Una médica que enseña hábitos de vida saludables

Una médica que enseña hábitos de vida saludables

Por Micaela Urdinez
Alejandra Sánchez Cabezas le sobran títulos académicos y profesionales. Sin embargo, ella saca a relucir su humildad y prefiere definirse como “un intento de trabajadora social”. En el fondo y en la superficie, es mucho más que eso. Después de varios años de practicar la medicina en el hospital y el consultorio, Sánchez Cabezas sintió que para poder generar un cambio social profundo tenía que trabajar directamente en las comunidades más vulnerables. Algo así como pasar del escritorio al barro.
Y eso es precisamente lo que hace mientras Comunidad la acompaña a una de sus visitas al Centro Comunitario María de los Pobres, en el barrio Itatí, en Escobar. Allí se reúne con Dionisia Sequeira, una referente del barrio de 79 años, que además de ponerse al hombro el comedor que da almuerzo a 70 chicos, es una de las principales promotoras de los proyectos de salud del Proyecto Surcos, ese que hace 13 años Sánchez Cabezas fundó con la idea de dejar huella en la salud de la gente. “Se llama Surcos porque tiene que haber una tierra, agua, alguien que labre y un trabajo colectivo para que algo nazca”, explica su fundadora.
Porque después de mucho investigar y mucho caminar los pueblos del interior, Sánchez Cabezas comprobó que los cuidados médicos impactan entre un 11 y un 25% sobre la salud de las poblaciones, los modos de vida o formas de organización social entre el 43 y el 50%, y el ambiente físico entre el 10 y el 20%. Por eso desde Surcos buscan impactar en cada uno de estos aspectos concretos: sobre el acceso y la calidad de los servicios de salud, sobre el medio ambiente, sobre las formas de relacionarse y sobre los modos de vida.
“En 1999 empecé a percibir la crisis y me di cuenta de que si quería mejorar la salud de la gente, tenía que hacerlo fuera del consultorio. Adentro se podía curar la enfermedad únicamente, pero no construir y mejorar la salud”, dice esta médica de la UBA, que en esta nueva iniciativa quiso juntar especialistas de diferentes disciplinas para romper la soledad del trabajo individual a la que están acostumbrados los médicos.
Pero el punto de inflexión en su vida y en su vocación vino con la llegada de sus hijos, cuando se puso a reflexionar sobre el legado que les quería dejar. “Los hijos te dan otra perspectiva de la vida. Y cuando empecé a pensar que ellos iban a crecer y me iban a preguntar qué había hecho de mi vida, tuve que cambiar de rumbo. Porque el hospital tiene que ver con una realización personal y yo quería tener impacto comunitario. Hoy mis hijos trabajan en un proyecto cultural en la villa Santa Rosa y lo lindo es ver cómo ellos me superan ampliamente”, dice esta madre orgullosa de sus hijos de 20 y 18 años.
Sánchez Cabeza hizo todo lo que se espera de un médica de carrera: estudió Medicina en la UBA, se especializó en ginecología y cirugía translaparoscópica, hizo la carrera docente y enseñó temas de fertilidad. Además ganó una beca de la Comunidad Europea en Francia para profundizar sus conocimiento sobre fecundación in vitro y cirugía translaparoscópica. Más tarde, también dio sus pasos en el Programa de Salud de la Mujer en el Hospital de Clínicas. Pero había algo que le faltaba .
Y en este búsqueda fue que junto con otro ginecólogo presentó un proyecto a la Fundación Perez Companc, para empezar a trabajar en Santiago del Estero. Al tiempo se fueron sumando otros profesionales -una asesora pedagógica, un obstetra, un psicólogo- y el equipo fue creciendo. Más tarde pisaron firme en Corrientes, Misiones, Chaco, Escobar y Santa Cruz, con la idea de promover condiciones de vida más saludables, partiendo de los recursos propios de cada comunidad, a través del intercambio de saberes y habilidades.
Este nuevo abordaje de la salud la llevó a ir a las comunidades, a meterse en sus entrañas, a comprender la génesis de sus problemas, a construir con ellas un diagnóstico para identificar los problemas y ver con los recursos que cuentan para plantear posibles soluciones. “Lo interesante es dejarles la capacidad instalada sobre cómo resolverlos y por eso, como mínimo, trabajamos tres años en cada lugar”, dice esta emprendedora social, que se apoya en las instituciones que están funcionando en el lugar para trabajar en forma articulada.
Para poder enfrentar este nuevo rol de facilitadora social, Sánchez Cabezas se tuvo que poner de nuevo a estudiar. Hizo una maestría en Epidemiología y Políticas de Salud, y más tarde una sobre Ciencias Sociales. Actualmente está cursando un doctorado en Salud Colectiva en la Universidad de Lanús y sigue atendiendo en su consultorio privado.

EMPODERAR A LÍDERES LOCALES
“Existe una enorme fragmentación en las acciones y sensación de que nadie hace nada, y es un caos. Sin embargo hay mucha gente que hace cosas, pero no están visibilizadas. Por eso nosotros queremos mostrar otro costado de la realidad, uno mucho más positivo, y empoderar a los líderes locales y capacitarlos”, explica Sánchez Cabezas con una sonrisa, mientras comparte un budín con Dionisia, con la que ya construyó una relación afectiva entrañable.
Actualmente están haciendo trabajo de campo en comunidades de Misiones, Escobar y Santa Cruz. A su vez están desarrollando un proyecto con el Centro de Atención Integral a la Niñez y Adolescencia (Caina) porteño para encontrar los instrumentos para atender de manera más eficiente a los chicos en situación de calle, y con el Cemic están capacitando a los residentes de medicina familiar.
En Escobar, primero realizaron un relevamiento en centros comunitarios para ver cuál era el estado de situación de la comunidad. Como percibieron que las mujeres eran muy frágiles porque estaban limitadas únicamente a trabajar, empezaron a hacer actividades con ellas. Así fue como pusieron en marcha talleres sobre temas de salud, de primeros auxilios y de enfermedades prevalentes, de temas de salud de la mujer, de agua, de lactancia y de infecciones respiratorias, entre otros temas. “Estos eran los temas que a ellas les interesaban y fueron adquiriendo conocimientos que las empoderaron. Además crearon la Red de Salud de Escobar que tiene una pata de Tercera Edad y ellas son promotoras”, dice Sánchez Cabezas, orgullosa del crecimiento humano que tuvieron las mujeres del barrio.
Dionisia, que se transformó en una de las principales promotoras de salud, sostiene que para ella lo más importante es que “sabemos que no estamos más solos, que si tenemos una duda podemos preguntarles a ellos y que vamos a salir fortalecidos de ahí. Yo tengo una alegría muy grande porque aprendí mucho y ahora sé cuáles son mis derechos. Siempre trabajé de chica, pero no conocía mis derechos. Ahora sé que si estoy enferma y voy al hospital, no me pueden mandar a casa porque tengo derecho a que me atiendan y me curen”, sostiene con una firmeza que arrastra montañas.

LLEVARLE ESPERANZA A LA GENTE
Con esta misma lógica y metodología, desde 1999 trabajan junto a 35 comunidades de diferentes provincias en programas de capacitación, atención médica, conformación de redes de promoción, prevención y atención, formación de promotores de salud, formación académica de médicos y residentes, investigación y organización de congresos.
El plan de acción consiste en difundir un concepto de salud que incluya y articule aspectos biológicos, emocionales, sociales, económicos y ambientales. Lo hacen por medio de proyectos de capacitación y movilización social destinados a personas que trabajan con comunidades en situación de vulnerabilidad social (docentes, trabajadores de salud, centro comunitarios, comedores comunitarios, Poder Judicial y fuerzas policiales, etcétera).
De todos los aprendizajes que tuvo en esta aventura social, esta emprendedora sostiene que la más importante fue que en todos lados hay mucha gente que hace cosas positivas. “Yo crecí mucho profesionalmente y me hizo estudiar sobre diferentes saberes que me abrieron la cabeza. Además aprendí a confiar en los procesos que el impacto y los resultados no son lo más importante”, resume esta médica de 52 años.
Pero no todo fue éxitos y alegría. También hubo piedras en el camino. Ganarse la confianza de las comunidades no fue fácil, tener que derribar los prejuicios, que entendieran cuál era la propuesta. Por eso Sánchez Cabezas tuvo que trabajar mucho su tolerancia a la frustración y poner toda la energía que tenía, y más, para que los proyectos pudieran salir adelante. “Este trabajo implica cambiar la forma de ser, estar y pensar de cada uno, y no todas las personas están dispuestas. Esto implica personalmente a cada uno de ellos”, cuenta esta mujer, que está rodeada de un equipo de trabajo de 7 profesionales, otros 3 que trabajan en recaudación de fondos y un consejo asesor. “El trabajo conjunto es clave. No solo para Proyecto Surcos, sino tambien para cualquier tranformacion. Estoy convencida que si no sumamos fuerzas ningun cambio es posible”, reflexiona.
Sánchez Cabezas tiene un sueño y no va a descansar hasta conseguirlo: llevarle esperanza a la gente. “Creo que hay que recuperar la mística, los valores, jugarse por lo que uno cree. Si a tu alrededor todos los hechos te demuestran que no tenés posibilidades, hay que generar nuevos entornos para que realmente las tengan. Tenemos que confiar en que si nos juntamos, algo bueno va a salir, pero no traemos una receta. Esto lo construimos entre todos”, concluye Sánchez Cabezas, mientras Dionisia la mira con ojos de agradecimiento.
LA NACION