Patrick Modiano, un tímido al que sorprendió el Nobel

Patrick Modiano, un tímido al que sorprendió el Nobel

Por Luisa Corradini
Su obsesión por el pasado terminó por dar sus frutos. Para la Academia Sueca, que le otorgó ayer el premio Nobel de Literatura, Patrick Modiano es “el Marcel Proust contemporáneo”. El célebre escritor francés fue recompensado por “el arte de la memoria con el cual evoca en su obra los destinos humanos más esquivos y desvela el mundo de la ocupación” nazi, afirma el comunicado oficial. Visiblemente conmovido, Modiano confesó que el premio, “totalmente inesperado”, le provocó “como un desdoblamiento. Como si se tratara de otra persona. Como si fuera un sonámbulo a quien alguien viene a despertar”.
Eternamente titubeante, inseguro, presa de una legendaria timidez que lo llevó incluso a rechazar su incorporación a la Academia Francesa, Modiano explicó que recibió la noticia cuando paseaba por los jardines de Luxemburgo, en pleno corazón de París, gracias a una llamada de su hija. “Estoy realmente feliz, pero todavía no caigo bien en la cuenta. Es un sentimiento muy extraño”, confesó.
Salvo su editor francés, Antoine Gallimard, nadie había podido contactarlo hasta bien entrada la tarde. Modiano, que huye de las cámaras y de la actualidad, ni siquiera pudo ser prevenido por la Academia Sueca: “Nunca pudimos contactarlo”, confirmó Peter Englund, secretario perpetuo de la institución.
“Calificarme de Proust contemporáneo es una enorme indulgencia de parte de los miembros de la Academia Sueca”, dijo anoche con humildad en rueda de prensa. Sin embargo, desde El lugar de la estrella, que escribió en 1968 cuando tenía 22 años, hasta la más reciente Para que no te pierdas en el barrio -que acaba de aparecer en francés-, pasando por su premio Goncourt en 1978 por Calles de las Tiendas Oscuras, su obra es una eterna búsqueda del pasado y de los rastros que puede dejar. “En realidad, Modiano es más bien un estudioso de las sombras que se esfuerza por descifrar ese pasado lacerante, escribiéndolo”, anota el vespertino francés Le Monde. El escritor tiene su explicación: “Es como si escribiendo, soñara con poder regresar atrás y revivir, pero bien, todo lo que viví tan mal en aquella época. Como si pudiera atravesar el espejo y reparar el pasado”.

UNA VIDA AL DESNUDO
A los 69 años, Modiano sigue sintiéndose acosado por la falta de amor de su infancia. Sería legítimo, incluso, preguntarse si toda su obra no es, en realidad, una larga carta escrita a sus padres. Su madre era una belga que ganaba su vida como actriz. Su padre, un judío italiano violento, hizo fortuna durante la guerra probablemente como miembro de la milicia francesa que colaboraba con la Gestapo y finalmente murió en misteriosas condiciones. Después de años de encontrarlo en ignotas estaciones de tren o en grandes hoteles, siempre apurado, siempre mezclado en negocios turbios, el hijo decidió dejar de verlo a los 17 años.
¿Por qué sus padres fueron tan indiferentes? ¿Por qué abandonaron a sus hijos regularmente en pensionados de provincia? ¿Cómo superar la muerte de su hermano menor, fulminado en 1957, cuando tenía nueve años, por una enfermedad de la sangre? Todas esas preguntas se transformaron para el autor en una obsesión, en heridas que se sitúan en el centro de su obra.
“Cuando se tienen recuerdos enigmáticos, uno necesita comprender”, confiesa. “No soy para nada nostálgico. Tengo horror de mi infancia. Pero estoy habitado por imágenes que me golpearon y se incrustaron en mi memoria”, explica.
En todo caso, Modiano es una de las mejores voces de la literatura francesa que se ve recompensada con el principal premio a las letras del mundo. “Su voz es una música acompañada de palabras simples y numerosos silencios”, precisa el periodista y crítico francés Jérôme Garcin. “Resulta difícil descubrir cuál es el arte de magia por el cual el autor de Dora Bruder consigue crear esa atmósfera cargada de misterio y melancolía e iluminar esos personajes anónimos que, además, convierte en seres queribles”, agrega. Esa tarea, que consiste en armar un rompecabezas, es el corazón mismo de la obra del autor: Modiano es el biógrafo de los anónimos, el agente de búsqueda de personas que desaparecieron sin dejar rastros. O tan pocos. Modiano trabaja justamente sobre ese “tan poco”: la fecha y el lugar de nacimiento, un registro de conducir, una chequera. “Yo anotaba todos esos detalles que con frecuencia son los únicos testimonios del paso de un ser humano por la Tierra”, dice su detective que deja al descubierto, al mismo tiempo, la forma de funcionar del novelista. Y agrega: “Ante todo, determinar con la mayor exactitud posible los itinerarios que sigue la gente, para comprenderlos mejor”.
Modiano afirmó ayer que, desafiando su timidez, irá a Estocolmo en diciembre a recibir el premio, dotado de cerca de unos 880.000 euros: “A condición de que se trate de leer un texto previamente preparado, única forma de superar el miedo”.
Para él, en todo caso, no había otra forma de existir: “Escribir es lo único que siempre fui capaz de hacer”, reconoció. Tampoco parece ser consciente de la magnitud de su obra: “Me sorprende cuando la gente me pregunta cuál de mis 30 libros prefiero. Para mí es como si hubiese escrito siempre el mismo durante décadas”.
Sin duda, no fue ése el análisis que hizo la Academia Sueca, cuando decidió coronar con el máximo galardón literario una prolífica y singular obra comenzada hace 40 años.
LA NACION