Zagueros y volantes eran los de antes

Zagueros y volantes eran los de antes


La anécdota es ciertamente conocida a poco de hurgar. Despuntaban los ‘70 y ese chiquilín de vozarrón grave, con generosa entrega, lograba deslumbrar a una hinchada que desde los tiempos tuvo especial pulsión por los futbolistas que se vinculan con la elegancia y con el buen trato de pelota. Carlos Reinaldo Merlo no comulgaba con esa estirpe. Al contrario. Y también esa tarde, su virtud había sido constituirse en una muralla a fuerza de transpirar esa camiseta de algodón, con la banda roja en el pecho y el 5 en la espalda. Chorreaba de sudor y el vestuarista de Radio Rivadavia lo encaró en el borde del césped del Monumental. Aún jadeando por el esfuerzo, se instaló los auriculares y escuchó la melosa voz de José María Muñoz. El Gordo solía recorrer los caminos de la alabanza obvia –hoy, una herramienta habitual, seguramente desde la escasez de ideas para que el periodismo se instale en una parada más digna–. La cuestión es que el Relator de América se afanaba por elogiar al entrevistado y lanzó la pregunta que orilló lo irrisorio: “Digamé, Mostaza, ¿usted, cuántos pulmones tiene?”. A semejante inquisición, respuesta a tono: “Uno, José María… Como todo el mundo”.
El otro episodio a recordar está menos instalado en el anecdotario futbolístico. El morocho jugaba de 2. Nunca usó esos raros números modernos. Años después, Roberto Fontanarrosa lo definiría: “Liviano, flexible, modular, basado en el manejo de la pelota y en la habilidad”. Hijo de un estibador del puerto del Callao, sobrino de ilustres jugadores peruanos. Zaguero central limpio, atildado, solvente. Meses antes, había llegado a Boca. Y ese domingo 7 de abril de 1968 jugaría su primer Superclásico. Al viejo vestuario de La Bombonera pintado de celeste, lo cubrían el silencio y la tensión habitual de la previa a las paradas definitorias. Julio Guillermo Meléndez Calderón se sentó en uno de los bancos de madera. Tomó la remera doblada que el utilero le había dejado y se la quedó mirando. Ese plantel estaba atestado de hombres de carácter y prosapia xeneize, entrega y decisión, músculo y empuje, huevo y corazón. Uno de ellos, alto, flaco, ídolo perenne, advirtió el momento de reflexión del peruano, lo asoció con una duda y le tiró un dardo envenado: “Negrito ¿ya te cagaste?, ¿querés volverte a Lima?”. El Boca de esa tarde: Rubén Sánchez; Meléndez y Ovide; Suñé, Rattín y Silveira; Larrosa, Alberto González, Pardo, Tanque Rojas y Lima. El partido fue 1-1. En River jugaba otro zaguero refinado, Roberto Matosas. La soberbia actuación del Negro ratificó el principio de su idilio con la hinchada. Tal vez influyó un grosero toque a la pelota con el brazo, suficientemente disimulado para que el juez no cobrara el penal.

TRES CRUCES. Dos extraordinarios jugadores entre tantos muy recordados por esas hinchadas que tan pendientes estarán del Superclásico del próximo 5 de octubre. Aunque muchos de los jóvenes que penarán porque Kranevitter no pueda jugar en River o el Cata Díaz y Forlín no lo hagan por Boca, nunca hayan degustado los méritos futbolísticos de Merlo y Meléndez, dos cracks que jugaban en esos puestos.
El 2-2 del 14/12/69 fue el primero de los 35 enfrentamientos con Boca de los que participó Merlo, un combatiente, que si fuera boxeador tendría un récord de 13-12-10, con un nocaut en contra, o mejor, una roja. Ese día su River fue Perico Pérez ; Miguel Ángel López y Vieitez; Ferreiro, Merlo y Recio; Montivero, Carlos Manuel Rodríguez, Trebucq, Marchetti y Pinino Más. El Chamaco, Mostaza y Recio: había que ser muy guapo para atravesar esa línea media.
Meléndez participó de 12 superclásicos en el lustro largo que pasó por Boca: en tres bebió el veneno de la derrota, en ocho empataron y sólo ganó en la ocasión del 3-1 del 27/10/68 por la 8ª fecha del Nacional, en dupla central con Roberto Rogel. A fines de 1977, al Negro una rodilla maltrecha le frenó la carrera y le impidió jugar Argentina 78, a pesar de que era insustituible como primer zaguero de su Perú que, paradójicamente, tiene una banda roja cruzada en el pecho.
Se cruzaron tres veces en partidos oficiales. En ese empate del 69 en el Monumental. El del 27/9/70, otra vez en Núñez, 2-1 para River, que atacaba con nenes con Morete, Daniel Onega y Más. Boca lo hacía con Ponce, Peracca y Peña. Y finalmente el 18/6/72, por el Metro. Boca lo recibió: Roma; Suñé, Meléndez, Malbernat y Marzolini; Peracca Palacios y Potente; Ponce, Curioni y Villagra.River lo visitó: Perico Pérez; Zuccarini, Daulte, Laraignée y el Japonés Pérez; JJ López, Merlo y Alonso (¿lo tienen a este medio campo?); Joaquín Martínez, Cibeyra (Scotta) y Ghiso (Marchetti). Un 2-2 no muy recordado pero sí muy entretenido. Hace más de 40 años.

CUATRO DÉCADAS… Pasaron tantos volantes tapones en River y zagueros centrales en Boca. Muchos cracks, otros no tanto.
Algunos 5 de River en Superclásicos, para el recuerdo: Lonardi, el Tolo Gallego, Giúdice, Julio Olarticoechea, Corti, el Checho Batista, Astrada, Zapata, Claut, Almeyda, el Pipa Gancedo, Marcelo Gómez, Pereyra, Ledesma, (Coudet, Berizzo y Hernán Díazno eran volantes pero taparon esos buracos), Cambiasso, Claudio Husain, Mascherano, Ahumada, Nico Domingo, Lima, Ponzio, Cirigliano y el propio Ariel Rojas por quien, en el último clásico, ingresó en el segundo tiempo Matías Kranevitter, uno de los disparadores de esta nota, que sólo jugó 15 minutos oficiales de un River-Boca.
Varios 2/6 de Boca en Superclásicos: Nicolau, Mouzo, Bertolotti, el peruano La Fuente, Tesare, Pancho Sá, Capurro, Ruggeri, Passucci, (algunos laterales, Malbernat, Ovide, Tarantini, Pernía, Alves, Krasouski, se corrieron de puesto), Bachino, el Tata Brown, Fornés, el Pipa Higuaín, Musladini, Cuciuffo, Tavares, Simón, Erbín, Marchesini, Giuntini, Medero, Moya, Gamboa, el Negro Cáceres, Traverso, el Patrón Bermúdez, Fabbri, Samuel, Matellán, Schiavi, Burdisso, Crosa, Morel, Silvestre, Jonathan Maidana, Paletta, el paraguayo Cáceres, Caruzzo, Insaurralde, el Chiqui Pérez, y los dos lesionados que inspiraron este texto, Díaz y Forlín.

Y UN CLÁSICO. No vale la nostalgia. Yo no soy parte del mal, diría Charly García, que no jugó ni de 5 ni de 2.
Matías Kranevitter (21) sufrió la fractura en el quinto metatarsiano, pie derecho. Leo Ponzio (32) perdió la titularidad en la fecha 2 ante el pulmotor del River actual. Ponzio es otro tipo de 5: no tiene la misma dinámica ni su físico le permite tal entrega, pero ante Independiente supo pararse bien y regular el aire de sus (dos) pulmones. Si recupera el criterio para la primera distribución y el acople con Sanchez-Rojas, puede que River no extrañe demasiado a su última joya.
El Cata Díaz (35) padece, un esguince de rodilla, y Juan Daniel Forlín (26), se resintió de un desgarro. Habían logrado en el post bianchismo, una solidez defensiva impensada poco antes. Mariano Echeverria (33) venía jugando y Arruabarena por encima del Chiqui Pérez (28), probará a Lisandro Magallán (20), hoy ante Racing,
¿River o Boca: quién pierde más? En 10 días se sabrá.
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