlo tapado. Tenía un recuerdo doloroso y ahora no tanto. Una ex pareja que significó muchísimo en mi vida. Era la tapa de un disco de Leonard Cohen, que es un colibrí saliendo de un corazón y tenía la inicial de la chica. Me gusta mucho el tema del amor libre, algo muy difícil de lograr. Creo en otro tipo de relaciones, está impuesto un cierto discurso del amor y la monogamia, y me parece que el amor es un estado que tiene que ver con el pájaro, con la libertad. Pero estos amores [muestra el tatuaje] son diferentes, Motörhead es otra cosa [risas]. Lemmy no te recrimina nada.
LA NACION